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Columna
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¿Un Cristo amazónico... y mujer?

Por qué un encuentro de católicos asusta a Bolsonaro, a los generales y a los destructores de la selva

Eliane Brum
El Papa Francisco durante el Sínodo del Amazonas.
El Papa Francisco durante el Sínodo del Amazonas.Claudio Peri (EFE)

Dicen que Dios tiene sentido del humor. Para algunos, un sentido del humor bastante extraño. Quizás eso explique por qué en un mundo poblado de déspotas de derecha —Donald Trump, Jair Bolsonaro, Viktor Orbán, Recep Erdogan, Rodrigo Duterte, etc.— y de izquierda —Daniel Ortega y Nicolás Maduro—, el que despunta como el más importante defensor de la democracia, la igualdad y la diversidad es justamente el representante de una institución paquidérmica y con un pasado bastante tenebroso. El papa Francisco es puro aliento para quien presencia cómo el autoritarismo se propaga por el mundo. En especial cuando hace un discurso como el de la apertura del Sínodo de la Amazonia, el domingo 6 de octubre: “Dios nos guarde de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego prendido por los intereses que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del Evangelio. El fuego de Dios [...] se alimenta con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador se propaga cuando se quiere hacer prevalecer solo las propias ideas, formar el propio grupo, quemar lo diferente para homogeneizarlo todo y a todos”. El recado es claro como el agua bendita. También expresa el anhelo de que el Sínodo de la Amazonia sea “histórico” y señale un cambio de posicionamiento de la Iglesia Católica, lo cual asusta desde a obispos y fieles ultraconservadores hasta al antipresidente Jair Bolsonaro, sus generales, los ladrones de tierras públicas y los explotadores de la Amazonia.

Hacía mucho tiempo que una reunión de la Iglesia Católica no recibía tanta atención. Tanta, que hasta en el interior del estado de Mato Grosso del Sur, en Brasil, aparecieron vallas publicitarias: “Por Iglesias Sin Partido: No al Sínodo de la Amazonia”, parodiando el proyecto ideológico “Escuela Sin Partido”, que pretende censurar contenidos y profesores en las escuelas. Bolsonaro y sus generales contribuyeron bastante a aumentar las expectativas referentes al Sínodo, al considerar que el encuentro era una amenaza a la soberanía nacional, admitir que la Agencia Brasileña de Inteligencia está controlando la reunión y hacer pasar vergüenza a la diplomacia brasileña, que pidió al Gobierno que participara y obtuvo un “no” como respuesta.

El Sínodo de la Amazonia se ideó cuando la idea de que Bolsonaro podría ser presidente de Brasil era solo un chiste malo. Su concepción surgió tanto del conocimiento que tiene el papa Francisco sobre el papel que ejerce la mayor selva tropical del mundo en la emergencia climática como de la percepción que tienen los obispos de la región de la destrucción acelerada del bioma y sus pueblos. En Brasil, la devastación y las políticas contra los pueblos de la selva ya habían avanzado durante los gobiernos de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), y se habían acelerado en el de Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB). Con Bolsonaro, han alcanzado niveles de tragedia. El aumento de las alertas de deforestación y de incendios en 2019 pusieron al mundo en estado de alarma, se generó una crisis internacional y se dio un significado todavía mayor al Sínodo.

Por obra y gracia del Papa, la Amazonia permanecerá en los noticiarios por lo menos hasta el 27 de octubre, cuando el encuentro que reúne a 185 obispos —57 de ellos brasileños—, especialistas e invitados se termine con un documento que guiará y será el pilar de la actuación de la Iglesia Católica en la región. Aunque la Amazonia se extienda por nueve países, Brasil es el que alberga el 60% de la selva. También es el que tiene un gobernante cuyo principal objetivo es permitir la explotación predatoria en la selva y que genera una crisis internacional tras otra.

En su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bolsonaro llegó a atacar a Raoni, uno de los mayores líderes indígenas del país, candidato al Nobel de la Paz, y negó las llamas que el mundo entero presenció en imágenes. El pánico que provoca la irresponsabilidad violenta de Bolsonaro ha multiplicado la atención del planeta hacia el Sínodo y ha dado al papa Francisco una luz todavía más celestial en medio de las tinieblas del autoritarismo.

El Papa ha entendido pronto que el desafío es el clima, pero enfrenta el desafío de empujar hacia la vanguardia una institución pesada y lenta

El documento Instrumentum laboris, elaborado para orientar los debates del Sínodo a partir de una consulta realizada a más de 80.000 personas en la Amazonia, defiende exactamente lo opuesto de lo que es la política del Gobierno brasileño para la selva. Y reivindica otro tipo de desarrollo, que pone a la Amazonia en el centro y los pueblos de la selva como protagonistas. Mientras Bolsonaro quiere asimilar a los indígenas para cambiar la Constitución y permitir la explotación y los beneficios privados en unas tierras que hoy son públicas y están protegidas, el Sínodo propone un Cristo con “cara amazónica”. Uno de los principales caminos sería la “interculturación”, la idea de que la Iglesia debe abrirse a los conocimientos de los pueblos indígenas y dejarse cambiar por estas experiencias de ser y percibir el mundo. Una especie de multiculturalismo al modo del Vaticano.

