Automóvil gripado
Para la industria será difícil recuperar el peso que tenía tan solo cinco años atrás
El sector del automóvil seguirá siendo este año uno de los principales exponentes de la atonía de la industria en todo el mundo. Los efectos de la guerra comercial, las regulaciones sobre emisiones contaminantes y las nuevas preferencias de los consumidores han causado importantes descensos en la demanda que se han traducido en contracciones de la producción global. Además de un importante demandante de materias primas y productos intermedios, la industria está muy integrada internacionalmente, definiendo cadenas de producción transfronterizas ahora seriamente condicionadas por la incertidumbre asociada a las tensiones comerciales, incluido el Brexit.
La crisis del sector es global, pero las amenazas son más severas en Europa, de forma particular en Alemania. La producción de automóviles en este país, donde se fabrican la tercera parte de los automóviles europeos, ha descendido en 2019 por tercer año consecutivo hasta 4,7 millones de unidades, el nivel más bajo desde 1997, según VDA, la patronal de fabricantes. La contracción de las exportaciones, del 13%, fue la razón fundamental de ese nuevo descenso en la producción, que explica las amenazas recesivas sobre la economía alemana en los dos últimos trimestres, y el impacto adverso en la eurozona.
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La economía española es particularmente tributaria del debilitamiento de ese sector. En primer lugar, porque, a pesar de no disponer de ninguna compañía productora española, nuestro país es uno de los grandes fabricantes mundiales de automóviles (con un peso del 9% del PIB y algo más en el empleo) y uno de los principales exportadores. En segundo, porque varias compañías españolas se encuentran entre las principales firmas de componentes, muy dependientes de la demanda de las grandes productoras globales. Por último, el pulso de la economía española depende en gran medida de la demanda exterior, que explica más de una tercera parte de la formación del PIB, en particular de la proveniente de la anémica eurozona y, desde luego, de la locomotora germana.
La recuperación del sector no será fácil porque las alteraciones en la demanda no resultan precisamente circunstanciales y algunas de ellas exigen inversiones en tecnologías compatibles con las regulaciones y cambios en las preferencias de los consumidores. Todo esto, en un sector que seguirá inmerso en esa intensa competencia, presionando sobre los precios finales y desde luego sobre los costes de producción. Y, no menos importante, con una renta disponible de la mayoría de los demandantes que no invita a la rápida rotación de aquellos bienes de consumo duradero que exigen desembolsos elevados, por muy favorables que sean ahora las condiciones de financiación. Aun cuando las autoridades de EE UU y China dieran completa marcha atrás en los aumentos de aranceles, el del automóvil será uno de los sectores que difícilmente recuperará la conformación e importancia relativa que tenía hace apenas cinco años.
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