Jason Schwartzman: “Amo trabajar. En casa mi vida diaria es bastante letárgica, pero en un plató...”
Por su sangre corre sangre Coppola, pero este actor inclasificable es oficialmente el muso de Wes Anderson. Después de ‘Entre los templos’, ahora estrena ‘Queer’, curiosamente dos películas que no han dirigido ni uno ni otro
Si existiera el título oficioso de “chico Wes Anderson”, Jason Schwartzman (Los Ángeles, 1980) encabezaría la lista para hacerse con la designación (con permiso de Bill Murray, claro). El actor californiano, que debutó en la gran pantalla en 1998 con Academia Rushmore de la mano de Anderson, ya suma ocho películas junto al cineasta texano: Viaje a Darjeeling, Fantástico Sr. Fox, Moonrise Kingdom, El Gran Hotel Budapest, Isla de perros, La crónica francesa y Asteroid City.
Sin que sirva de precedente, durante el encuentro con ICON en un hotel berlinés no promociona una nueva muesca en su filmografía junto a su realizador fetiche. Sentado en uno de los salones de este céntrico establecimiento de la capital alemana, Schwartzman habla de Entre los templos (2024), una comedia screwball bastante peculiar dirigida por Nathan Silver, que en España se puede ver en Apple TV.
En ella, el californiano encarna a Ben Gottlieb, un cantor de sinagoga, deprimido por su reciente viudedad y por haber perdido la voz, que anda sumido en una profunda crisis de fe. Mientras todo su entorno le presiona para que se case con la hija del rabino, reaparece en su vida su antigua profesora de música del colegio. Ahora él ha de ser su instructor de cara a la celebración del Bat Mitzvah, una ceremonia que habitualmente se celebra a los 12 años y que ella encara tras su jubilación.
“Me emocioné al leer el guion desde la primera página. Era algo totalmente inusual y diferente. Nunca había leído nada igual, tanto en el estilo como en lo que cuenta. Me pareció una gran aventura”, se arranca Schwartzman, embutido en una cazadora cerrada hasta arriba y una bufanda multicolor bien apretada al cuello (estamos en invierno, sí, pero también en un espacio interior: ¿qué hará este hombre cuando ponga un pie en las gélidas calles berlinesas?).
En cierto modo, el filme se podría entender como un homenaje a su padre, Jack Schwartzman, un productor de Hollywood de origen judío-polaco que falleció cuando él estaba a punto de cumplir 14 años. “De una manera un tanto egoísta estaba emocionado por rodar esta película porque quería aprender más sobre el judaísmo”, explica el actor, que en este proyecto también ejerce de productor ejecutivo. “Me sentí muy cerca de este personaje cuyo trabajo es ayudar a los niños a prepararse para uno de los eventos más importantes de sus vidas, ya sea el Bar o el Bat Mitzvah. Pero está en una situación en la que ha perdido esa capacidad. Pensaba en lo confuso que debe sentirse, porque perder la fe es un problema que le puede pasar a cualquier creyente”.
Pese a que todo esto no suene a comedia, lo es. Aunque, además, su protagonista asegure que el rodaje no fue nada divertido. “En realidad, fue bastante difícil, porque una de las principales cosas que enfatizaba el director era que mi personaje hablaba muy lento. Es extraño que un realizador te diga: ‘más despacio’. No suelo escuchar mucho eso. Es un bajonazo. De hecho, nunca pensé que estuviéramos haciendo una comedia. Le preguntaba a Nathan [Silver]: ‘¿mi personaje se cree gracioso? ¿Es divertido o no? ¿Si estuviera en esta habitación te haría reír?”.
