_
_
_
_
_

Las ventajas de ser el menos bronceado de tus amigos

Lejos quedan los tiempos en que la bondad del bronceado veraniego era cuestión de consenso. En este texto el autor –blanco, casi albino– aboga por la blancura integral

"Usted, que es como él y como yo, de piel blanca y cruda, escúcheme: puede no ponerse moreno".
"Usted, que es como él y como yo, de piel blanca y cruda, escúcheme: puede no ponerse moreno".Ilustración: Nadia Hafid

Una persona rubia y pálida como yo, una vez, creyó que al fin se había bronceado. Le costó cuatro meses de esfuerzo durante los que dedicó sus vacaciones y las horas libres de la reducción de jornada solo a ponerse moreno. Se tumbaba en la piscina junto a esa gente que sabe ponerse morena en el punto exacto donde cae el agujero de la capa de ozono, masticaba zanahoria entre cigarros y caminaba de cara al cielo cuando iba por la calle, recibiendo la lluvia dorada del sol municipal de agosto.

Esta persona se esforzó en quemarse la piel poco a poco para que la noche convirtiera el dolor en bronceado. Esperó y creyó conseguirlo. Pero cuando volvió a la oficina en septiembre y le preguntaron dónde había estado, le pidieron explicaciones, le exigieron su morenito. No lo había conseguido. Aprendió que hay gente a la que nunca le llega el morenito. Y que en ocasiones hay que dejar de esperarlo y de exigirlo.

La leyenda del sol

Según un estudio de CantabriaLabs, el 62% de los jóvenes de entre 18 y 25 años asocia bronceado y belleza, pero solo el 14% cree que estar moreno es indicio de buena salud.

Y recuerda, la sensatez manda: la protección solar no solo es necesaria en la playa: el fotoenvejecimiento no entiende de vacaciones.

Usted, que es como él y como yo, de piel blanca y cruda, escúcheme: puede no ponerse moreno. Conteste que no puede, que no quiere, que a lo mejor el año que viene, que estuvo moreno desde 2001 hasta 2007 y ahora está en otra etapa. Ellos necesitan explicaciones y usted convencerse de que ni siquiera un poquito de color es necesario.

Sin embargo, toda renuncia implica pérdidas. Y renunciando al bronceado perderemos lo único interesante que tiene: las partes del cuerpo que no se han puesto morenas. El culo blanco, las ingles blancas, las tetas blancas. Cuando alguien inventó el moreno pensó: “Desarrollaré una capa provisional de tiniebla sobre el cuerpo que sirva para enfocar lo interesante”.

Desde entonces, los que se ponen morenitos solo lo hacen para poder enganchar con un dedo el pantalón y mostrar el contraste. Ellos tendrán su morenito y su contraste, pero piénselo bien. A la vuelta del verano cuando se bajen un poco la goma del slip para mostrar su victoria, nosotros seremos enteros el contraste. Seremos unas nalgas blancas que los demás quieran mirar.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_