Cinco historias que narran la estrecha relación entre mayores y voluntarios
Alrededor de 2,5 millones de españoles son voluntarios, un 6,2% de la población, con una mayoría de mujeres (63%)
Cada día miles de personas se cruzan en la calle sin apenas mirarse, pendientes de sus cosas, inmersos en sus pensamientos, ajenos completamente unos de otros. Una mirada un poco más atenta, permite detectar algunos lazos que unen a dos personas más allá de relaciones de amistad, trabajo o familiares. Se pueden observar en el autobús, el médico, en una terraza o sentados en el banco de un parque. Son una persona mayor y el voluntario que la acompaña. Ambos han creado una relación a lo largo del tiempo que se podría calificar como distinta. No es de amistad ni familiar, tampoco de compañerismo o laboral. Uno no cobra ni recibe gratificaciones por lo que hace. El otro no espera más que ser escuchado y atendido.
Hay cifras y números sobre el voluntariado en España. Alrededor de 2,5 millones de españoles son voluntarios, un 6,2% de la población, con una mayoría de mujeres (63%). Son datos del informe sobre la acción voluntaria en 2018 de la Plataforma del Voluntariado en España. Pero más allá de los datos, están las historias de unas personas que comienzan a compartir parte de sus vidas y que desarrollan unas vivencias que son la explicación de por qué se sienten tan bien unos junto a otros.
Estas son algunas de esas historias.
1. María Antonia Cuéllar y Julián Fernández
La relación de María Antonia Cuéllar, 73 años, y Julián Fernández, de 72, se inició hace seis años cuando este empezó a ir a casa de la primera todos los lunes unas tres horas para que ella se tomara un respiro en el cuidado de su marido (así se llama el programa de Cruz Roja, Respiro familiar). Ángel, de 76 años, lleva diez años sin moverse ni hablar por una demencia vascular.
Después de 18 años siendo voluntario en Cruz Roja, Julián no ha perdido la ilusión del primer día. “Lo quiero un montón”, dice, refiriéndose a Ángel. “Le hablo mucho y le cojo la mano cuando lo saco para tomar el sol en un parque”, cuenta divertido al pensar lo que otros dirán cuando los ven juntos. Con Antonia se lleva “divinamente”, y aunque se echan "la bronca”, la que “manda es ella”, afirma.
Antonia justifica con su acento gaditano que no ha perdido después de 45 años en Mallorca, que se pelean “porque los dos son géminis”. Ella reparte su cariño entre su marido, “lo más bonito que tengo en mi casa”, y Julián, “una persona maravillosa en la que tengo plena confianza”. No es para menos. “Cuando viene a casa y le habla, mi marido pone los ojos de otra manera”, cuenta orgullosa.
2. Gonzalo Patino y Julia Prada
No es raro encontrar sentados en una terraza de Madrid tomándose unas cañas a Gonzalo Patiño, de 87 años, y a Julia Prada, de 57, de Grandes Amigos, que lo acompaña desde hace un año. Los dos, en la imagen que encabeza este artículo, definen estos momentos como los más divertidos que pasan juntos.
Uno y otra se echan flores sin ningún tipo de reparo. Él “la adora” está “encantadísimo con ella” y ha desarrollado “una gran amistad”. Ella dice que es “su abuelito y que forma parte de su familia”.
Una tercera voz, la de la hija de Gonzalo, lo confirma todo. “Es como si mi padre tuviera otra hija. Le cuenta todo. Es su psicóloga particular”, asegura.
3. Dolors Inglada y Eva Solá
Dolors Inglada, de 82 años, y Eva Solá, de 35, han creado una relación en la que lo normal sería afirmar que la una es la madre de la otra. Aunque no sea así, a las dos les da igual. Comparten desde hace casi un año, y un día a la semana, confidencias y experiencias que se cuentan primero la una a la otra, y después a su familia. “Le dije antes a ella que a mi pareja que quería tener hijos”, explica Eva.
La Fundación La Caixa, a través del programa Siempre acompañados, que desarrolla con la colaboración de Cruz Roja, es la culpable de poner en contacto a dos personas que disfrutan mucho de los momentos que comparten.
“Somos más que amigas”, señala Dolors. “Es como si fuera una hija. Hablamos de cosas de mujeres. Tiene detalles conmigo que me hacen muy feliz. Le estoy muy agradecida”, resume.
“Buscaba algo más en la vida que me llenara, me faltaba el contacto con otras personas”, comenta Eva. “Charlar, charlar y charlar, es lo que hacemos. Sobre todo la escucho. Es un intercambio de experiencias”, concluye.
4. Antonia Olmedo e Isidre Ortiz. Fundación Amigos de los Mayores.
Hace ya más de sesenta años que Antonia Olmedo, que ahora tiene 79, se trasladó desde Mancha Real (Jaén) a Cataluña y ahí se quedó. Se casó y tuvo dos hijos. Viuda desde hace 28 años y con graves problemas de salud, se puso un día a llamar por teléfono para pedir ayuda y “sin querer ni saber dónde llamaba”, acabó contactando con Fundación Amigos de los Mayores. “Lo mejor que me ha pasado”, asegura.
Ahí fue donde conoció a Isidre, 74 años. Desde hace ocho va un día a la semana a su casa, la acompaña a caminar, la lleva al médico y, sobre todo, la escucha. “Es muy bueno, un santo, me escucha, a veces se duerme, pero es que hablo mucho”, explica entre risas Antonia.
Isidre se hizo voluntario cuando se jubiló en 2008. Cree que lo más importante de su labor es el “acompañamiento emocional” a las personas. Él lo hace y lo ha llevado incluso un poco más allá. Se ha convertido en el confidente de Antonia. “Somos amigos y confía en mí”, describe su relación.
Antonia lo confirma diciendo que es el que mejor la conoce y cuenta que siempre le dice: “No me abandone, no me deje, señor Isidre”.
5. Fermina Vega y Mariano Rebollo.
Fermina Vega, de 76 años, ha tenido una vida muy dura en la que poca gente la ha tratado bien. Por eso valora por encima de todo el trato que Mariano Rebollo, voluntario desde hace cinco años en la Fundación Aisama de Cáritas, le da cuando va a su casa una vez a la semana desde hace casi dos años.
“Es muy amable y buena persona. Lo que más me gusta de él es su amistad y sinceridad”, manifiesta. Mariano, que sabe las dificultades por las que ha atravesado Fermina a lo largo de los años, la define como una persona “entrañable y encantadora” a la que sobre todo “le gusta charlar”.
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