Evo, el manipulador
En Bolivia, igual que en Venezuela, las constituciones son tergiversadas por un Poder Judicial subordinado a las urgencias de un caudillo
Evo Morales intentará, en las elecciones bolivianas del próximo domingo, continuar en el poder. No habría alcanzado esta encrucijada sin una severa manipulación de las reglas de juego. Es su principal fragilidad. La Constitución de Bolivia fue reformada por su propia iniciativa en 2009. El nuevo texto estableció que el presidente y el vice solo pueden ser reelectos por un período consecutivo. Una cláusula transitoria estableció que el período anterior a esa modificación se computaría para el cálculo de la reelección. Morales consiguió un nuevo mandato, que debía ser el último. Sin embargo, en 2013, el Superior Tribunal Constitucional (STC) ignoró esa limitación. Interpretó que el primer período de Morales y su vice, Álvaro García Linera, no debían ser tomados en cuenta. Ambos obtuvieron por esa vía un segundo mandato posconstitucional.
Empecinados en obtener el tercero, el partido de Morales, Movimiento al Socialismo, aprobó una nueva reforma constitucional en la Asamblea Nacional, que autorizó una nueva reelección. En obediencia al artículo 411 de la Constitución, el cambio debió someterse a un referéndum. Este se realizó el 21 de febrero de 2016. Y la reforma fue rechazada. Morales no aceptó ese resultado y promovió ante el STC una declaración de inconstitucionalidad de la Constitución. Alegó que la reelección es un derecho humano. Y el tribunal le dio la razón. Morales volvió a postularse. Esta vez, en nombre de conservar la gobernabilidad, como explicó su mejor intérprete, Manuel Canelas, a la revista Crisis.
El proceso institucional es tan escandaloso que los expertos que inspiraron la reforma constitucional de 2009 se apresuraron a denunciarlo. Entre ellos está Roberto Viciano Pastor. Este profesor de la Universidad de Valencia fue uno de los teóricos principales de las nuevas constituciones bolivarianas de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Esa consultoría se ejerció desde el Centro de Estudios Políticos y Sociales, una fundación que en España está ligada a Podemos. La justificación de aquellas reformas era la necesidad de emancipar a las sociedades latinoamericanas de las cláusulas constitucionales que encerraban el poder en una elite, impidiendo la participación popular. En otras palabras: eran reformas democratizadoras.
La historia tuvo otras ideas. En Bolivia, igual que en Venezuela, las constituciones son tergiversadas por un Poder Judicial subordinado a las urgencias de un caudillo. Las teorías que cruzaron el océano se degradan en lo que Foucault llamaría un régimen de prácticas. Esta desviación hace que hoy Viciano Pastor se convierta en el crítico más estridente de sus antiguos asistidos. El año pasado, junto con su colega Gabriel Moreno González, publicó en el Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, un artículo titulado Cuando los jueces declarar inconstitucional la constitución: la reelección presidencial en América Latina a la luz de las últimas decisiones de las Cortes Constitucionales. Allí demuele el fraude jurídico de Morales. Retirado el auspicio de los juristas de Valencia, la lista de los bolivarianos españoles se va reduciendo casi a uno: el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien en julio pasado recorrió Bolivia en una campaña subliminal por la reelección de Morales. Zapatero también ha oficiado como respirador de la dictadura de Maduro en Venezuela.
Morales será desafiado por Carlos Mesa, un político de centro, que presidió el país entre 2003 y 2005. En aquella oportunidad reemplazó a Gonzalo Sánchez de Losada, quien abandonó el Gobierno en medio de un estallido social desatado por un aumento en los precios energéticos.
En 2010, Morales también estuvo por caerse por el incremento de las naftas. Si se agrega que, entre las principales razones del fracaso electoral de Mauricio Macri en la Argentina está el encarecimiento de la luz y el gas, se entiende que la actual crisis de Ecuador haya sido bastante previsible.
La Constitución boliviana exige, para alcanzar el poder, obtener el 50% de los votos. O más del 40%, pero sacando una diferencia superior a 10 puntos porcentuales respecto del segundo. Morales aparece en todos los sondeos como el preferido. Él se beneficia, en la primera vuelta, con la dispersión de sus opositores. Pero esta ventaja se convierte en un riesgo para el balotaje, porque los que no lo votaron se pueden inclinar por Mesa. También en Bolivia las encuestas son inciertas. La más reciente, publicada el domingo pasado por el periódico Página 7, asignó una intención de voto de 33% para el presidente y de 26% para Mesa. El 15 de diciembre habría segunda vuelta. Y, según este estudio, ganaría Mesa: 44% contra 39%. Además de Mesa, compiten el senador Oscar Ortiz y un candidato alarmante: Chi Hyun Chung, de la Democracia Cristiana. Este descendiente de coreanos recomendó someterse a tratamiento psiquiátrico a gais y lesbianas. En un mes consiguió 3% de intención de voto. Jair Bolsonaro contamina a la región.
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