_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las profesiones del futuro

El trabajo de salvador del mundo es un empleo a menudo precario e indiferente a ojos de la administración

Manuel Jabois
Varios sanitarios aplaudiendo en la puerta del Hospital Infanta Luisa de Sevilla.
Varios sanitarios aplaudiendo en la puerta del Hospital Infanta Luisa de Sevilla.Eduardo Briones (Europa Press)

Todos los días, a las ocho de la tarde, el personal sanitario sale a las puertas de sus centros a aplaudir. Aplaude a sus compañeros y recibe un aplauso monumental de toda España acompañado de vítores, gritos y sonidos de claxon. Minutos después, vuelve el silencio. El silencio, como la oscuridad, se percibe de manera diferente si inmediatamente antes ha habido ruido o luz. A lo largo del día el silencio es tan constante que se aprende a distinguir cualquier clase de ruido de la misma manera que el ojo, cuando se acostumbra a la oscuridad, ve mucho mejor. Así pues, el silencio después de las ocho es el silencio más grande de todos. Y mientras los demás volvemos a nuestras cosas, o no volvemos a nada, los profesionales sanitarios regresan al interior de los hospitales a trabajar en un lugar en el que, entre urgencias, enfermos y colapso, es imposible tener un minuto de paz.

Más información
Un aplauso multitudinario desde las ventanas españolas para dar las gracias al personal sanitario
Los sanitarios devuelven el aplauso a los ciudadanos
La vecina y el sujetador; por Maruja Torres

Nunca sale en las listas cool de las profesiones del futuro, ni en las de oficios con más demanda o con más salario: el trabajo de salvador del mundo es un empleo a menudo precario, con demanda variable e indiferente a ojos de la Administración. Todo ese mundo de celebridad y leyendas construido en la segunda mitad del siglo XX lo es, en buena parte, porque cientos de miles de soldados anónimos con sueldos mediocres murieron y sobrevivieron derrotando a los nazis en Europa, entre los cuales no solo había soldados, mandos intermedios y altos mandos; entre los cuales también había ingenieros, médicos, cocineros, transportistas, servicios de limpieza, responsables y empleados de la intendencia al modo que decía Napoleón: un ejército marcha sobre su estómago.

Lo escribió el periodista Marcos Lamelas, de El Confidencial, en Twitter. No referido a una guerra, ni a los nazis ni al fin del mundo, pero estamos en manos de quienes siempre estamos cuando las cosas van mal de verdad: el personal sanitario, las teleoperadoras, los servicios sociales y de limpieza, transportistas y repartidores, bomberos, fuerzas armadas y de seguridad, reponedores, cajeras de supermercado, eléctricos, cocina y tantos más... El frente de batalla en los hospitales, y la intendencia garantizando que la guerra se gane frente a un enemigo que no tiene bajas y ataca en cualquier parte. Toda esa gente que a las 20.10 no se queda en silencio. “Justo la gente”, dice Lamelas, “que el sistema dijo que tenía que ganar menos dinero”.

De las lecciones que estamos aprendiendo a marchas forzadas para adquirirlas en el futuro, la primera de todas es la de empezar a valorar lo nuestro por encima de dudas, debates y estrategias políticas de ajustes presupuestarios. Entender que cuando los profesionales de la Sanidad se echan a la calle para protestar por sus derechos están protestando exactamente por los nuestros, del mismo modo que cuando se cicatea presupuesto en ciencia se están cicateando investigaciones que solo se ven imprescindibles cuando aún no han empezado. Que ni las condiciones de trabajo ni los sueldos de esos empleos que hoy se encuentran en sus puestos están de acuerdo a la función que les corresponde en caso de una situación así, y que los ejércitos ganan batallas, pero es la logística la que gana guerras.

Se da por sabido que, en un estado de alarma, antes había cosas que estaban bien, o no tan mal como creíamos, y ahora hay cosas que están mal, o no tan bien como creíamos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_