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Columna
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Una gran oportunidad

Pedro Sánchez tiene la ocasión de jugar un papel de liderazgo en la construcción de la agenda de la nueva izquierda

Josep Ramoneda
El Presidente en funciones, Pedro Sánchez, en Barcelona.
El Presidente en funciones, Pedro Sánchez, en Barcelona. Andreu Dalmau (EFE)

Se dice de Pedro Sánchez que tiene un especial olfato para captar la oportunidad. Tiene ante sí una gran ocasión. ¿Se perderá en el miedo al riesgo que marca la frontera entre el político y el estadista? La política se mueve siempre entre lo que son las cosas y lo que se quiere que parezcan. Desde la misma noche electoral todo el mundo sabe que el PSOE deberá contar con Podemos como socio principal. ¿Por qué insiste Sánchez en propuestas retóricas a la derecha que sabe a ciencia cierta que no tendrán eco o en amenazar con unas elecciones que sólo servirían para aumentar la tensión? ¿Es el miedo a gobernar?

Tanto España como Europa están en tránsito. Si la socialdemocracia tocó fondo en los últimos años, ahora es la derecha democratacristiana y conservadora la que nota el desgaste, incapaz de lidiar con la presión de la extrema derecha. Dice Carey Robin en “La mente reaccionaria”: “Esta es la tarea del populismo de derechas: apelar a la masa sin perturbar el poder de las élites o, por decirlo de manera precisa, aprovechar la energía de la masa para reforzar o restaurar el poder de las élites”. La derecha radical es la pasarela que se prepara por si el malestar social obliga a dar el paso al autoritarismo postdemocrático. Y el mundo conservador se está dejando arrastrar a este terreno, precisamente cuando la socialdemocracia europea, a pesar de la debacle de los socialistas franceses y alemanes, da señales de relanzamiento. La escalada reaccionaria está despertando a la frustrada ciudadanía progresista.

El PSOE hoy es el principal partido socialdemócrata europeo. Pedro Sánchez tiene la oportunidad de jugar un papel de liderazgo en la construcción de la agenda de la nueva izquierda. ¿Qué le frena? ¿Las incertidumbres del contexto? ¿La desconfianza en sus potenciales aliados? ¿La dificultad de definir y compartir un proyecto?

En España, cualquier hipótesis estratégica choca con el desenlace del juicio a los presos catalanes. De él dependerá que se pueda abrir una nueva etapa o que se imponga de modo fatalista la conversión del enfrentamiento y el bloqueo en normalidad. Por más que a algunos les cueste reconocerlo, Cataluña sigue siendo determinante. En Europa, Sánchez se ha colocado a la sombra de Macron. Puede ser una pista de aterrizaje, pero la verdadera apuesta es configurar un amplio bloque alternativo que rompa la frialdad de la tecnocracia europea, restituya a la política y abra ventanas de futuro en el agotador presente continuo en que vivimos. Sánchez no puede limitarse a seguir los pasos del presidente francés, tiene que configurar una agenda que devuelva a la izquierda el horizonte emancipatorio perdido y crear un espacio propio (con un amplio espectro de aliados) con capacidad de incidencia y presión. Un lugar de encuentro para los que se resisten a la contrareforma de la derecha.

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