La idea de la Amazonia como “Casa Común”, propagada por el papa Francisco, la comparte la juventud que protagoniza las grandes protestas por el clima, inspirada por la adolescente Greta Thunberg. La activista alertó que “nuestra casa está en llamas”, refiriéndose a la emergencia climática que vive el planeta, mucho antes de que el presidente francés Emmanuel Macron utilizara una frase parecida al referirse a los incendios en la Amazonia y provocara los ataques de Bolsonaro, que vio la afirmación como “una amenaza a la soberanía”. El documento que resultará de 21 días de debates se llevará en diciembre a la Cumbre del Clima de Chile, la que Bolsonaro no quiso acoger en Brasil.

El Papa está en asonancia con su época y ha entendido antes que la mayoría de las personas públicas del mundo que el gran desafío es el clima. Para ello, tiene que escoger disonar de los déspotas que se propagan como la peste y, a la vez, empujar hacia un papel de vanguardia a una Iglesia que se mueve muy lentamente. El Papa parece haber entendido que los tiempos han cambiado. En todos los sentidos. Si su Iglesia lo ha entendido, eso ya lo veremos.

Los creadores del Sínodo de la Amazonia ambicionan que la reunión pueda significar un hito histórico para cambiar el posicionamiento de la Iglesia Católica, un nuevo momento para “optar por los pobres” a partir de la Amazonia y de la crisis climática. El Papa también propone un desplazamiento de la Amazonia hacia el centro, lugar que obligatoriamente ocupa, pero que ni los gobernantes ni una parte de la población entienden ni reconocen.

Ordenar a hombres casados y dar oficialmente más poder a las mujeres son algunas de las estrategias debatidas para enfrentar la pérdida de fieles frente a los evangélicos

El Sínodo tiene también el desafío de resolver problemas muy urgentes de la propia Iglesia Católica en la región amazónica, como la creciente y acelerada pérdida de fieles frente a las iglesias evangélicas, en especial las neopentecostales. Según un estudio del Instituto Datafolha, la región es la única de Brasil en la que existe el mismo número de católicos y evangélicos. En el resto del país, los católicos todavía son mayoría, pero están disminuyendo en cada sondeo. En el Xingú, por ejemplo, hay 800 comunidades y solo 30 padres, la mayoría tienen más de 65 años y dificultades para desplazarse en una región complicada. Entre los temas más espinosos del Sínodo está el de permitir la ordenación de hombres casados con “una vida cristiana ejemplar”, lo que permitiría que indígenas pudieran convertirse en esta figura inédita. Si eso sucede, la Iglesia Católica puede cambiar la correlación de fuerzas con los evangélicos y aumentar su presencia desde dentro, lo cual es un cambio enorme para quien sigue la trayectoria de esta institución de dos milenios.

La Iglesia Católica también ha sufrido mucha presión para que reconozca la importancia de las mujeres y les dé más espacio formal, como la posibilidad de presidir la eucaristía. El protagonismo de las mujeres es un hecho en la Amazonia brasileña, donde ya lideran una parte significativa de los movimientos sociales y de las comunidades. Las monjas suelen estar más presentes e integradas en el día a día y en las luchas que los padres. Es raro encontrar un movimiento de emancipación que no tenga a una monja en un lugar clave. Sellar los ojos a la realidad explícita, negando a las mujeres la necesaria respuesta oficial, es una estupidez que le ha costado caro a la Iglesia Católica. Una estupidez, sin embargo, que los católicos ultraconservadores abrazan con adoración, como puede percibirse por su reacción rebosante de rencor hacia las propuestas de innovación del Sínodo. Estos días de octubre en el Vaticano pueden mostrar que quizás es más fácil darle rasgos amazónicos a Cristo que darle un rostro de mujer.

El Sínodo de la Amazonia pretende —y lo hará— afectar no solo al mundo católico, sino a muchos más. Para ayudarnos a entender lo que está en debate, entrevisté al padre argentino Augusto Zampini-Davies, director de Desarrollo y Fe del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el Vaticano. Es uno de los especialistas que ha elaborado el Instrumentum laboris, un documento que da las directrices y conduce los debates en el Sínodo. A los 50 años, es también uno de los más influyentes teólogos que representan y difunden el pensamiento del papado de Francisco. Licenciado en Derecho, hijo de una tradicional familia argentina, antes de ser sacerdote y doctorarse en Teología trabajó en bancos y multinacionales, lo que le habría dado un conocimiento profundo de cómo negocian los que hoy a menudo combate. Según la prensa italiana, recibió “la llamada para cambiar” en un viaje con su novia. Y cambió.

Augusto Zampini.
Augusto Zampini.TWITTER

La entrevista se realizó por Skype unos días antes del inicio del Sínodo de la Amazonia. Muestra por qué el papa Francisco utilizó 13 veces la palabra “fuego” en su discurso de apertura.

Pregunta. El Sínodo habla sobre “nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.¿Eso implica una autocrítica de la Iglesia Católica sobre su actuación en la Amazonia?

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Respuesta. No necesariamente. Implica que los caminos actuales, o los antiguos, no consiguen responder a la realidad actual. Nunca habíamos vivido una escala de explotación y de destrucción de poblaciones indígenas y de ecología integral como la que vivimos hoy. Necesitamos nuevos caminos, primero, para responder a esta nueva realidad. No se puede responder a un problema nuevo con una solución antigua. La Iglesia también evoluciona, va cambiando. Algunos contextos, incluso dentro de la Iglesia, tienen que revisarse.

