8-M
El movimiento feminista ha conseguido que se resquebraje el imperio de los “usos sociales” que llamaban galantería al acoso y al abuso de poder
Se acerca otro 8-M, el tercero en España desde el aldabonazo de 2018. En todo el mundo, la revitalización del movimiento feminista mueve a los poderes legislativo y ejecutivo —en Argentina, la ola verde ha conseguido que el Gobierno haya prometido una ley del aborto—; al poder judicial —en España, el Tribunal Supremo corrige la sentencia de La Manada—; ha conseguido que se resquebraje el imperio de los “usos sociales” que llamaban galantería al acoso y el abuso de poder, y Plácido Domingo ha podido comprobarlo; ha vuelto a retratar —qué cansancio— a quienes llaman presidente a la presidenta del Senado —porque la terminación -nte es neutra, dicen—, pero no han sufrido históricamente ni sufren en el presente con el desdoblamiento del idioma para hablar de su sirvienta; ha puesto la brecha salarial en primer término y ha evidenciado que la crisis demográfica no tendrá arreglo mientras crean que el cuidado de niños, ancianos y enfermos lo traemos las mujeres asignado, y gratis, en el código genético.
Un movimiento que se convierte en global, que sale de la Academia y el activismo minoritario para impregnarlo todo, poniendo en juego, por primera vez, un nuevo concepto y reparto del poder político y económico, no podía permanecer mucho tiempo como una happy party entre colegas. Por la reacción, grosera o sutil, del poder masculino establecido. Y por las propias contradicciones de un mundo inmerso en una transformación monumental. Hay mucho desconcierto entre millones de mujeres en España que asisten espantadas a las guerras cruzadas y encarnizadas entre feministas: a las batallitas pequeñas que ya vemos en el Gobierno de coalición con dos partidos que se disputan esta bandera morada y a la gran batalla de fondo sobre qué debe ser el feminismo 2020, cómo distinguir las nuevas realidades de las trampas y cómo relacionarse hoy con colectivos que han crecido en paralelo a la visibilidad política conseguida con mucho esfuerzo por las mujeres. Batallas que hablan, en realidad, de un movimiento vivo y poderoso.
Posdata. Una petición (ni siquiera imprescindible): quizás, como factor diferencial de género, las mujeres consigamos dirimir nuestras batallas por el poder sin insultarnos ni denigrarnos públicamente, ni asesinarnos en el Comité Central, como sí han hecho ellos desde la noche de los tiempos y hasta nuestros días. Pero, vaya, tampoco tenemos la obligación de ser mejores. @PepaBueno
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