Milán hace tendencia de la moderación
Daniel Lee, director creativo de Bottega Veneta, mantiene la identidad propia de la firma sin centrarse, como otras marcas, en el cliente 'millenial'
Es prácticamente imposible hacerse con un bolso o una sandalias de Bottega Veneta sin pasar por una larga lista de espera. Con solo una colección a sus espaldas, la de este otoño invierno, Daniel Lee obró un milagro: reposicionó una marca anclada en la tradición y el clasicismo hasta convertirla en objeto de deseo instantáneo. Lo hizo, además, respetando los códigos de la casa, es decir, redefiniendo el famoso trenzado del cuero de bolsos y zapatos propio de la marca hasta convertirlo en un entramado más visual (y viral) y jugando con las proporciones y la forma de los accesorios hasta acercarlos a la arquitectura.
Por eso, su desfile del jueves era el más esperado de la semana de la moda. Bottega Veneta es ahora mismo la nueva marca favorita de editores y compradores, y la expectación por ver la continuación del hito perpetrado por Daniel Lee era máxima. Consciente de ello, el diseñador profundizó en los mismos elementos que en su debut. Por el Palacio del Senado desfilaron bolsas trenzadas de gran tamaño junto a pequeños bolsos de mano, sandalias de punta cuadrada y palas anudadas o mocasines con aspecto de babucha. Artesanía en tiempos de Instagram. Lee ha encontrado su sitio en tiempo récord, ha establecido el nuevo lenguaje de Bottega Veneta poniendo un pie en los archivos de la casa y otro en las demandas del presente, y no ha necesitado ni sucumbir a la macrotendencia de los accesorios deportivos, como han hecho otros. Ni siquiera ha puesto en su horizonte al nuevo cliente millennial, como hace la mayoría. Bottega sigue siendo una marca con una identidad propia.
Como también lo es Max Mara, uno de esos oasis entre el frenesí de propuestas arriesgadas (y a veces hasta desproporcionadas) que suelen verse en las semanas de la moda actuales. Como ya es habitual en la marca diseñada por Ian Griffiths, el desfile, también el jueves, comenzó con tres modelos (Gigi Hadid, Doutzen Kroes y Candice Swanepoel) luciendo tres versiones de un mismo look. Si en invierno los colores flúor fueron los protagonistas, esta vez lo fueron los grises y los pasteles, tiñendo trajes sastre que mezclaban los códigos militares y la estética británica de forma casi orgánica. La mujer de Max Mara no necesita demasiado artificio para mostrarse poderosa, cómoda en su piel. Hasta los sencillos vestidos de satén que aparecieron al final (y que no suelen ser comunes en la firma italiana) rezumaban esa actitud que solo se logra cuando se practica bien el minimalismo.
En general, en estas primeras jornadas de desfiles se está practicando una estética relajada, bastante alejada de los derroches y los ejercicios audaces de estilismo que llevamos arrastrando unas cuantas temporadas. Las propuestas, hasta ahora, están más cerca de lo intelectual que de lo refulgente. Así ha pasado este viernes en el desfile de Sportmax, la línea más contemporánea del grupo Max Mara, con sus blusas estratégicamente superpuestas o sus vestidos camiseros de patrones muy estudiados. También en Tod's, que este viernes ha presentado en Milán una colección para esta primavera en la que el cuero, tratado tan magistralmente que parecía algodón, daba forma a vestidos bicolores, prendas asimétricas o faldas y abrigos cortados al láser. En la firma son conscientes de que su cliente busca piezas atemporales y duraderas, sin embargo, con esta colección han logrado añadir a esas expectativas un trabajo de diseño visualmente impecable.
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