P. Pero, en el pasado, la Iglesia fue una gran destructora de culturas indígenas y de la selva...

“La Iglesia no quiere estar al lado de los opresores y de los neocolonizadores”

R. Exacto. El ser humano siempre ha cambiado el medio ambiente, ¿no? Pero es cierto que, en la época de la colonización, los colonizadores, los que venían en nombre de emperadores católicos, venían con la idea de colonizar y explotar. Por suerte, también había misioneros católicos que intentaban frenarlo. Lo cierto es que ahora tenemos una oportunidad histórica de aclarar que la Iglesia está del lado del pobre, del lado de los oprimidos, del lado del cuidado, del lado de la creación. Es una oportunidad histórica. No solo para curar heridas pasadas, sino también para establecer el rumbo en dirección al futuro. No queremos estar al lado de los opresores y de los neocolonizadores.

P. ¿Neocolonizadores?

R. Podemos decir opresores o neocolonizadores, que es el nombre que se da a quienes defienden un determinado modelo que oprime a la gente o destruye el planeta. Lo que sucede hoy en día es que algunas opresiones son un poco más sutiles. Por eso, mucha gente cree que no serían opresores, porque supuestamente estarían promoviendo un determinado modelo de agroindustria que traería beneficios para el país. Nosotros decimos: eso es explotación. Es una explotación que está destruyendo la Amazonia y a sus pueblos.

P. Cuando se refiere a neocolonizadores, ¿se refiere, por ejemplo, a los ruralistas en Brasil?

R. Me refiero a la explotación, a la deforestación irracional en nombre de la agroindustria. Lo que sucedió con los incendios en la selva es un ejemplo. Nos referimos a la explotación minera, la ilegal, pero también a la legal, que a veces solo es legal porque tiene autorización, pero está invadiendo territorios indígenas. Y nos referimos a la industria del petróleo. Nos referimos a los que contaminan la selva, los ríos, y nos referimos también a los grandes megaproyectos, los que dicen que están a favor del desarrollo latinoamericano pero que destruyen el corazón de Latinoamérica y el corazón del mundo.

P. Cuando se habla sobre nuevos caminos para la Iglesia, ¿de qué forma afecta a las mujeres de la Iglesia que actúan en la selva? Quien sigue el día a día en la Amazonia se da perfecta cuenta de que las monjas tienen mucha más presencia y protagonismo, por lo menos en la Amazonia brasileña, que los padres. Pero no tienen el mismo reconocimiento, no pueden hacer lo que hacen los padres, lo cual es una limitación que afecta a la Iglesia. Tanto, que la gran mártir de este siglo es una monja, la misionera americana Dorothy Stang, que fue asesinada a tiros en Anapu, en el estado de Pará, en 2005, por defender proyectos de desarrollo sostenible de pequeños agricultores.

Las mujeres dicen: “No queremos ser ciudadanas de segunda dentro de la Iglesia”

R. En realidad, no tenemos muchos padres en la Amazonia. Y las comunidades necesitan líderes. Y hay comunidades en la Amazonia que son matriarcados, cuyas líderes son mujeres. Y hay otras comunidades donde, aunque no sean matriarcados, las mujeres tienen una participación importante. Esto surgió en el proceso de consulta, que duró más de un año y medio. Hicimos más de 350 asambleas locales y consultamos a más de 80.000 personas. El tema de la mujer salió con fuerza durante el proceso, porque las mujeres dicen: “Bueno, nosotros somos protagonistas activas y queremos más protagonismo. Y no queremos ser ciudadanas de segunda dentro de la Iglesia”. Además, las mujeres tienen mucho que aportar. Se relacionan con la vida y el cuidado y también tienen una concepción de la economía más circular, que fluye e incluye. Nos dijeron que tienen mucho que aportar y que quieren que la Iglesia revise los ministerios y las funciones que las mujeres tienen dentro de la Iglesia.

P. ¿Y cuál es la perspectiva de que se produzca un cambio real en este sentido a partir del Sínodo?

R. Bueno... Lo cierto es que las mujeres ya tienen una influencia real en las comunidades de la Amazonia.

P. Pero no tienen el reconocimiento formal de la Iglesia en términos de igualdad, ¿no?

R. Algún reconocimiento, sí. Lo que tiene que discutirse es si las mujeres pueden asumir otras funciones dentro de la Iglesia para poder contribuir con la evangelización y, sobre todo, para contribuir con esta Iglesia que quiere promover caminos de ecología integral. Quieren tener más protagonismo y liderazgo. Ahora, tenemos que esperar para ver cómo los padres sinodales van a responder a esta petición.

P. Hoy, una gran parte de los líderes de los movimientos sociales y de los pueblos de la selva son mujeres. Y no solo en la Amazonia. En todos los lugares y también en el activismo climático, con adolescentes como Greta Thunberg, Anuna de Wever, Adélaïde Charlier y Luisa Neubauer...

R. Por eso es importante. Si la Iglesia quiere prepararse para hacer frente a esta nueva realidad ecológica, el papel de las mujeres está comprobado. O sea, ¿cómo la Iglesia va a leer esta señal de los tiempos para poder proponer caminos que realmente sean caminos de cambio? De una cultura de destrucción a una cultura de cuidado. De una cultura de individualismo a una cultura comunitaria, que es lo que Jesús nos enseñó. Y las mujeres hoy en día, sobre todo en la Amazonia, tienen algo muy, muy importante que aportar. Y los padres sinodales tendrán que abrirse para a la posibilidad de, en el futuro, canalizar esta aportación de una manera más contundente.

P. Parece que ellas no están pidiendo permiso…

R. Y no es solo el problema de las mujeres, el problema es que no hay padres. La Iglesia tendrá que buscar caminos para poder tener líderes de la comunidad que no sean los clásicos padres que tenemos ahora, porque no hay.

