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Sexualidad fluida: ¿patrimonio de la mujer o tarea pendiente de los hombres?

No somos compartimentos sexuales estancos, el deseo es dinámico y puede orientarse hacia más de un género. Pero, ¿es cierto que esto sucede más en ellas?

El ser humano no es nada sin el sexo. Literalmente. A diferencia de una pulga capaz de reproducirse sin la participación de un macho, nosotros no existiríamos sin la cópula. Somos animales que disfrutamos de mucha más riqueza de opciones, de identidades y de elecciones posibles. Y es que, al contrario de lo que se ha pensado durante mucho tiempo, y algunos aún siguen pensando, la orientación sexual no es un compartimento estanco. No somos seres binarios, no somos bits en el procesador de un ordenador. La sexualidad no es homosexualidad o heterosexualidad, blanco o negro, hay muchos grises... y las mujeres parecen tener un don para los matices.

Esta riqueza de la sexualidad hace que, poco a poco, vayan surgiendo conceptos nuevos, que nos obligan a replantearnos todo lo que hemos aprendido en este aspecto fundamental del ser humano. La bisexualidad ha sido superada por la pansexualidad, un término que se refiere a la capacidad de enamorarse de una persona sin importar su género. Y ya se ha comenzado a hablar, aunque no sea en las reuniones familiares, del género fluido, un concepto que explica que a lo largo de la vida no siempre nos identifiquemos con el mismo género, sino que la identificación puede ir variando. Comenzamos a entender que la sexualidad es un concepto más flexible de lo que pensábamos, más fluido.

Y, según un artículo publicado en la revista Biological Reviews, las mujeres pueden haber sido diseñadas evolutivamente para ser "sexualmente fluidas". El autor del trabajo, Satoshi Kanazawa, defiende en el texto que, "en lugar de ser heterosexuales u homosexuales, la atracción sexual de las mujeres puede depender en gran medida de la pareja en particular, de su estado reproductivo y otras circunstancias". Todo ello, según el investigador, con el objetivo evolutivo de "permitirles tener relaciones sexuales con sus compañeras en matrimonios poligínicos" -aquellos en los que un hombre tiene varias esposas- que ayudarían a "reducir el conflicto y la tensión inherente". Que la sexualidad de las mujeres sea especialmente fluida solo es una teoría, y una que no está claro que tenga un auténtico reflejo en la realidad, pero los sexólogos no descartan que la sexualidad femenina sea más fluida, aunque no necesariamente por razones evolutivas.

Más cultura que biología

En realidad, este trabajo no es sino el desarrollo académico del mito que sostiene que todas las mujeres son bisexuales. No hay duda de que este es un concepto con el que se puede teorizar, pero hay que tener en cuenta que hoy por hoy no existe un fundamento científico que lo avale. Hay que hilar más fino para entender de qué estamos hablando. Porque, a decir verdad, puede que sí sea cierto que las mujeres son, por lo general, más flexibles que los hombres en cuanto a su orientación sexual, pero no que sea solo por una cuestión evolutiva.

"La orientación del deseo es algo dinámico y por eso considero que este estudio no es concluyente", afirma el sexólogo del Instituto Amaltea Santiago Frago. Sin embargo, matiza que hay una parte cierta, la de que "el hombre, por biografía educativa y cultural, vive con mayor contención y miedo esta flexibilidad" que las mujeres. La también sexóloga Ester Álvarez da más pistas sobre el fenómeno. "Sí que tengo la impresión de que aparentemente las chicas podrían ser más flexibles que los chicos en este sentido. Quizá se deba a que ellas hablan de este tema con más facilidad, porque tienen menos temor que los hombres a ser estigmatizadas". O sea, que no se trata de que el deseo de las mujeres sea más flexible, sino de que culturalmente está mejor visto que ellas alternen con ambos géneros, y por lo tanto se permita más libertad a la hora de expresarlo.

De hecho, es habitual que un hombre vea atractiva a una mujer que tiene sexo con otras mujeres, pero el hombre bisexual no es una fantasía tan habitual en el imaginario femenino. "La chica bisexual se ve como una ventaja: si eres un chico tienes la posibilidad de hacer un trío. Pero el chico bisexual no puede estar en medio, tiene que decidirse, o es hetero o es gay, ambas cosas se ven como una amenaza", subraya Álvarez. E insiste en que el peso de la cultura puede influir tanto o más que la propia biología, lo que no es óbice para que haya hombres hetero que tienen sexo con otros hombres.

Álvarez añade que la flexibilidad sexual también se relaciona con los conceptos de masculinidad y feminidad que se tienen socialmente. "Hoy en día se asume que una chica lesbiana no tiene por qué ser masculina -de hecho, el ideal masculino de la lesbiana la chica superfemenina-, pero al hombre gay se le sigue viendo como femenino, y si es hetero tiene que ser masculino, parece que no puede haber un lugar intermedio", dice.

Una cuestión de preferencia, no exclusividad

Con todo, y más allá de las diferencias entre hombres y mujeres, Frago opina que es cierto que todos nos hemos vuelto un poco más flexibles en cuanto a la sexualidad. "Lo notamos día a día en las aulas, en la consulta, en los foros de debate abierto, en las conclusiones de los congresos de sexología y en el interés por parte del colectivo universitario por apostar por los másteres oficiales en sexología y educación sexual…", dice.

Es más, pese a la escasez de educación sexual en las aulas, cada vez surgen más informaciones, libros, programas y películas sobre sexualidad, formas de comunicar que ayudan a entender conceptos que antes ni si quiera podían debatirse. A este respecto, el sexólogo expone que la idea que falta por inculcar es que "ni la heterosexualidad ni la homosexualidad son compartimentos estancos. La orientación del deseo se expresa en términos de mayor o menor preferencia, y no de exclusividad".

Una de las formas de entender esta teoría es el llamado "continuo de los sexos" que ya expuso el investigador Alfred Kinsey. Esta teoría defiende que la orientación sexual se describe mejor como una escala de atracción al mismo o al otro sexo, en el que cada persona puede ir fluctuando. Como apunta Ester Álvarez, "el deseo y la orientación sexual no son tan estáticos como la mayoría de la gente piensa", sino que realmente fluctúan, tanto para hombres como para mujeres. La sexualidad en flexible para todos los géneros.

Así, esta teoría, de mediados del siglo pasado, ya avanzaba que la sexualidad era diversa y flexible, sin necesidad de etiquetas, y sin tener que marcar siempre una diferencia entre hombres y mujeres. Esto demuestra que quizá no es que tengamos mucho por aprender, sino demasiado por desaprender.

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