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Columna
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A salto de mata

Las crisis en Venezuela, Argentina y Nicaragua son mayúsculas, y pocos avances caben esperarse a corto plazo, pero tampoco el comportamiento de México y Brasil es ilusionante

Juan Jesús Aznárez
Un negocio cerrado en Trelew, Argentina.
Un negocio cerrado en Trelew, Argentina.AFP

Llueve sobre mojado en América Latina. El anunciado estancamiento de las economías más fuertes lastrará los esfuerzos regionales contra el subdesarrollo y multiplicará los problemas de naciones jaqueadas por la inestabilidad política, la corrupción y el pobre crecimiento del PIB, que este año se situará de media por debajo del 1%. Esos déficits son la espoleta de una lacra que parece irremediable: el paro encubierto, la informalidad laboral de más de 140 millones de latinoamericanos, en torno al 53% de la población activa.

Asumiendo que el político piensa en las próximas elecciones y el estadista, en las próximas generaciones, cabe concluir que el subcontinente está plagado de politicastros, los estadistas son una especie en vías de extinción y los políticos con sentido de Estado, un bien escaso.

Reformas estructurales imprescindibles son adulteradas o postergadas, mientras que las ocupaciones que no pagan impuestos ni están amparadas por la legislación laboral y la seguridad social crecen más que el empleo formal. Ocurre por sexto año consecutivo. Las crisis en Venezuela, Argentina y Nicaragua son mayúsculas, y pocos avances caben esperarse a corto plazo, pero tampoco el comportamiento de México y Brasil es ilusionante pues continúa fabricando migrantes y chamarileros.

Los indicadores macroeconómicos crecen o decrecen cíclicamente sin una siembra de futuro sostenible porque las riñas políticas y la ausencia de consensos traban la durabilidad de los ingresos fiscales y los programas. La erradicación de la pobreza y la reducción de la desigualdad, prioridades en la Agenda 2030 aprobada por la ONU en 2015, siguen siendo cantos marianos en América Latina y el Caribe, donde el 40% de la población ocupada percibe ingresos inferiores al salario mínimo de su país; el porcentaje es mayor en las mujeres (48,7%) y en los jóvenes entre los 15 y los 24 años (55,9%), según la Cepal.

Latinoamérica es heterogénea, pero comparte vulnerabilidades y retos. Uno de ellos es apuntalar una institucionalidad con certeza jurídica, gestión eficiente y recursos. El abordaje de la informalidad exige políticas inclusivas que corrijan los abusos perpetrados por la liberalización económica de los noventa para facilitar el comercio de bienes y servicios y los flujos financieros internacionales.

Salvo honrosas excepciones, no se visualiza la puesta en marcha de transformaciones estructurales contra el paro encubierto y la fragilidad de las clases medias, confundidas por los bandazos gubernamentales y las farsas ideológicas. La lentitud en la generación de estabilidad laboral causa fatalismo, aprovechado por el populismo para desplegar su arsenal de mentiras y milagros contra la gangrena de la informalidad y la indecencia.

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