P. ¿Cómo combinar la emergencia que representa el colapso climático y la destrucción acelerada de la Amazonia con la famosa lentitud para tomar decisiones y reconocer errores que caracteriza a la Iglesia Católica?

R. Es verdad que la Iglesia es lenta, pero también somos una de las instituciones más avanzadas en este momento en la defensa de la Amazonia. Hace poco que el mundo ha abierto los ojos, con los incendios en la Amazonia, pero a nosotros esta situación nos preocupa desde hace años. Mucha gente cree que el Papa convocó el Sínodo por los incendios. Pero hace dos años que lo estamos preparando. Los incendios se producen todos los años, y a cada vez son peores. Ahora han captado la atención de los medios de comunicación por su magnitud. Pero se producen desde hace años. Al igual que la contaminación de los ríos por el mercurio que proviene de la extracción minera. Estuve hace poco con un líder indígena cuya mujer tiene cáncer debido al mercurio del agua. Y no puede curarse con sus medicinas tradicionales, tiene que curarse con medicinas basadas justamente en plantas de la Amazonia, pero hoy quien produce los medicamentos es un laboratorio. Eso es una injusticia, y hace tiempo que ocurre. Al igual que hace años que existen gobiernos que permiten las actividades que explotan la Amazonia y no la cuidan. En este sentido, la Iglesia se está anticipando un poco a los problemas y, por una vez, creo que estamos en la vanguardia, ¿no?

P. ¿Por eso algunos gobiernos, como el de Jair Bolsonaro, se preocupan con el Sínodo?

R. Quizás haya mucha gente que esté preocupada con el Sínodo, precisamente porque no es una convocatoria sobre el Papa, o sobre los obispos, ni sobre algunos especialistas, sino un encuentro que tiene la autoridad moral de haber consultado a más de 80.000 personas. Tiene un gran peso. No pueden decir: “¡Ah, eso lo dijo el Papa!”. Sí, lo dijo el Papa porque el Papa está haciendo eco al clamor de las personas. El problema de la ecología integral es urgente. No podemos esperar diez años para responder a un tema urgente. Y estamos aprovechando este momento para renovarnos, aprendiendo con los pueblos indígenas, haciendo lo que llamamos “interculturación”. Las comunidades católicas tienen mucho que aportar, pero también tenemos mucho que aprender. Tenemos que “interculturar” para promover una cultura de cuidado en toda la Amazonia. Es verdad que la Iglesia Católica es un poquito lenta, pero bueno, a veces también da pasos firmes, ¿no? A veces, cuando se va muy rápido, después no se puede seguir. Esperemos que no seamos tan lentos esta vez.

“No podemos esperar diez años para responder a un tema urgente como la destrucción de la Amazonia”

P. ¿Qué tipo de acciones pueden salir de este Sínodo?

R. El Sínodo trata del documento que se llama Instrumentum laboris, que está en internet. Por ejemplo, el tema de la explotación minera, la explotación petrolífera, la explotación maderera, de la soja... ¿Cómo vamos a ayudar para que no sea explotación? Otro tema es el modelo de desarrollo. Los países explotan, y me refiero a todos los países, no solo a Brasil. Porque sucede en el Brasil de Bolsonaro y también en la Venezuela de Maduro. Todos los países explotan la Amazonia en nombre del “desarrollo”. Y eso es lo que queremos cambiar. Que la idea de desarrollo no sea la de un desarrollo destructivo. Por ejemplo: propuestas para que la comunidad internacional también reconozca la importancia que tiene la Amazonia para el mundo, y que se creen instrumentos financieros para que los países puedan cuidarla. Otro tema que se tratará es el derecho al agua. En la Amazonia, la vida la da el agua, la dan los ríos, que ahora están contaminados. ¿Cómo lo haremos para que no ocurra más y para que los que contaminan paguen y limpien? Y también para que en el business plan se entienda que no se puede contaminar porque es muy caro. Otro tema es cómo la Iglesia se posicionará frente a las migraciones y los desplazamientos internos. Como sabes, en la Amazonia la mayoría de la gente vive en urbes, en grandes urbes. Y en las grandes urbes sucede lo de siempre, ¿no? Tráfico de personas, narcotráfico, pérdida de identidad, alcoholismo, pérdida de trabajo. ¿Qué vamos a hacer ante esta cuestión? ¿Y cómo la Iglesia se posicionará frente a los gobiernos? Profetizar significa denunciar, pero también proponer.

P. ¿Profetizar?

R. La voz profética, sí. Solo denunciar no es profetizar. El profeta denuncia, pero propone. Esto está mal, pero ¿qué podemos hacer? Y otro tema son los nuevos caminos de la interculturación. Eso es muy importante, porque, como has dicho antes, teníamos un concepto de imponer nuestra propia cultura, ¿no? Bueno, pues ahora nos vamos a interculturar.

P. ¿Y qué significa “interculturar” en este contexto?

R. Fue un grito que salió en casi todas las consultas. El movimiento de la interculturalidad es traer el mensaje de Jesús, pero también aprender con las sabidurías ancestrales de los pueblos. Y, a partir de esa interculturalidad, promover una comunidad rica en espíritu, que pueda cuidar del territorio y de la población.

P. ¿Y cómo funcionaría esta “interculturación” en la práctica? ¿Cómo llega un representante de la Iglesia Católica a un pueblo indígena, que tiene otra lengua y otro lenguaje, que vive en otro lenguaje, que tiene su propia vivencia de lo que los blancos occidentales llaman espiritualidad, y que ellos llaman de otra manera o ni lo llaman? ¿Cómo puede dialogar la Iglesia sin que eso sea una violencia?

