_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Economía de guerra

El esfuerzo por salvar vidas se debe complementar con ayudas directas a los más vulnerables e impedir que la sociedad caiga en la anomía

Pablo Simón
Calle Tetuán de Sevilla, con todos los comercios cerrados.
Calle Tetuán de Sevilla, con todos los comercios cerrados.PACO PUENTES

Desde que comenzó la crisis sanitaria el lenguaje bélico se ha ido abriendo paso. Es indudable que el coronavirus, en su impacto, no es comparable a la muerte y destrucción de una contienda militar. Sin embargo, sí se le parece en ser un shock (parcialmente) externo que termina comprometiendo la inversión de todas las fuerzas nacionales.

Más información
El reto de congelar la economía
“Hoy era la fiesta de inauguración”
Los daños de la pandemia ya se sienten

Cuando ocurren crisis de estas características los cambios sociales y políticos se aceleran. Por ejemplo, entre las consecuencias no buscadas de estas terribles situaciones está un aumento de la solidaridad nacional. Como señalaron Scheve y Stasavage, los más acaudalados tienen mejor predisposición a contribuir fiscalmente en épocas de guerra. De ahí que, nada misteriosamente, los sistemas impositivos progresivos se establecieran tras la II Guerra Mundial.

Las políticas de contención del virus darán resultado con un doloroso coste en vidas humanas. Pero, al tiempo, están trayendo consigo una crisis económica y social. Por tanto, el esfuerzo por salvar vidas se debe complementar con ayudas directas a los más vulnerables e impedir que la sociedad caiga en la anomía, que los lazos sociales se quiebren. Derrotar esta pandemia depende de nuestra responsabilidad y solidaridad, pero al tiempo interpela al corazón de nuestro pacto social.

A mi juicio, en este contexto deberíamos dejar dos grandes visiones del siglo pasado en cuarentena. De un lado, la centralidad del trabajo propia del sistema de bienestar continental. Esta idea parte de que el derecho a la prestación depende de tu cotización al sistema, es decir, la justicia social se liga a la contribución mediante el empleo. Del otro lado, la idea de la responsabilidad individual y el papel incuestionado del mercado. En una crisis uno puede perder su trabajo o su dinero fruto de las malas decisiones particulares, luego lo importante es que los mercados funcionen eficientemente.

Ahora bien, la crisis del coronavirus interpela al corazón de ambos argumentos pues ¿qué hay más conectado al bienestar que la vida misma? ¿Existe alguna manera justa o injusta, merecida o inmerecida, de enfermar de este virus? ¿Qué hay más eficaz para luchar contra una pandemia que la sanidad universal? Y si de esta se desprenden implicaciones económicas ¿Por qué esta universalidad no es extensible al conjunto de nuestro sistema social?

En modo alguno se puede pensar que alguien, individualmente, sea responsable de perder su negocio o su empleo por esta crisis. Y, además ¿quién dice que esta no sea la nueva normalidad? ¿Acaso no podría ocurrirnos de nuevo? Todavía no sabemos cómo de diferentes seremos tras el coronavirus. Ahora bien, si nos creemos que estamos en guerra, actuemos como tal. Solo si pedimos un esfuerzo fiscal a quien puede hacerlo y si apostamos por prestaciones universales e incondicionales generosas podremos edificar una red que no se deje a nadie atrás.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_