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Tribuna
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2020, año de la justicia climática

Limitar el calentamiento global a 1,5°C requerirá que se tomen medidas en todos los niveles

Asumir principios y justicia climática implica responsabilidad.
Asumir principios y justicia climática implica responsabilidad.Trent Haaland (Unsplash)
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En 2019 millones de ciudadanos de todo el mundo salieron a la calle pidiendo acciones contra la emergencia climática, en todos los continentes, miles y miles de manifestaciones se sucedieron exigiendo actuar y no es para menos.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que no es sospechosa de nada, “el año 2019 pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, cambios exacerbados por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana”. Casi con toda certeza, las temperaturas medias del quinquenio (2015-2019) y de la década (2010-2019) serán las más elevadas de las que se tiene constancia.

En 2019 la temperatura media mundial (entre enero y octubre) estuvo aproximadamente 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales y será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos. Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón en 2018, y en 2019 no dejaron de aumentar. La acidez del agua del mar ha aumentado un 26 % desde el inicio de la era industrial y ecosistemas marinos de vital importancia se están degradando.

El valor mínimo de extensión diaria del hielo marino en el Ártico de septiembre de 2019 fue el segundo más bajo desde que se tienen registros satelitales, y en el mes de octubre también se establecieron récords de extensión mínima. En la Antártida, las extensiones de hielo registraron valores mínimos sin precedentes en algunos meses de 2019. Los efectos del cambio climático se manifiestan a diario en forma de fenómenos meteorológicos extremos y anómalos.

Las olas de calor y las inundaciones que solían producirse una vez cada 100 años son cada vez más frecuentes. Los efectos de ciclones tropicales de una intensidad devastadora se sintieron en países desde Bahamas hasta el Japón, pasando por Mozambique, y los incendios forestales arrasaron grandes zonas del Ártico y Australia. Y la configuración de las precipitaciones es más irregular. Un total de 22 millones de personas podrían ser los desplazamientos asociados a fenómenos meteorológicos extremos de 2019.

Además, podemos decir que fue el año del inicio de la descarbonización. Los inicios son todavía desesperadamente lentos, y a nivel global vemos que todavía han seguido aumentando las emisiones en un 0,6% después de cinco años del acuerdo de Paris.

Es necesario volver a preguntarse otra vez más, si este sistema económico y financiero preferirá barbarie como hasta ahora o inteligencia colectiva

La COP24 ya fue un fracaso en tomar medidas más ambiciosas y del olvido de la ciencia. Este fracaso se volvió a dar en la COP25, a pesar de ya muy poca gente niega que el cambio climático sea el mayor problema al que se enfrenta la humanidad evidenciando la gran brecha entre ciudadanos y sus demandas y los políticos y empresas contaminantes.

2020 puede ser el año de la justicia climática, donde se convierta en un tema ético y político algo que hasta ahora solo era un problema ecológico y económico. Desde que salió el termino en la COP6 del año 2000 no se ha materializado. Pero, los graves efectos que ya se están observando y que según todos los indicios van a ser mucho mayores, nos exigen, por una parte, empezar a adaptarnos y, por otra, determinar responsabilidades actuales e históricas de los gobiernos y de las empresas, sobre el calentamiento global.

Adaptarse implica tomar medidas para que no ardan los ecosistemas forestales sin ningún control, a disminuir los cultivos forestales, a controlar los matorrales pirófitos... Pero también disminuir los regadíos, reducir el derroche del agua y adaptar la política hidrológica, o dar un paso atrás en las costas y en las zonas inundables, o adaptar las ciudades introduciendo biodiversidad, agua y sombras para disminuir los aumentos de temperaturas que ya sufrimos todos.

Asumir principios y justicia climática implica responsabilidad. Algo tan sencillo como que los contaminan paguen, y los que más contaminen paguen más. Considerando que el cambio climático está siendo causado principalmente por naciones industrializadas y corporaciones transnacionales y que los bancos multilaterales de desarrollo, las empresas transnacionales y los gobiernos del norte, en particular los Estados Unidos, han comprometido la naturaleza democrática de las Naciones Unidas en su intento de abordar el problema.

Por todo ello los gobiernos deben de asumir sus responsabilidades para proteger a la gente. En este contexto, la organización Urgenda de Holanda demandó al gobierno para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como forma de garantizar el derecho a la propia existencia. Y el tribunal superior de Holanda le ha dado la razón: El Estado holandés deberá emitir un 25% menos de CO2 que en 1990, (Recordemos que España emite alrededor de un 15% más que en 1990 y que tan solo 10 empresas son responsables del 25% de los gases de efecto invernadero).

Así que es necesario adoptar soluciones obligatorias con compromisos reales a pesar de los fracasos políticos internacionales. Es esperable que la COP26 de Glasgow desatasque con la presidencia francesa y británica la negociación.

Limitar el calentamiento global a 1,5°C requerirá que se tomen medidas en todos los niveles de la administración central, autonómica y local. El sector productivo y las empresas deberán asumir sus responsabilidades estrictas de reducción de emisiones.

En 2020 seguirán vivos procesos tales como hacer las ciudades sostenibles, hacer que la economía circular sea algo más que una ocurrencia y aplicar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de una forma real a todas las organizaciones y administraciones, pero todo ello deberá alinearse con la descarbonización y la justicia climática, sostenido por presupuestos y políticas y todo ello medido con indicadores y con una adecuada rendición de cuentas. Y como dice el presidente de la OMM: “Si no adoptamos medidas urgentes para combatir el cambio climático ahora, todo apunta a un aumento de la temperatura de más de 3°C de aquí a finales de siglo, y sus consecuencias para el bienestar de la humanidad serán todavía más perjudiciales”

Es necesario volver a preguntarse otra vez más, si este sistema económico y financiero preferirá barbarie como hasta ahora o inteligencia colectiva. Es decir, suicidio colectivo y colapso o una gran transición inteligente. La respuesta llegará en los próximos meses.

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