R. En miles de comunidades hay algunos indígenas que son cristianos, no necesariamente católicos, pero el cristianismo ya está en una parte de las comunidades. Y las que no son cristianas tienen mucha afinidad con el cristianismo, gracias al papa Francisco. Pero la interculturación es más para la Iglesia que para los otros. Tenemos que aprender con los pueblos indígenas, aprender sobre su relación con la naturaleza, que, a veces, perdemos. Aprender a incorporar la relación con la naturaleza en la enseñanza del catequismo, en las prácticas litúrgicas, en las celebraciones.

P. ¿Eso significa que la Iglesia cambiaría con la aportación de otros pensamientos y otras formas de pensar, de otras maneras de relacionarse con la naturaleza y el ser humano?

R. Sí, mejoraríamos, o deberíamos mejorar. La clave para entender el Sínodo es la palabra “conversión”. Cambiar. Una Iglesia que sale a las periferias, que está abierta al diálogo, que no impone. Es una conversión a la ecología integral, una conversión a cambiar la forma de comprar, y también la forma de desechar. Tenemos que cambiar incluso la forma de utilizar los materiales de nuestros templos, la forma de consumir, la forma de viajar. Una Iglesia sinodal que camina junto a los otros, que encuentra nuevos caminos para mejorar la forma de relacionarse con los demás, consigo mismo, con la naturaleza y con Dios. No nos juntamos para hablar de lo que ya sabemos. Eso ya lo sabemos, está bien. Nos juntamos para discutir cuáles son los nuevos caminos. Los nuevos caminos son nuevos, no son viejos. Y eso significa conversión. Significa cambiar. O sea, no se trata solo de decir a los demás qué tienen que cambiar. La Iglesia también quiere cambiar.

P. ¿Y qué es más urgente cambiar con relación a la Amazonia?

R. Tenemos que empezar a aplicar esta idea de ecología integral en todas nuestras actividades. ¿Cómo podemos generar alianzas para cuidar de la Casa Común y ese corazón de la Casa Común que es la Amazonia? Eso es transversal. No es solo la Iglesia la que tiene que cambiar, el mundo entero tiene que cambiar. Queremos predicar con el ejemplo, queremos promover también un cambio nuestro. En la Amazonia, tenemos la ventaja de que los mejores aliados para este cambio son los pueblos indígenas. Eso es nuevo. Encontrar nuevos caminos de ecología integral con los pueblos indígenas... Solo eso ya es nuevo y un cambio enorme. Queremos un cambio radical hacia una ecología integral. Esperamos que tenga un efecto dominó y que se extienda a las regiones de fuera de la Amazonia. Queremos hacer este cambio desde la Amazonia, con la idea de que la Amazonia es una periferia y que ahora la periferia va al centro. Y va al centro de la Iglesia también. Y desde este centro vamos a salir hacia otras regiones.

P. Nunca en Brasil un Sínodo había generado un interés tan grande... ¿A qué lo atribuye?

“La Amazonia tiene un efecto directo sobre el planeta, por lo que todos tienen derecho a opinar. Y los que tienen más derecho son los pueblos indígenas”

R. La Amazonia es como si fuera el corazón del planeta. El papa Francisco suele decir que todo lo que sucede en la Amazonia sucede en el mundo. La Amazonia se está destruyendo para mantener un determinado estilo de vida. Los nueve países amazónicos tienen que cambiar su modelo de explotación destructiva por un modelo más armónico. Y, bueno, nadie tiene la receta. ¿Por qué hay tanto interés? Porque está en el centro de la agenda de todos los países amazónicos, está en el centro de la agenda de las Naciones Unidas, está en el centro de lo que va a suceder en los próximos diez años. Eso también alimenta el conflicto político interno de Brasil en este momento, por eso despierta interés. Otro interés muy importante es que aquí hablamos de mucho dinero. De mucho, mucho dinero. Hay gente que gana mucho dinero con la explotación de la Amazonia y, por eso, no va a querer cambiar. No estamos hablando de una cuestión académica. Es una conversión importante que va a costar dinero. Por eso, la oposición será grande. Todo esto genera mucho interés, y sobre todo ahora, con el lamentable incidente de los incendios.

P. El Gobierno brasileño ya ha manifestado varias veces su preocupación por el Sínodo. Tanto Bolsonaro como los generales Augusto Heleno y Villas Bôas se refieren a cuestiones de soberanía, a una acción política de izquierda del Vaticano. El Gobierno ha admitido incluso que la Agencia Brasileña de Inteligencia está controlando el Sínodo. ¿Cómo analiza el Vaticano estas preocupaciones y acciones?

