Terrorismo: sus rostros más activos
Las fuerzas de violencia desatadas hace 18 años son hoy inmensamente más activas e incontrolables
El reciente aniversario del ataque a las Torres Gemelas suscita preguntas sobre en qué se está en este terreno de la seguridad y el terrorismo internacional. El hecho es que las fuerzas de violencia desatadas hace 18 años son hoy inmensamente más activas e incontrolables. Y no me refiero aquí a los dos generadores de violencia más prevalentes en las Américas, de contenido completamente distinto del terrorismo de origen islamista.
Esos son, de un lado, la espiral violentista del crimen organizado y de las maras —o grupos equivalentes— que asolan al Triángulo Norte, parte de México y varios espacios urbanos de Latinoamérica. Allí la inseguridad ciudadana es percibida, con razón, como el principal problema y las respuestas deben ser una combinación de eficaces políticas de seguridad con políticas sociales que generen espacios para los ninis.
Por el otro, el “terrorismo ignorado”: el supremacista blanco y de ultraderecha, que golpea episódicamente a varios países desarrollados y, particularmente, a EE UU. Entre 2009 y 2018, de acuerdo a The Economist, el 75% de ataques terroristas en territorio estadounidense ha sido de este origen. Esto debería llamar a revisión las políticas de seguridad y la permisividad sobre armas de guerra en manos de civiles. Más allá de estos procesos, el escenario global es el de crecientes fuerzas de violencia y de destrucción, conectadas a lo que se produjo en las Torres Gemelas. Estas son infinitamente más poderosas, extendidas e impunes que entonces. Pongo dos ejemplos.
Primero, lo que viene ocurriendo en Africa y, en particular, Nigeria, su país más poblado y gran exportador de petróleo. Allí los extremistas de Boko Haram, mejor armados que nunca, articulados a los radicales de Siria y premunidos de drones, controlan con incontenible impunidad las zonas rurales de buena parte del país. Un ejército desmoralizado, corrupto y apertrechado en zonas urbanas, ha llevado a que más de dos millones de personas se hayan tenido que desplazar para no ser barridos por Boko Haram.
Segundo, zonas importantes del medio oriente y de Europa central. En ellas el colapso producido en Irak —por acción externa— y la guerra en Siria vienen constituyendo canteras inagotables de milicianos terroristas dispuestos a la inmolación. ISIS y sus huestes se viene expandiendo en el norte de Siria desde donde se generan, además, combatientes que se desplazan a Irak y otros países. La desarticulación de Siria como Estado —por la que apuestan algunos— sería la antesala de un desastre regional y global de dimensiones.
Hay más ejemplos, pero estos bastan para resaltar cómo el mundo es hoy más inseguro. En este contexto preocupa que los mecanismos multilaterales de respuesta y prevención sean más débiles y poco eficaces que nunca. Muchos añoran, con razón, los tiempos de la Guerra Fría en la que el Consejo de Seguridad de la ONU era un centro crucial de debate y acción frente a las amenazas a la paz. Hoy parecería que el multilateralismo murió frente a las amenazas del momento.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.