Peter Lindbergh reúne a las ‘tops’ de los noventa
Una exposición en el museo Kunsthal, en Rotterdam, recoge las míticas fotos que consagraron a una generación de modelos


El fotógrafo alemán Peter Lindbergh, de 72 años, padre simbólico de las supermodelos de los años 80 y 90, las ha recibido de nuevo con gran satisfacción en Rotterdam. A él se deben las emblemáticas imágenes de Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Linda Evangelista, Christy Turlington o Cindy Crawford con camisa blanca, y con cazadora, botas y gorra de cuero. Captadas en blanco y negro, auparon las carreras de una generación de mujeres que dominaron el negocio de la moda. El centro de arte Kunsthal, de la ciudad portuaria holandesa, ha reunido 220 de estas fotos en la retrospectiva Una visión diferente de la fotografía de moda, reforzada por la presencia de varias de sus agradecidas retratadas. En una suerte de homenaje mutuo, Milla Jovovich, Karen Alexander, Nadja Auermann, y Lara Stone, esta última abanderada de la nueva generación, han desfilado informalmente entre instantáneas de sí mismas encarnado uno de los lemas constantes del autor “contribuir a formar la imagen de la mujer (y el hombre) contemporáneos”.

Dejando a un lado que poca gente se parece a estas mujeres altísimas y cuidadísimas, sus rostros forman parte de una cierta memoria popular. También lo es que sus largas carreras demuestran que se han sobrepuesto a la juventud y la perfección, “dos ideales aterradores”, según Lindbergh.
Su Pigmalión particular, del que se pueden ver en la muestra sus libros de notas, cámaras y carretes de película, detesta la era digital que inunda su oficio. “Impide la intimidad con el sujeto retratado. Cuando te gritan desde atrás, en el estudio, que la toma ha sido buena, o mala, estás perdido. Es lo contrario de lo que yo considero una foto”, asegura. A su lado, sin embargo, sus musas se prestan a múltiples selfies, posando, eso sí, como si fuera para una revista de moda.

Justamente una de las anécdotas que humaniza un negocio implacable es el rechazo sufrido por la mítica instantánea de las modelos con la camisa blanca. Fechada en 1988, estuvo en la papelera de la revista Vogue durante seis meses. Solo cuando Anna Wintour llegó a la dirección ese mismo año acabó en portada. Hoy aparece siempre en las listas de las mejores de la moda. “Para mi carrera, y para esta industria, fue esencial que yo apareciera en ese grupo. Hasta entonces no había mujeres con piel oscura en las revistas, y Peter me hizo sentir que era lo más natural del mundo”, asegura la estadounidense Karen Alexander, de 50 años, que ha figurado en la lista de las 50 personas más bellas del mundo de la revista People. La alemana Tajtana Patitz, de su misma edad, recuerda que el fotógrafo no quería maquillaje y las trataba como un miembro de la familia. “Crea un ambiente familiar muy difícil de conseguir”.
Según Lindbergh, que se ha sentado con ellas en el auditorio del Kunsthal, “hay que tener el valor de ser uno mismo; eso es lo que yo defino como belleza”. Cierto, aunque es evidente que sus modelos están guapas hasta cuando lloran. Dos fotos de Nadja Auermann, que acabó sollozando porque “cuando eres tan joven no sabes quién eres, y ahí estaba Peter pidiéndome que le mostrara mi yo auténtico”, siguen al espectador en una sala forrada hasta el techo son los rostros de sus colegas. Tampoco es una casualidad que Lindbergh sea presentado como un artista por su maestría con las luces y los encuadres. Su proyecto más íntimo, sin embargo, es lo opuesto al relumbrón de la moda. Ha retratado a condenados a muerte que han agotado todas sus apelaciones. “Tal vez lo publique como mi testamento”, dice, enigmático
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