R. Le explicamos al gobierno de Bolsonaro que el Sínodo no va contra la soberanía, al contrario. Primero, que el Sínodo es un Sínodo de la Iglesia, no es un Sínodo del Gobierno. Y segundo, que no es un Sínodo de la Amazonia brasileña. Es un Sínodo de toda la Amazonia. Y es un Sínodo que va a tratar sobre un modelo de desarrollo que va contra la ecología integral. Por lo tanto, lo que está en discusión es este modelo de desarrollo, no es la soberanía. Las Fuerzas Armadas brasileñas tienen un papel importante porque están presentes en la Amazonia. No tenemos ningún problema con eso. La cuestión es: ¿estar presente para qué? Si están presentes para cuidar la Amazonia, para que se respeten los derechos humanos de los indígenas, para que se respeten las leyes, para que no se contaminen los ríos y para que quien contamine tenga que pagar... Si eso es soberanía, tendrán nuestro apoyo. Si es así, no hay nada que temer. Ahora, si lo que entienden por soberanía es “estoy aquí con la fuerza para dejar que mis amigos hagan lo que quieran”... bueno, eso no es soberanía. Lo que les dijimos a los militares brasileños es que no se preocupen, porque nadie va a cuestionar la soberanía brasileña sobre la Amazonia. Lo que estamos discutiendo es que toda la Amazonia, y no solo la brasileña, tiene un efecto directo en lo que le ocurre al planeta. Por lo tanto, las personas tienen derecho a opinar. Y los que tienen más derecho a opinar son los habitantes de la Amazonia. Es a ellos a quienes escuchamos. Ellos nos están diciendo que tenemos que discutir sobre todo esto.

P. ¿Cómo es que te vean como un enemigo?

R. Los gobiernos pueden vernos como un aliado, más que como un enemigo. Lo más importante es cambiar el modelo de desarrollo, para cumplir los objetivos del desarrollo sostenible que todos los países acordaron. Ahora, si la política es no respetar los objetivos del desarrollo sostenible, si la política es concebir el desarrollo solo como una cuestión material y no cultural, ni espiritual, ni del buen vivir, si este desarrollo es solo una cuestión de explotar la naturaleza para obtener más ganancias, bueno, entonces, sí, alguien puede tomarse el Sínodo como una amenaza. La Iglesia lleva diciendo desde finales de los años 1960 que el desarrollo no es eso. Desarrollo es desarrollo integral, que engloba a todas las personas y a la naturaleza. Si nos desarrollamos provocando iniquidad y desigualdad, eso no es desarrollo, eso no es progreso. En Brasil se utiliza mucho la palabra progreso, ¿no? Bueno, pues eso no es progreso. Progreso es progresar con la gente, es progresar con la naturaleza. Es lo que todos los movimientos juveniles dicen: “¿Qué mundo nos van a dejar?”. Este modelo tiene que cambiar con urgencia. Estamos intentando implementar la idea del buen vivir, esa idea de crecer y aprovechar con los demás, no a costa de los demás, no a costa de la destrucción de la selva y de sus pueblos.

P. ¿Es el caso del actual Gobierno brasileño? R. Lo que le dijimos al Gobierno brasileño es: la soberanía no es ningún problema. O sea, los militares pueden estar tranquilos. Y, sobre todo, los militares brasileños, que se jactan de no ser corruptos. Si quieren imponer un cuidado sobre la Amazonia, para cumplir las leyes, no tienen por qué preocuparse.

“No importa si es Bolsonaro, Maduro o Morales. Si el modelo de desarrollo está destruyendo el planeta, ¿cómo podemos callarnos?”

P. Todos los textos que he leído sobre el Sínodo defienden una política opuesta a la del gobierno de Bolsonaro. Por ejemplo, la demarcación de las tierras indígenas. Es un gobierno que ha interrumpido las demarcaciones de las tierras indígenas y quiere incluso revisar las que ya se han demarcado. Claramente, hay un choque de visiones sobre la Amazonia y sobre el desarrollo.

R. Pero todas estas propuestas no se han hecho pensando en Bolsonaro. Se han hecho pensando en las personas que las piden, que las necesitan. Todas estas discusiones se han tratado y se tratan en foros internacionales, ¿no? No son una invención del Sínodo.

P. Sí, pero en este momento el Sínodo dice una cosa y el Gobierno de Brasil dice otra...

R. La Iglesia Católica también es una iglesia profética. El Sínodo no va contra Bolsonaro. La Iglesia quiere proponer un modelo de desarrollo que respete la ecología integral y quiere tener una voz profética frente a la destrucción del otro. Si el modelo de desarrollo está destruyendo el planeta, ¿cómo no vamos a hablar? Si este modelo de desarrollo está afectando a toda la gente, a toda la población, si está afectando a todas las futuras generaciones, ¿cómo no vamos a hablar? ¿Tenemos que callarnos? No importa si es Bolsonaro, si es Evo Morales o si es Maduro. Lo que importa es proteger a los pueblos indígenas y el territorio. Y, para protegerlo, proponer un modelo de desarrollo que sea realmente sostenible y armónico, y que la Amazonia pueda ejercer su misión. De lo contrario, nos afectará a todos.

“¿Quién es el enemigo de la patria? ¿El que habla en favor del pueblo de un territorio o el que no quiere escuchar al pueblo de un territorio?”

P. Los obispos de la Amazonia escribieron una carta en la que dicen que el gobierno de Bolsonaro los trata como “enemigos de la patria” y los criminaliza. ¿Cómo analiza esta afirmación?

R. Es una táctica para cazar a las voces proféticas. En lugar de discutir el tema, se ataca a las personas. Ellos no son enemigos de la patria, son amigos de la patria. Ya quisiera yo que hubiera más obispos como los de la Amazonia. Son un ejemplo de pastores. Y no son enemigos de nadie. Pero si lo que dicen le duele a un determinado partido político, o a un gobierno, lo que hay que discutir es el tema. ¿Por qué dicen eso los obispos? Porque están haciendo eco a las voces indígenas, a las voces de la tierra. Y eso no es ser enemigo de la patria. Al contrario. Ahora, ¿quién es el enemigo de la patria? ¿El que habla en favor del pueblo de un territorio o el que no quiere escuchar al pueblo de un territorio? P. ¿El Gobierno brasileño entró en contacto con ustedes?

