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Columna
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Diez años en un minuto

Los escenarios nuevos y la irresponsabilidad de los líderes tensan el tejido institucional, pero las noticias de la muerte del sistema de 1978 pueden ser exageradas

Daniel Gascón
Concentración en la Puerta del Sol de Madrid en contra de la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, en 2016.
Concentración en la Puerta del Sol de Madrid en contra de la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, en 2016.Álvaro García

La crisis financiera transformada en crisis fiscal y el estallido de la burbuja inmobiliaria obligaron al presidente Zapatero a hacer recortes. El Tribunal Constitucional anuló 14 y sujetó a interpretación 27 de los 223 artículos del Estatut de Cataluña; un president de la Generalitat socialista participó en una manifestación contra la sentencia. Se reformó apresuradamente el artículo 135 de la Constitución.

El 15-M cuestionó el bipartidismo y la representación. Había inquietud por la corrupción y una sensación de estafa. El PP ganó por mayoría absoluta las elecciones generales. Hubo rescate bancario, subidas de impuestos, reforma laboral, ajustes. Todos sabíamos lo que era la prima de riesgo. Éramos un país en concurso de acreedores. Artur Mas decidió renegociar la financiación autonómica: sabía que no sería posible. A su regreso, una multitud le esperaba; él decretó el inicio del procés.

Algunos veían en la crisis la oportunidad de realizar reformas. El cambio fue limitado; la recuperación cerró esa ventana. Surgieron nuevos partidos: el descontento encontró un cauce institucional. Los politólogos quitaron el sitio a los economistas. Se hablaba de la clase media, aunque sufrieron sobre todo las clases bajas. Las expectativas de los jóvenes se recortaron: se extendía un régimen de precariado, eran adultos de Schrödinger. Era otro país. ETA dejó de matar. Abdicó el rey. El bipartidismo terminó: el problema pasó de la representación a la gobernabilidad. Se celebraron cuatro elecciones en cuatro años. Se extendió una hiperpersonalización de los liderazgos políticos; la nueva política envejeció rápidamente.

Hubo cosas inéditas. La deriva insurgente del independentismo provocó una crisis constitucional y la aplicación del artículo 155. Triunfó una moción de censura, motivada por un caso de corrupción. Políticos importantes y el cuñado del Rey fueron a la cárcel. Se dejó de hablar de políticas públicas; la identidad, la moralización y la guerra de posiciones lo invadieron todo, del clima al feminismo. El espacio socioliberal se rompió con el tono amargo de una pelea de familia. Despertamos y la España vacía todavía estaba ahí. La ultraderecha apareció de pronto y se convirtió en la tercera fuerza. Quienes criticaban la judicialización de la política reclaman ahora la politización de la justicia. Los escenarios nuevos y la irresponsabilidad de los líderes tensan el tejido institucional, pero las noticias de la muerte del sistema de 1978 pueden ser exageradas. @gascondaniel

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Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).

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