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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Limpiar el aire

Si los coches que entran en Barcelona son menos contaminantes, se habrá ganado mucho en términos de salud y de calidad ambiental, pero no será suficiente

Ronda de Dalt (Barcelona) este jueves, primer día de funcionamiento de la Zona de Bajas Emisiones.
Ronda de Dalt (Barcelona) este jueves, primer día de funcionamiento de la Zona de Bajas Emisiones. Enric Fontcuberta (EFE)

El área de Barcelona acaba de estrenar una de las mayores zonas de bajas emisiones de Europa: 95 kilómetros cuadrados, 20 veces más que la superficie de Madrid Central pero cinco menos que la de París. La zona abarca prácticamente toda la superficie de la capital y parte de otros cuatro municipios adyacentes. Con algunas excepciones, los coches más contaminantes que no posean etiqueta ambiental no podrán circular entre las siete de la mañana y las ocho de la tarde de los días laborables. El objetivo es reducir la circulación en unos 50.000 vehículos el primer año y hasta 125.000 en cuatro años.

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Con esta medida Barcelona afronta por fin uno de los problemas que más preocupa a su ciudadanía: la alta contaminación ambiental. La ciudad supera desde hace más de una década límites establecidos por la OMS y junto con Madrid, tiene abierto un procedimiento sancionador de la UE por incumplimiento de la directiva sobre calidad del aire. Era pues una medida no solo necesaria sino urgente. La Agencia de Salud Pública de Barcelona estima que en 2018 se produjeron en la ciudad 351 muertes prematuras directamente relacionadas con la polución. Aunque la medida causa inconvenientes a los propietarios de los vehículos afectados, parte con el viento favorable de una opinión pública concienciada: nueve de cada diez barceloneses se muestra muy o bastante preocupado por la emergencia climática y siete de cada diez están dispuestos a reducir el uso del vehículo privado, según el último barómetro publicado.

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Es remarcable que en las condiciones de fragmentación y confrontación política extrema que vive el país, la medida haya sido aprobada sin ningún voto en contra en el Consistorio y con el voto a favor de un abanico de fuerzas que va más allá de la actual mayoría de gobierno formada por comunes y socialistas. Esto ha sido posible después de que fueran aceptadas el 45% de las alegaciones presentadas, entre ellas algunas destinadas a mitigar los efectos de la prohibición en las personas de rentas bajas.

La cuestión ahora es si será suficiente para cumplir la normativa europea sobre calidad del aire. Algunos informes advierten de que no y las autoridades metropolitanas estudian ya medidas adicionales. No se trata de sustituir el actual parque de vehículos viejos por otros nuevos, sino de reducir el número de coches que circulan. Cada día entran en Barcelona 435.000 coches. Si son menos contaminantes, se habrá ganado mucho en términos de salud y de calidad ambiental, pero no será suficiente. El verdadero reto es cambiar el modelo de movilidad, reduciendo el peso del vehículo privado en favor del transporte público. Y para eso se necesitan inversiones mucho más ambiciosas que las ahora previstas en la red de metro y autobuses.

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