R. Sí, el Gobierno envió a unos diplomáticos al Vaticano para hablar con nosotros. Las personas que vinieron eran muy profesionales.

P. ¿Y qué querían?

R. Un enviado de Bolsonaro vino a visitarnos para hablar sobre el Sínodo, para ver cómo podrían participar. Les explicamos que no podrían participar porque era un sínodo de la Iglesia, no un sínodo político. Les explicamos que todo lo que se va a tratar en el Sínodo estará en un documento. No hay secretos. P. ¿Los gobiernos de otros países amazónicos entraron en contacto con ustedes? ¿O solo el de Brasil? R. Recibimos algunas preguntas de otros gobiernos, pero por escrito. De forma directa, solo Brasil.

P. Una visión que marca la Iglesia Católica y que aparece en los documentos y manifestaciones sobre el Sínodo es la “opción por los pobres”. En el caso de la Amazonia, los pueblos de la selva se tratan en los documentos como pobres. Pero, por mi experiencia, los pueblos de la selva no se ven como pobres. No están en esta ecuación de pobres y ricos. Y cuando tienen que situarse, se sitúan entre los ricos, no entre los pobres. ¿No es un error que la Iglesia los vea de esta forma?

“La pobreza es una cuestión de poder, y de falta de poder”

R. Lo sabemos. Y ha sido un motivo de discusión. Pero la opción por los pobres no es en el sentido de pobres o ricos. Es un concepto teológico que está en la Biblia. El pobre no es solo el que no tiene dinero. El pobre es el que puede ser explotado. También puede ser pobre espiritualmente. O puede ser vulnerable. No podemos decir que Jesús era pobre, o María. Pero eran pobres en comparación con los poderosos. Es una cuestión de poder, y de falta de poder. Es una opción por todos los que están en la periferia, por todos los que están empobrecidos en un sentido amplio. En Brasil, particularmente, ha habido mucha discusión alrededor de este concepto. Pero la “opción por los pobres” es una opción por todos los que tienen alguna desventaja, como el que tiene menos poder que otro y que, por lo tanto, necesita un cuidado especial, porque, si no, los otros se lo comen. Es lo que les sucede a las comunidades indígenas, y no solo en la Amazonia, sino en todo el mundo en este momento. Las grandes compañías, los gobiernos... pueden destrozar las comunidades indígenas. Además, la opción por los pobres es una respuesta. No toda la población de la Amazonia es indígena. Ni toda la población indígena vive en la selva. Muchos viven en las ciudades. Y, en las ciudades, normalmente, los que han migrado son explotados y no encuentran empleo. Eso también es una opción por los pobres. La opción por los pobres es una opción por los que no tienen poder.

P. Pero lo que se entiende por ser pobre y ser rico es muy fuerte y muy inmediato, y tiene grandes efectos políticos. Cuando los pueblos de la selva se contraponen a esta lógica diciendo sobre sí mismos que son ricos, porque tienen la selva para alimentarse, para construir su casa, porque tienen su cultura y su ocio, ¿tratarlos como pobres no sería algo casi colonialista, porque impone su propia lógica sobre el otro? ¿No sería aculturar, y no interculturar?

R. No, es un concepto nuestro, un concepto de nuestra fe. Es un concepto que ha ganado relevancia en muchas partes del mundo y en casi todo el mundo se entiende este concepto de pobreza. Brasil, en concreto, es uno de los pocos países donde la expresión “opción por los pobres” ha tenido cierta oposición. Pero eso no significa que no se pueda utilizar como concepto teológico. Lo que decimos es que los territorios de los indígenas se están destruyendo, y que hay un grito, un clamor de defensa. Ellos están en desventaja. Cuando leemos “opción por los pobres”, nos incluimos todos.

P. La teología de la liberación y las comunidades eclesiales de base significaban una opción por los pobres. Y me parece que esta opción tiene sentido en varias cuestiones. Sin embargo, lo que los pueblos de la selva intentan evitar es justamente que los conviertan en pobres de las periferias de las ciudades. En la selva, son ricos. En la periferia urbana, se convierten en pobres. Cuando responden que son ricos a quien los llama pobres, como hizo el propio Bolsonaro con el objetivo de permitir la exploración predatoria en la selva, se defienden justamente de quienes los consideran pobres por no vivir según el concepto occidental capitalista de riqueza. Lo que quiero decir es que, cuando los pueblos de la selva entran en esta ecuación, estos conceptos se complican. Esta es la realidad a la que me refiero.

R. Sí, pero si yo estoy enfermo, ¿no soy pobre, aunque sea rico? Si estoy en la cárcel, ¿aunque sea rico, no me vuelvo pobre? Jesús dice...

P. Creo que Jesús no conocía la selva amazónica...

R. No, pero Jesús salió a las periferias. Los leprosos no eran necesariamente pobres porque no tenían bienes materiales. Eran pobres porque estaban excluidos de la sociedad. Los pueblos de la Amazonia están excluidos de un modelo. Y, lo que es peor, un modelo que quiere destruirlos. Ser pobre es un concepto amplio, pero un concepto que aplicamos a todos, no solo a los pueblos de la selva.

P. La idea de hacer un sínodo sobre la Amazonia viene también de la preocupación por el aumento de evangélicos en Brasil, especialmente los neopentecostales. Hoy, algunos de los principales líderes en la Amazonia son evangélicos...

