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Columna
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Modi: el riesgo del ‘mayoritarismo’

Con el pretexto de poner orden los derechos de ciudadanía, el Partido Nacionalista Hindú ha sacado de la botella al genio de las fuerzas sectarias

Eva Borreguero
La policía intenta contener a los estudiantes de la universidad islámica Darul Uloom Nadwatul Ulama que se manifiestan en Lucknow, en el norte de India.
La policía intenta contener a los estudiantes de la universidad islámica Darul Uloom Nadwatul Ulama que se manifiestan en Lucknow, en el norte de India. REUTERS

Con el pretexto de poner en orden los derechos de ciudadanía, el Partido Nacionalista Hindú (BJP) ha sacado de la botella al genio de las fuerzas sectarias. No es asunto baladí. En 1871, el intento de censar las categorías religiosas activó los dos grandes temores que a día de hoy fundamentan los nacionalismos religiosos del subcontinente: la conciencia minoritaria de los musulmanes y la debilidad de un hinduismo fragmentado a lo largo de las divisiones de casta. Posteriormente, el drama de la Partición (dos millones de muertos y 14 de desplazados) tuvo su origen en diferentes concepciones identitarias de la nación: secular para la India; musulmana para Pakistán. Como lo tiene, en última instancia, el conflicto de Cachemira, causante de tres guerras entre ambos países. Aun así, India, probablemente el país de mayor diversidad religiosa, lingüística y cultural, emergió en la segunda mitad del siglo XX como un modelo de convivencia. Con todas sus imperfecciones.

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El Gobierno de Narendra Modi acaba de aprobar una serie de medidas destinadas a actualizar el registro nacional de residentes y facilitar la concesión de nacionalidad a los inmigrantes cristianos, hindúes y budistas provenientes de Pakistán, Bangladés y Afganistán. Por separado, ambas iniciativas no aparecen amenazadoras.

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La puesta al día del registro era un procedimiento pendiente. La enmienda a la ley de ciudadanía en teoría está dirigida a proteger a las minorías religiosas perseguidas en los países musulmanes del vecindario. Es en la conjunción de ambas donde surge una herramienta de discriminación contra la población musulmana india, de unos 200 millones. Un posible resultado sería que aquellos musulmanes que no puedan demostrar su nacimiento, o el de sus padres, se convertirían en inmigrantes ilegales y deberían abandonar el país. Aspecto de especial gravedad si tenemos en cuenta que cerca de la mitad de la población india afectada no tiene certificado de nacimiento, lo que envía un claro mensaje: “En este país, los musulmanes no contáis”.

Con este movimiento, India se aparta de la senda marcada por figuras universales, como Gandhi y Nehru, y se adentra en la lógica del mayoritarismo religioso que recorre la región: en Sri Lanka y Myanmar, países de mayoría budista, la minoría musulmana es objeto de persecución y ataques, cuando no de limpieza étnica. Y en los islámicos Pakistán y Bangladés, desde hace décadas, las minorías hindú y cristiana han sido reducidas a la marginalidad.

El fortalecimiento de la identidad nacional hindú se encuentra en el ADN del BJP. Pero una cosa es realzar las tradiciones hindúes: como el yoga, (al que Naciones Unidas le ha dedicado un día internacional), la literatura y escuelas filosóficas clásicas, o la medicina ayurvédica; y otra es adoptar medidas que pongan en peligro el delicado equilibrio que tanto costó lograr y por el que se pagó un precio tan elevado.

Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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