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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

El juego donde luchas por tu derecho a vivir

Un documental sobre las personas refugiadas atrapadas en la ruta de los Balcanes

La ruta de los Balcanes es menos peligrosa si la comparamos con Libia. Pero menos peligrosa no quiere decir segura.
La ruta de los Balcanes es menos peligrosa si la comparamos con Libia. Pero menos peligrosa no quiere decir segura.Angélica Sánchez (No Name Kitchen)

Resulta extraño, pero de repente, unos minutos de espera pueden parecer una eternidad. Incluso cuando llevas años de espera en espera, buscando un refugio por medio mundo. Por eso, aguardar la llegada de un coche en un lugar desconocido en el que has pactado con un “traficante” y que te llevará de un nuevo paréntesis a otro –de un país a otro– tensa todo el cuerpo. Porque igual no aparece. Porque quizá no quedó claro el punto de encuentro, porque te engañaron...

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Youseef, procedente de Irak, nos cuenta que con el hambre y la sed ocurre parecido: lo malo no es sentirla, lo malo es no saber cuándo la conseguirás saciar tras días de caminata por el bosque, tratando de alcanzar Italia. Pero lo peor de todo –para algunos– es sentirte culpable por estar vivo después de ver caer a tantos a tu lado.

Estamos en Velika Kladusa, un pequeño pueblo bosnio que se encuentra a cuatro kilómetros de la frontera con Croacia. Allí sobreviven cientos de personas procedentes de Pakistán, Afganistán, India, Siria, Irán, Kurdistán (de Siria, Irak e Irán), Marruecos, Argelia, Nigeria, Bereberes, etc. Comenzaron a llegar hacia febrero de 2018 y en agosto –cuando se rodó The Game– algunas de ellas estaban establecidas en un asentamiento improvisado a escasos metros del núcleo urbano. En cambio, muchas otras se establecieron en casas en construcción, segundas viviendas o naves en desuso, gracias a la solidaridad de las personas locales.

Quizás, eso sea una de las pocas cosas reconfortantes que encuentras al llegar: que la memoria construye solidaridad; mientras que el olvido construye nuevos crímenes repetidos. La memoria de saber que hace poco más de veinte años fueron los bosnios quienes tuvieron que salir corriendo con las manos vacías.

Día a día, los refugiados se enfrentan a la brutalidad policiaca en esta frontera balcánica. No interesa si eres niña, mujer o anciano.
Día a día, los refugiados se enfrentan a la brutalidad policiaca en esta frontera balcánica. No interesa si eres niña, mujer o anciano.No Name Kitchen

Un año después, muchos están en la calle o en tiendas de campaña porque el campo “oficial” que han construido no cubre la demanda actual.

Estas personas llegadas de tantos rincones del mundo huyen de la guerra, de persecuciones políticas por ideología o por ser minorías, o son refugiados económicos. Están ahora mismo en Bosnia porque –podría decirse– esta nueva ruta es la menos peligrosa si la comparamos con la de Libia, con cruzar el Mediterráneo por otras zonas o con tratar de llegar a Europa por Hungría (que ha construido una valla de casi 200 km).

Estreno en Web

El documental vio la luz por primera vez en la Filmoteca de Navarra el pasado 12 de septiembre y será publicado junto al nuevo disco de la banda de rock Ingravitö.

En este proyecto musical participan varias personas refugiadas y migradas que viven en Pamplona.

La menos peligrosa no quiere decir que sea segura. La opción de perder la vida en el intento está presente, pero no tanto como en las anteriores. De hecho, mientras estábamos allá, dos personas perdieron la vida en un bosque croata tratando de atravesar ese país. Algunos dicen que se despeñaron; otros, que una tormenta provocó un alud de barro que los aplastó. No salieron en ningún titular y es probable que muriesen sin nombre.

Resulta inevitable echar la vista atrás y pensar lo lejos que queda ya 2015 en nuestra amnesia inducida: cuando la fotografía del cuerpo sin vida de un niño en una playa turca da la vuelta al mundo. Se llamaba Aylan, era kurdo y murió ahogado junto a su madre y su otro hermano huyendo de la guerra de Siria (desde una de las zonas que Turquía está bombardeando actualmente). La imagen nos devolvía el reflejo de lo que somos: una sociedad enferma que ha naturalizado las fronteras como lugares de conflicto, donde la muerte de inocentes está legitimada. Porque el miedo al migrante es el que justifica una inversión en control fronterizo cada vez mayor: un auténtico negocio.

La foto fue publicada en miles de periódicos y pareció remover conciencias. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, tras un leve intento de distribución de refugiados por los países de la UE, se externalizaron sus fronteras a países que no ofrecían garantías, se redujeron las capacidades de búsqueda y rescate y se criminalizó a diferentes organizaciones que intentaron e intentan salvar vidas en el Mediterráneo.

Es más, desde esa fotografía han muerto miles en el Mediterráneo. La agencia de la ONU para los refugiados calcula que en 2018, unos dos mil. En torno a la mitad, menores de 18 años. Sin ser noticia, sin titulares, sin fotos y sin testigos. Y es que criminalizar a las organizaciones de rescate, además de condenar a la muerte, supone eliminar también observadores incómodos que puedan ver qué está pasando.

The Game

En el olvido interesado de este drama, surge "The Game" (El Juego), que es como llaman los y las protagonistas del documental al cruzar una nueva frontera. Debido a que es un juego que pueden ganar o perder. Vidas que defienden su derecho a ser vidas, pese a la violencia de un sistema que las despoja de cualquier tipo de derecho por el hecho de migrar, por el hecho de haber nacido en el lado equivocado.

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