Los cantantes calvos
PSOE y Cs fingen no relacionarse con Bildu y Vox, pero llegan a acuerdos interpuestos con ambos
Impresiona y enternece el esfuerzo de ilusionismo con que los partidos políticos disfrazan los acuerdos con los aliados tóxicos. Ciudadanos finge una animadversión a Vox equivalente al rechazo que el PSOE opone a Bildu, pero ambas formaciones constitucionalistas terminan recurriendo a la letra pequeña del pacto mefistofélico. Sea tomándose un café cinco horas en Murcia, como le sucedió al equipo naranja en la reunión con Vox. O sea, pretendiéndonos convencer de que la investidura de María Chivite en Navarra no ha requerido concesión alguna a la izquierda radical soberanista.
Es inviable la proclamación de la candidata socialista sin la abstención de Bildu, pero el PS local y nacional se involucran en una versión edulcorada del acuerdo implícito. Nunca sabremos el precio. O igual si, pues Bildu tiene que retratarse en la investidura de Sánchez a final de mes. Si se abstiene o la apoya no obedecerá a motivos filantrópicos, como tampoco ha podido haberlos en la aquiescencia que sobrentiende la coronación de Chivite.
Es la razón por la que procede acordarse de La cantante calva de Ionesco. Más en concreto del trance en que el señor y la señora Martin descubren con asombro que son marido y mujer. Las pruebas se les amontonan en una conversación delirante gracias a la cual sabemos que ambos son originarios de Manchester, que viven en Londres y que residen en la misma casa, aunque la constatación del vínculo matrimonial proviene de otros interesantes pormenores: comparten el mismo domicilio, incluso duermen en la misma cama.
Le sucede a C's con Vox en diferentes escenarios —Palencia, Granada, incluso Murcia— y le está ocurriendo al PSOE con los partidos nacionalistas —País Vasco, Baleares, Canarias—, aunque es más grave el maridaje encubierto con Bildu. No existe públicamente, no hay documentos comprometedores, pero los pactos cuajan gracias a las intermediaciones. Es el papel del PP en el tripartito, como lo ha sido el de Geroa Bai (la marca navarra del PNV) para conseguir que Bildu se ponga de perfil en la investidura de Chivite.
El acuerdo de Pamplona implica una nueva conquista territorial del PSOE tanto como garantiza el apoyo del PNV a la investidura de Sánchez, pero malogra cualquier posibilidad de que Ciudadanos o el PP accedan a abstenerse en las sesiones de la última semana de julio. No se le puede reclamar el plácet a Rivera y Casado cuando el PSOE ha blanqueado las vergüenzas de Bildu y ha sobrepasado una línea roja que se antojaba invulnerable.
La investidura únicamente resultaría viable si se adhieren los acreedores del soberanismo, puesto que ERC y Bildu van de la mano con la euforia del matrimonio Martin. Y no parece que Sánchez quiera entregarse a ellos ni exponerse a una legislatura de extorsiones. El adelanto electoral es cada vez más verosímil. Lo demuestra incluso el rechazo de Iglesias a la propuesta de los ministros independientes, pero la bandera del PSOE ya ondea en Navarra con el aplauso de los cantantes calvos.
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