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Columna
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Barcelona-Madrid

No hay referente constitucional, sino una indeterminada "seguridad jurídica" para aparentarlo

Antonio Elorza
Primera reunión de la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat.
Primera reunión de la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat.Kiko Huesca (EFE)

El espectáculo fue el protagonista de la visita soberanista para inaugurar la mesa de diálogo. En buena medida, para eso estaba diseñada y cumplió su función, con un nuevo tipo de relaciones políticas entre los dos Gobiernos, alejado del que impulsaron conscientemente los líderes catalanes, y no solo Torra, con la semana de incendios tras la sentencia. Pero esto es una cosa y otra las imágenes de una disneylandia política que ofrecieron los medios oficiales, y TVE en primer término, al convertir un episodio político cargado de importancia en una representación teatral donde cada toma y cada gesto estaba diseñado de antemano para transmitir una sensación de acuerdo y fraternidad. Asistimos de nuevo al tipo de montaje pseudo-informativo del viaje campestre a Toledo y de la reunión de la UE donde Sánchez parecía haber actuado en un escenario vacío, como “artista exclusivo” de los viejos filmes de un humorista mexicano. Aquí solo faltó que enseñara en el jardín a Torra una plantación de calçots preparada en su honor.

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Es un mal signo de cara al futuro, porque cuando la discusión sea seria los ciudadanos deberán enterarse de qué pasa, aunque visiblemente tal intención no entre en los planes del marketing gubernamental. Esperemos que sea un mal transitorio hasta que sean votados los presupuestos, porque el nuevo clima político permite augurar soluciones razonables. Otra vez yerran PP y Ciudadanos al seguir metidos en un escenario apocalíptico, porque, aun ante la peor de las opciones futuras, debieran criticar sin gritar, y plantear con propuestas ese “diálogo” que tanto venden Sánchez e Iglesias sin practicarlo. Así, además, van al desastre electoral en Cataluña. Nadie entra en un callejón sin salida.

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El juego está diseñado de forma que el Gobierno se encierra en su área, ignorando la triple presión del aliado independentista, del opositor catalán dentro del orden y de la invocación controlada de las furias por Puigdemont. La lista de ofertas no cambiará por sí sola las cosas, pero la negociación puede hacerlo. Más allá de las proclamas de los ahora amigos de Machado, la apuesta consiste en que el principio de realidad se irá imponiendo por sí solo.

Pero hay dos importantes obstáculos. Uno es que Sánchez se mantiene en el vacío estratégico, sin oferta política, cediendo toda la ventaja al adversario. No hay referente constitucional, sino una indeterminada “seguridad jurídica” para aparentarlo. Encerrado, sin contraataque. Y está el seguro desenlace de las próximas elecciones catalanas, donde el independentismo vencerá por ausencia de adversario, pasando la barrera del 50%. La paciencia de Junqueras obtendrá su fruto. Eso se llama hegemonía y el futuro previsible, Estado dual.

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