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Peter Lindbergh, el fotógrafo de moda al que no le importaba la moda

El artista polaco, que falleció el martes a los 74 años, definió el fenómeno 'top model' y cambió la forma de interpretar la belleza con su estilo atemporal y honesto

El fotógrafo Peter Lindbergh, en una imagen tomada en Berlín durante una rueda de prensa en septiembre de 2018.
El fotógrafo Peter Lindbergh, en una imagen tomada en Berlín durante una rueda de prensa en septiembre de 2018.TOBIAS KLEINSCHMIDT (AFP)
Carmen Mañana

Peter Lindbergh pasará a la historia por ser uno de los artífices del fenómeno top model. El fotógrafo que, como le gustaba recordar, firmó el certificado de nacimiento de una nueva era de la industria de la moda –y de la cultura popular– cuando decidió reunir a Linda Evangelista, Christy Turlington, Naomi Campbell, Cindy Crawford y Tatjana Patitz en una portada para la edición británica de Vogue en 1990. Esa sesión fue el germen de una forma hasta entonces inédita de interpretar la fama, el lujo y la belleza; y Lindbergh, el hombre que apretó el disparador. Pero su trascendencia rebasó las páginas de papel cuché. Lindbergh (Lissa, Polonia, 1944) representa el éxito de un artista que supo mantenerse fiel a una concepción de la belleza y la fotografía, situada muchas veces en las antípodas de las tendencias del sector. Este martes, fallecía a los 74 años rodeado de su mujer y sus cuatro hijos. De momento, no han trascendido el lugar ni los motivos de su muerte.

Más cercano al trabajo documental que a los hiperefectistas editoriales de moda, su estilo se caracterizaba por la utilización del blanco y negro como vehículo emocional, y por representar a la mujer de una manera profunda y sin artificios, en la que el maquillaje e incluso la ropa funcionaban solo como sonido de fondo. “Ni siquiera preguntó qué outfit voy a fotografiar”, aseguraba. Sin comprometer en ningún momento este discurso visual, su obra se ha mantenido relevante a lo largo de más de 40 años de carrera. Jamás ha pasado de moda. Y la prueba es que nunca ha abandonado las portadas. La última que lleva su firma es la del número de septiembre de la edición británica de Vogue, en la que Meghan Markle, duquesa de Sussex, es editora invitada. Suya es también la que protagonizó Rosalía en Vogue España el pasado agosto.

Mantenerse en primera línea durante tanto tiempo resulta extraordinario en un sector, como el de la moda, que devora a la velocidad del rayo a sus mitos, especialmente, cuando son tan críticos con el sistema como lo fue Lindbergh.

“Para mí, la belleza reside en la valentía para ser quien eres. Pero nos bombardean con imágenes idiotas de mujeres idénticas que hacen a la gente infeliz […] Me harté de ese empeño en convencerlas de que deben parecer eternamente jóvenes”, argumentaba en una entrevista concedida en 2016 a la revista ICON. “Hay una industria obsesionada con retocarlo todo y llenarlo de mentiras. Es un crimen”, sentenciaba. Su mirada se situaba en el extremo opuesto y, por ello, dotaba a sus imágenes de un valor atemporal que ha resistido y resiste, como muy pocos trabajos lo hacen, el paso del tiempo. El mejor ejemplo de ello es la icónica campaña que firmó para la fragancia Eternity de Calvin Klein en 1995. Protagonizada por Christy Turlington y Mark Vanderloo ayudó a definir la estética minimalista de toda una década y quedó grabada para siempre en el imaginario colectivo como un símbolo generacional. Un cuarto de siglo después la marca decidió volver a utilizarla en sus anuncios. “Parecía que la hubiésemos hecho ayer. Pero, si no la tocas ¿qué va a envejecer en esa foto? ¡Nada!”, confirmaba satisfecho a The Guardian el propio Lindbergh.

Portada del primer número de 'Vogue USA' dirigido por Anna Wintour, en noviembre de 1988, fotografiado por Peter Lindbergh
Portada del primer número de 'Vogue USA' dirigido por Anna Wintour, en noviembre de 1988, fotografiado por Peter Lindbergh

Sin embargo, este discurso tan alejado de las tendencias no siempre fue bien entendido. En 1988 y por encargo de Vogue USA, el artista retrató a varias modelos –entre ellas, Linda Evangelista y Christy Turlington, dos de sus favoritas– en la playa, con sencillas camisas blancas y el pelo mecido por el viento. Una propuesta muy alejada de los peinados enlacados y vestidos sexis que se imponían en ese momento, y que llevó a su entonces directora, Grace Mirabella, a tirar, literalmente, las fotos a la basura. Poco tiempo después, Anna Wintour la sustituiría en el puesto y contrataría a Lindbergh para disparar su primera portada (la de noviembre de 1988) como responsable de la cabecera. A través de sus imágenes presentó su visión de la revista y, con el tiempo y creciente poder, de la moda en general. “Nunca pude soportar a ese tipo de mujer aupada por un marido rico que promovía la prensa. No me impresiona alguien que llega con un bolso de cocodrilo”, explicaría años después.

Por su objetivo pasaron grandes figuras de la cultura y el espectáculo como Charlotte Rampling y Keith Richards, también Marta Ortega. La hija del fundador de Inditex le confió las fotos de su boda el año pasodo. Su obra, como la crónica de una era que fue, protagonizó varias exposiciones restrospectivas. Una de las últimas, en 2016 en el Kunsthal de Rotterdam. La suya fue, en definitiva, una historia digna de inmortalizar; la de un niño polaco que cruzó una Europa inmersa en la II Guerra Mundial con su madre, un carro y un caballo; que trabajó de escaparatista en Berlín y, después, en una granja en Arlés, mientras estudiaba pintura; que viajó durante dos años por Europa y África y cogió una cámara por primera vez, ya pasada la veintena, para retratar a sus sobrinos. “Los niños no son nada autoconscientes. Es así como aprendí”.

 

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