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Columna
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Falso constitucionalismo

La peor insidia de hoy es la acusación al PSOE de ser anticonstitucional, aliado del terrorismo, incentivador del comunismo y de la destrucción de España

Xavier Vidal-Folch
El líder del PP, Pablo Casado, este miércoles en Madrid.
El líder del PP, Pablo Casado, este miércoles en Madrid.Emilio Naranjo (EFE)

La peor insidia de hoy es la acusación al PSOE de ser anticonstitucional, aliado del terrorismo, incentivador del comunismo y de la destrucción de España, digno pues de ser objeto de un cordón sanitario que le aísle. En nada contribuye esa retórica al consenso democrático, al rearme constitucionalista y a la estabilidad institucional a la que contribuyeron los dos grandes partidos. Solo es útil para tapar el sonrojante pacto del PP con el parafascismo de Vox.

Las acusaciones se lanzan contra el partido, de los hoy existentes, que es el más persistente padre de la Constitución, junto a la Minoría Catalana antecesora del (hoy huidizo) Junts; y el Partido Comunista, predecesor de Izquierda Unida. Fue también el autor de la estrategia que venció —el Gobierno Zapatero/Rubalcaba— al terrorismo etarra, lo que le valió el más infausto ataque de Mariano Rajoy: le imputó “traicionar a los muertos” y revigorizar a “una ETA moribunda”. Y el que propició, con UCD, la integración de los nacionalismos en la España reunida.

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Dice eso del socialismo el líder del PP, Pablo Casado, como lo dijo el retirado Albert Rivera, a cuenta de su pacto con UP/Podemos, al que reputa de comunista, y del diálogo con Esquerra. Olvida que los comunistas fueron brillantes coautores de la Constitución, la votaron en bloque y la han respetado siempre. Y lo que se dirime con ERC no es su entusiasmo por la Constitución —votó en contra—, sino su rescate hacia el marco de la actuación constitucional y estatutaria. En el que ha desplegado el grueso de su historia reciente, salvo los fatales años del procés. Si el PSOE pacta con ellos, tras haberlo evitado en verano, es también por culpa del cordón sanitario contra él decretado.

Mire mejor el líder de la derecha a su propio partido. De haber mandado los populares en 1978, y no la UCD, no existiría esta Constitución: los diputados de su núcleo antecesor, AP, votaron casi en bloque contra el título VIII. Y en la votación de conjunto, cinco lo hicieron en contra, ocho a favor y tres se abstuvieron.

El fundador, Manuel Fraga, fue un ministro franquista que firmó penas de muerte, aunque luego se civilizó. El refundador, Josemari Aznar, un falangista que militó contra la Constitución. Peor: fue el inductor de que muchos vencedores de la guerra —que coprotagonizaron la reconciliación gracias al amargo recuerdo de sus desgracias, al Concilio Vaticano II y a la huida de sus hijos a las filas rojas— regresaran desde su posterior centrismo al autoritarismo, al grito chulesco de ¡sin complejos!

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