R. Sí, porque si no hay padres y no hay Iglesia, no hay celebraciones, no hay misa... La gente venía y decía: “Miren, yo sigo siendo católico, pero no hay padre, no hay misa, y aquí tengo todos los domingos una celebración [evangélica] llena de vida, llena de gente. Pues voy a esa”. Claro que nos preocupa. Y también nos preocupa la relación con los evangélicos, cómo mejorar el diálogo con los pastores y con las comunidades.

P. El Papa dijo en 2013 que la Amazonia es como un examen decisivo, es “un banco de pruebas para la Iglesia y la sociedad”. ¿Qué significa eso?

“Si no cambiamos la forma como tratamos la Amazonia, no habrá salvación”

R. Todo el mundo está viviendo el problema de la crisis ecológica. Y todo el mundo está viviendo esta necesidad de conversión, de relacionarse mejor consigo mismo, con el otro, con la naturaleza y con Dios. Todos lo vivimos. Pero no todos nos damos cuenta. La forma en que respondamos a la Amazonia es un banco de pruebas de cómo vamos a responder al mundo. Y lo mismo sucede con los cambios de conversión. Porque si no cambiamos la forma como tratamos la Amazonia... Destruiremos el planeta... Eso también es un banco de pruebas. Si no cambiamos, no habrá salvación. Pero si se producen cambios en la Amazonia, eso será un banco de pruebas que podremos aplicar o replicar o coordinar en otras regiones.

P. ¿Cree que el Sínodo podrá influir en los debates y decisiones de la Cumbre del Clima de Chile, haciendo aumentar la discusión y la presión para que se busquen soluciones para la Amazonia? ¿Es uno de los objetivos?

R. Creo que sí, porque hay mucho interés en el Sínodo. Los países están abiertos, incluso los organizadores de la COP-25, a que contribuyamos con los resultados del Sínodo, que seguramente serán riquísimos para todos, no solo para la Iglesia.

P. ¿Cómo puede impactar positivamente el Sínodo en situaciones de emergencia, como la que está sucediendo ahora en la Vuelta Grande del Xingú, en el estado de Pará? Además de destruirse el ecosistema y especies endémicas, los pueblos indígenas y los ribereños de esta área corren el riesgo de perder su modo de vida, debido al control y la administración predatoria del agua por parte de la central hidroeléctrica de Belo Monte. La Fiscalía considera que se está produciendo un ecocidio y también un genocidio. Belo Monte, además, es una de las principales generadoras de violencia y de destrucción en esa región. ¿Cómo puede impactar el Sínodo en realidades urgentes como esta?

R. No creo que el Sínodo ayude en realidades urgentes como esta. Lo que hace el Sínodo es recoger testimonios de lo que sucede y discutir líneas de acción, caminos. Después, las personas locales implementarán esos caminos, pero con el apoyo de una decisión del Papa con todos los obispos. Por lo que será una decisión de la Iglesia, que tiene más peso para poder hacer lo que se necesite hacer. El Sínodo va a discutir las grandes líneas de acción para que, después, los agentes de todos los países que sufren puedan responder con más fuerza.

P. ¿Qué significa afirmar una “Iglesia con cara amazónica”?

“Tener una Iglesia con cara amazónica es traer la periferia al centro”

R. La palabra "sínodo" significa caminar... Caminar juntos. Y una iglesia sinodal es una iglesia que camina con otros. Me gusta mucho esta imagen. Camina con otros para mejorar el mundo, para cuidar del mundo. Después, una Iglesia “con cara amazónica”. Mucha gente se escandaliza: “¿Significa que tendremos que pintarnos la cara?”. No, significa traer la periferia al centro. Ahora tenemos una cara amazónica, porque los indígenas corren peligro, porque es esa riqueza la que queremos proteger. No está mal que utilicemos la cara amazónica, de la misma forma que, muchas veces, en representaciones culturales, se le da a Jesús o a la Virgen María una cara muy europea. No está mal, ahora, pensar en una Iglesia con una cara amazónica, ¿no? Para que, desde la Amazonia, podamos encontrar nuevos caminos. Esas dos imágenes, la de caminar junto a otros y la de una cara amazónica, me llenan de esperanza.

P. Como uno de los articuladores del Sínodo, ¿qué le entusiasma más? ¿Cuáles son las potencias de este encuentro que le producen más alegría?

R. Para empezar, nunca había visto tanta esperanza. Hay mucha gente con grandes esperanzas. Tuve que leer casi todas las consultas y eso fue como una bocanada de aire fresco, fue... espectacular. Porque, además de poder escuchar los gritos y dolores de la Amazonia, esta consulta nos permitió descubrir también su riqueza. Hay una vida ahí que nos llena de esperanza, que nos llena de entusiasmo, y eso nos da energía para protegerla. Y también la posibilidad de cambiar. Porque vamos a discutir cuáles son los nuevos caminos. Y eso me entusiasma como perito, como especialista, como sacerdote, como católico, como ser humano. Que podamos aportar algo al mundo a través de la fe y de la Iglesia, en las comunidades, para cuidar la Casa Común, para una ecología integral. Si podemos hacerlo, será un momento histórico de la Iglesia. Y eso me llena de entusiasmo y de orgullo. Queremos un camino de cuidado y no de destrucción, queremos caminos de integración y no de expulsión, queremos que el progreso sea verdaderamente para vivir mejor, y no para destruir a las futuras generaciones. Nos estamos poniendo realmente al lado del oprimido y tejiendo una red para decir: esto, así, no puede ser.

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