El lamento de la elefanta asiática por la muerte de una cría
Un estudio recoge varios episodios que muestran cómo los elefantes de Asia también sufren con el final de la vida
Era marzo de 2017 cuando la elefanta observó flaquear al pequeño. Corrió 40 metros hasta la cría, tan débil que apenas podía moverse, para animarla con empujoncitos por detrás. Pero no podía más, y se derrumbó ante la impotente hembra, que comenzó a barritar con fuerza, incapaz de ayudar al pequeño a levantarse. Tres lamentos que retumbaron entre los árboles. La hembra aguantó a su lado, mimando a esta cría de menos de un año en lo que parecían sus últimos momentos: siguió tratando de ayudar a que se incorporara, colocaba sus patas, lo tocaba y frotaba con delicadeza. Dos horas y media después, la cría dejó de respirar. Antes, los veterinarios tuvieron que espantar a la elefanta, que les embestía una y otra vez, para poder acercarse al cachorro y comprobar que tenía una grave herida en la cabeza, probablemente causada por el ataque de un tigre.
“Este caso, de hecho, es muy interesante porque, si no estaba relacionada con la cría, ¿por qué respondió ella y trató de ayudarla? Esto plantea muchas preguntas importantes”, añade Sharma
Afortunadamente, el despliegue de gestos de la elefanta fue grabado en vídeo por un equipo de científicos, en lo que se ha convertido en una de las mejores pruebas de que los elefantes asiáticos, como los africanos, son conscientes del significado de la muerte. Incluso a los humanos nos cuesta entenderla. Los niños pequeños no son conscientes de que es inevitable e irreversible. Sin embargo, recientes estudios vienen mostrando que en el reino animal, más allá de la inteligencia humana, hay especies capaces de leer estos y otros factores que definen la muerte.
Los elefantes africanos son una de estas especies, ya que muestran comportamientos llamativos y claramente distintos antes, durante y tras estos episodios. Sin embargo, hasta ahora no se sabía si sucede lo mismo con los asiáticos. Dado que ambas especies se separaron hace entre cuatro y nueve millones de años, las similitudes o diferencias ofrecen claves muy interesantes sobre el origen de esta madura percepción de final de la vida. Investigadores de India acaban de publicar un estudio en el que analizan tres casos, incluido el del pequeño y la elefanta, que les permiten afirmar que los proboscídeos asiáticos están en el grupo de animales que reacciona con sensibilidad hacia la muerte, como sucede con los grandes primates y algunos carnívoros, cetáceos y córvidos.
Lo más curioso del caso de la elefanta y la cría es que los investigadores creen que es posible que ni siquiera fuera su madre, a pesar de la angustia y mimo que demostró. Por lo general, las elefantas con crías de menos de tres años muestran las mamas agrandadas, ya que están lactando, pero esta hembra no mostraba ese estado. “Por eso, sospechamos que puede no ser la madre de la cría”, asegura Nachiketha Sharma, investigador de la Universidad de Kioto y el Centro de Ciencias Ecológicas de India. “Este caso, de hecho, es muy interesante porque, si no estaba relacionada con la cría, ¿por qué respondió ella y trató de ayudarla? Esto plantea muchas preguntas importantes”, añade Sharma, uno de los coautores de este estudio. Los estudios sobre elefantes africanos muestran que responden a los congéneres moribundos o muertos, independientemente de sus relaciones de consanguinidad.
En su estudio, Sharma y sus colegas reseñan otros dos casos. En el primero, ocurrido en 2012, cuentan como Sita, una hembra adulta, y sus dos hijas acompañan a un recién nacido moribundo en sus últimos momentos. Para sorpresa de los investigadores, dos de ellas incluso se coordinan para sostener al pequeño y tratar de levantarlo cuando parecía rendirse, empujándolo con sus patas y su trompa. Los gestos delicados y atentos de las elefantas no ofrecen dudas para Sharma. “Los elefantes parecen comportarse de manera diferente en respuesta a individuos enfermos o débiles”, explica. “Si una cría está lesionada, los otros elefantes avanzan lentamente, esperan hasta que se une al grupo. Sin embargo, aquí los elefantes estaban parados junto a los individuos enfermos que no podían moverse. Los tocaron repetidamente, los alentaron a moverse junto con ellos”, señala el investigador. “Nuestras observaciones sugieren que los elefantes asiáticos perciben angustia y responden a individuos moribundos”, indica.
Elefantes africanos y asiáticos comparten un ancestro común que, como los grandes simios ahora, puede que ya tuviera la capacidad de entender que la muerte es irreversible hace millones de años
El tercer ejemplo que apuntan los investigadores en su estudio, publicado en la revista Primates, hace referencia a la reacción de unas elefantas adultas ante el cadáver de otra de edad avanzada. Lo inspeccionaban y vigilaban desde la distancia, equilibrando su interés por acercarse con el del personal del parque natural. Lo más llamativo del episodio es que el cadáver de la anciana estaba rodeado por hojas verdes, cuando el árbol más cercano estaba a 100 metros del cuerpo. Las observaciones sobre elefantes africanos han documentado que suelen tratar de cubrir el cadáver con tierra, hojas y ramitas como una especie de ritual de entierro, explica Sharma. “Hay pruebas anecdóticas en las que los elefantes incluso han tratado de cubrir el cadáver de los humanos con tierra y hojas”, añade el investigador. “¿Cómo y de dónde vinieron esas hojas? ¿Cómo se acumularon las hojas en zonas particulares del cuerpo, por ejemplo, cerca de la boca? Especulamos que otros elefantes podrían haber colocado esas hojas alrededor del cadáver, aunque no observamos directamente a los elefantes colocándolos”, afirma el científico.
Se sabe que los elefantes africanos responden a sus congéneres moribundos tocándolos, inspeccionándolos, como en estos episodios, y también intentando levantarlos con la ayuda de colmillos. Sin embargo, a diferencia de los elefantes africanos, las elefantas asiáticas no tienen colmillos y aun así intentaron levantar a los moribundos con la ayuda de sus piernas. “Esto da una pista de que estos comportamientos podrían ser características ancestrales que se conservaron durante el período de evolución”, explica Sharma. Elefantes africanos y asiáticos comparten un ancestro común que, como los grandes simios ahora, puede que ya tuviera la capacidad de entender que la muerte es irreversible hace millones de años. Por algún motivo, entienden lo que significa perder a un familiar o compañero y reaccionan con angustia. No es un rasgo únicamente humano y parece extenderse por varios grupos del reino animal.
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