Annie Ernaux: “El sexo y la muerte están unidos”
Premio Formentor de las Letras 2019, la escitora francesa lleva medio siglo haciendo de su intensa vida una obra literaria. O al revés. Mejor descubrirlo en ‘Los años’
Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) aparece en Formentor (Palma de Mallorca) con la mirada mineral que la caracteriza. La de una escritora a la que le interesa más la forma que los hechos. Quizás por eso paseaba tranquila por los jardines del hotel, como si el Premio Formentor de las Letras 2019, dotado con 50.000 euros, no se lo hubieran dado a ella.
Dueña de una amplia obra autobiográfica que incluye títulos como La mujer helada, No he salido de mi noche o Memoria de chica, Ernaux recibió el galardón que consagra su trayectoria y leyó un discurso en el que recordó: “Todos somos seres atravesados por conflictos. El que habita en la adolescencia, que es el que determina las actitudes ante la vida, tiene como particularidad la interiorización de la división social del mundo, de la fractura económica y cultural entre las capas dominantes y dominadas de la población”. Su obra está atravesada por ese tipo de conflictos. Para ejemplo, Los años (Cabaret Voltaire), un ambicioso y particular libro de memorias.
'Los años' parece una condensación de toda su obra. ¿Cómo se enfrenta a ese reto? El libro quiere integrar una vida, la mía, sin entrar en detalles psicológicos, con la historia general de Francia desde que tenía cinco años hasta hoy, sin saber hasta dónde iba a llegar hoy [termina en 2008]. Vida e historia juntas. Es un proyecto diferente de los libros autobiográficos habituales porque en ellos el autor cuenta su vida y alrededor gravita el mundo, y en mi obra no: el mundo primero y mi vida dentro, indisociables.
"La distancia es indispensable porque cada vez que pienso en una época de mi vida pienso que no soy la misma, y que al mismo tiempo sí lo soy"
¿Qué hubiera añadido si 'Los años' hubiera llegado hasta hoy? Me consideraría ahora más alejada de la pasión, ahora soy abuela [risas]. Pero un escritor no puede ser una simple postura. Cuando escribo, me sumerjo en los recuerdos e intento que mi prosa se vea atravesada por la atmósfera de unos años para volver a sentirlos de nuevo a través de una actitud poética y poder conservarlos.
En cada capítulo observa una fotografía en la que aparece recién nacida, niña, adolescente, en la universidad, madre, a punto de divorciarse… y habla de usted en tercera persona. ¿Por qué esa distancia? La distancia es indispensable porque cada vez que pienso en una época de mi vida pienso que no soy la misma, y que al mismo tiempo sí lo soy. Entre la foto de la adolescente que solo se imagina el porvenir, y una de hoy, por fuerza ya no soy la misma, ni física ni mentalmente. Y en el interior de cada foto está el esfuerzo por describir cómo veía el pasado entonces y cómo veía el futuro. En cualquier caso yo siempre soy otra, nuestra identidad es flotante. Eso es algo político y filosófico, y tiene que verse reflejado en el interior de una escritura literaria como la mía. La foto, desde un punto de vista sociológico, dice infinidad de cosas: la postura, el decorado, la ropa… son síntomas del tiempo. ¡Es un signo metafísico!
¿Qué importancia tiene el sexo en su obra? Esta es una pregunta crucial en la medida en que el sexo y la muerte están unidos. El sexo es, de manera evidente, la conjunción de los dos. Pero es difícil de representar. Siempre que intentamos describirlo nos falta algo. Existe la posibilidad de figurarlo a través de su naturaleza muerta, de las ropas, que no podemos imaginar sin el cuerpo ausente, ahí está su huella invisible.
¿Ha conseguido el propósito que se marcó hace cinco décadas, cuando decidió construir una obra literaria a partir de su propia vida? No es posible estar seguro de ello, pero teniendo en cuenta la recepción de los lectores digo que sí. Tengo el sentimiento de haber cumplido con mi deber.
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