_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La adulación como diplomacia

Detrás del folclore y de la adulación están los movimientos tectónicos de la geopolítica, que acercan Washington a Nueva Delhi y la alejan de Islamabad

Lluís Bassets
El presidente de India, Narenda Modi, junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el estadio de Ahmedabad, el pasado 24 de febrero.
El presidente de India, Narenda Modi, junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el estadio de Ahmedabad, el pasado 24 de febrero. MONEY SHARMA (AFP)

La escasa importancia que tienen los hechos para Donald Trump puede ser una ventaja. Le ha permitido, por ejemplo, alabar la libertad religiosa en la India al tiempo que se producían los más graves enfrentamientos entre hindúes y musulmanes de los últimos 30 años. Son muchas las afinidades entre Trump y Narendra Modi. Algunas pertenecen al espíritu del tiempo y por eso las comparten con dirigentes políticos tan distantes y distintos como Jair Bolsonaro y Vladímir Putin, Viktor Orbán y Boris Johnson, Marine Le Pen y Benjamín Netanyahu, Matteo Salvini y Recep Tayyip Erdogan. Son nacionalistas y populistas, propulsados por la defensa de la comunidad considerada mayoritaria en sus respectivos países frente a otras comunidades distintas, por religión, lengua, origen étnico, o frente a los inmigrantes y extranjeros.

Hay otras afinidades inscritas en los intereses de cada país, e incluso en la geopolítica de un orden internacional en transformación. La India y EE UU, a pesar de todos los pesares, son las dos democracias más populosas del planeta. Si se reduce todo al ejercicio del derecho de voto, solo con el sufragio de indios y estadounidenses vota ya una quinta parte de la humanidad. También sufren los males que aquejan a todas las democracias, de los que Modi y Trump son a la vez efecto y causa.

Más información
Modi: el riesgo del ‘mayoritarismo’
EDITORIAL | Sectarismo en la India

Ambos cuestionan los fundamentos constitucionales de sus respectivos países en puntos sensibles como el pluralismo y la tolerancia religiosa o la concentración de poderes presidenciales. Y lo hacen atizando las peores pasiones, tan fructíferas en las redes sociales, donde encontramos una afinidad en su uso: Modi, 53 millones de seguidores en Twitter, Trump 73 millones. A ambos se deben legislaciones duramente criticadas por sus respectivas oposiciones y por las instituciones defensoras de los derechos humanos. En Estados Unidos las víctimas son los inmigrantes hispanos y los afroamericanos, y en la India los musulmanes, convertidos en extranjeros o en ciudadanos de segunda clase.

Para acercar a dos países de tales dimensiones, no basta con las simpatías mutuas, ni los talantes chovinistas y autoritarios que les asemejan. Hay lazos objetivos más allá de Trump y de Modi. Ya se estrecharon con George W. Bush y Obama, y seguirán estrechándose sin Trump y sin Modi. El más importante es el que reclama frenar o al menos contrapesar a China, la superpotencia que aspira a convertir su centralidad territorial en Asia en hegemonía absoluta en todo el entorno marítimo e incluso oceánico del Pacífico.

Trump y Modi practican una diplomacia gratificante para los liderazgos populistas. Trump recibió a su colega indio en un estadio de Houston ante 50.000 personas en septiembre pasado con el saludo Howdy Modi, y este le ha devuelto el cumplido en otro estadio, en Ahmedabad, su feudo electoral, con otro saludo, Namaste Trump. Pero detrás del folclore y de la adulación están los movimientos tectónicos de la geopolítica, que acercan Washington a Nueva Delhi y la alejan de Islamabad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_