Al margen de su padre, Schwartzman forma parte de una de esas extensas estirpes hollywoodienses que no se sabe bien dónde empiezan y mucho menos dónde terminan: es hijo de la actriz Talia Shire (de soltera Coppola, que participó en la saga Rocky interpretando a la pareja de Sylvester Stallone en la ficción), sobrino de Francis Ford Coppola y primo del actor Nicolas Cage y de la directora Sofia Coppola. En 2009 se casó con la directora de arte y diseñadora Brady Cunningham, con la que tiene tres hijos. “Ir a trabajar me hace muy feliz. En el fondo, no hay otro lugar donde preferiría estar”, afirma. “En casa, mi vida diaria es bastante letárgica. Pero cuando estoy en el plató sucede algo… Me siento emocionado de estar allí. Creo que simplemente es tener trabajo, no tiene por qué ser en un rodaje. Es que me encanta trabajar”.
Y esta temporada, desde luego, no ha parado. Además de estrenar Entre los templos, ha participado en Megalópolis, la controvertida epopeya de su tío Francis Ford Coppola. Y aún le quedan por estrenar Queer (la última cinta de Luca Guadagnino, una adaptación de la célebre novela de William Burroughs), Pavements (un biopic musical experimental sobre la banda de rock alternativo Pavement) y The Last Showgirl (dirigida por su prima Gia Coppola). “Definitivamente, este ha sido el año que más he trabajado en mi vida”, bromea, aun siendo consciente de que su profesión no está exenta de épocas de vacas flacas. “Lo único que puedo tratar de hacer es no rendirme nunca. Es una profesión dura, porque hay muchos periodos de parón entre rodajes. Así que cuando trabajo intento convencerme de que es mi primer papel”.
No está nada mal para alguien que jamás deseó tener una carrera en Hollywood. “Realmente yo no sabía que quería ser actor”, declara. “En cierto modo fue parte de mi educación. Cuando era adolescente y veía películas, no pensaba: yo podría estar ahí. Sobre todo, con el tipo de cine de los ochenta. Con Arma letal no pensaba: a esto le falta una cosa: ¡Yo! ¿Quién puede creer eso?”. Y recuerda que en su momento estaba más enfocado en la música. “Cuando era joven tenía un boombox. Podías llevarlo contigo a tu habitación y sentías que era algo que podías hacer tú mismo. Y creo que eso era lo que me atraía de las canciones. No necesitabas a nadie para empezar a meter ruido. Entonces el cine era para mí algo similar al deporte profesional. Aunque me encantaban las películas”.
En 1997 llegó a sus manos el guion de Academia Rushmore, que a la postre sería su debut. “Nunca antes había leído uno”, rememora. “Pero me puse enfermo, una gripe. Así que mi madre acudió al videoclub y me alquiló tres cintas. Me dijo: ‘Deberías echarles un vistazo antes de tu prueba’. Eran Tarde de perros, Harold y Maude y El Graduado. Jamás las había visto. Me acuerdo de El Graduado y de ese momento en el que Dustin Hoffman está en su habitación y entra Mrs. Robinson... Recuerdo ese instante y pensar: “¡Ahora lo entiendo! ¡No puedes lograr eso con una canción!””.
Aun así, Schwartzman ha seguido compaginando los platós con la música. Fue batería y compositor de la banda angelina Phantom Planet hasta 2003 y ha publicado tres elepés con su proyecto personal Coconut Records, en los que toca la mayoría de los instrumentos. En el primero de ellos, Nighttiming (2007), colaboraron Kirsten Dunst y Zooey Deschanel como vocalistas. Y ya hay un cuarto álbum en camino. “He estado trabajando en un montón de canciones durante mucho tiempo y estaba medio estancado”, confiesa. “Creía que no debía hacerlo otra vez. Pero hace poco volví a conectar con Ben Kweller, un músico que conozco desde que tenía 18 años. Estuvo hace poco en Los Ángeles y sucedió algo parecido a lo que describe este filme. Así que vamos a grabar un disco juntos. Es el vivo ejemplo de una persona que aparece en tu vida de nuevo. No creo que hubiera sacado otro álbum si no hubiera sido por Ben”. Lo que es no saber estarse quieto.
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