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Columna
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Los pelmazos del coronavirus

Desde los orígenes de la crisis, las redes sociales han hervido bajo el plomo fundente de la mentira y la intoxicación

Javier Sampedro
Varios ciudadanos de Wuhan, con mascarillas y protección para evitar el contagio del coronavirus.
Varios ciudadanos de Wuhan, con mascarillas y protección para evitar el contagio del coronavirus.Getty Images

Mientras el Mobile de Barcelona, el mayor congreso tecnológico de Europa, se ha cancelado por lo que empezó siendo un goteo de empresas que se rajaban una a una y ya podemos calificar como una deserción masiva de los principales actores, parece un buen momento para preguntarse: ¿qué parte de ello se debe a una prevención racional contra la propagación del coronavirus Covid-19 y qué parte a la intoxicación de las redes sociales por los mentirosos compulsivos, los agentes interesados en empeorar las cosas y otros pelmazos de difícil adscripción?

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La pregunta tiene interés económico. Barcelona se expone a perder 500 millones de euros y 14.000 empleos temporales. Al haber cancelado el Mobile, los organizadores tendrán que dejarse una pasta en indemnizaciones a las empresas. Las aseguradoras no cubrirán las pérdidas mientras no se declare en España una alerta sanitaria. Un planazo.

Desde los orígenes de la crisis, a finales del año pasado, las redes sociales han hervido bajo el plomo fundente de la mentira y la intoxicación. Ya existe una vacuna contra el Covid-19, pero se mantiene en secreto. Los chinos que comen murciélagos son el foco de la epidemia. La Fundación Bill y Melinda Gates financió la creación del virus, que por otra parte es producto de un programa de armas biológicas y puede curarse bebiendo lejía. Tonterías, ¿no? Pero ¿saben ustedes la velocidad a la que se propagan las tonterías? Tenemos evidencia empírica de que es mucho mayor que la que exhibe la información veraz. Lo que nadie sabe es qué hacer al respecto.

En el caso del coronavirus, es difícil imaginar a qué clase de interés retorcido pueden obedecer esos mensajes. Pero si ampliamos el foco a otras desinformaciones podemos hacernos una idea más nítida. Si alguien enlodaza las redes sociales refutando que los combustibles fósiles tengan relación con el cambio climático, o negando que los coches diésel agraven la contaminación, podemos estar bastante seguros de cuál es la fuente. Las consultorías especializadas en defender lo indefendible —tabaco, sustancias tóxicas, petróleo, desechos dañinos— proliferan como setas desde hace 20 años. Utilizan científicos mercenarios, papers amañados, abogados de colmillo retorcido y cualquier otro medio al servicio de sus clientes. El epidemiólogo David Michaels acaba de publicar en inglés El triunfo de la duda: dinero oscuro y la ciencia del engaño, donde documenta estas prácticas de desinformación masiva, a menudo, de primera mano (fue administrador de la agencia de salud pública con Barack Obama).

El triunfo de la duda. En 1969, un alto ejecutivo de British American Tobacco inventó esa estrategia al escribir: “La duda es nuestro producto, puesto que es la mejor manera de competir con el cuerpo de los hechos que existe en la mente del público”. Competir con el cuerpo de los hechos. Esa es la profesión de los consultores sin alma que anegan las redes con sus lixiviados virulentos. Niega la verdad, propaga la mentira, siembra la duda y vencerás.

La organización del Mobile intentó ayer mantener la cita. No había razones para declarar una alerta sanitaria en España, y en las condiciones de seguridad que imperan en la reunión la probabilidad de contagio era remota. Las empresas han caído víctimas del triunfo de la duda. Me pregunto a quién beneficiará eso.

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