Ecofascismo
El peligro no solo viene de quienes dicen abiertamente que la lucha contra el cambio climático es el nuevo marxismo cultural. También de los que se han puesto la careta para reverdecer la xenofobia
Al ecologismo le ha salido un impostor. Antes de las elecciones de mayo, una parte de la extrema derecha europea sigue negando el cambio climático, mientras otra ha pintado su programa de verde. Marine Le Pen, líder de la Reagrupación Nacional francesa, ya no se aventura, como hacía su padre, a decir que si no fuera por el recalentamiento global nos pelaríamos de frío. Ella habla de proteger el entorno… tanto de las multinacionales como de los inmigrantes.
La autodenominada ecología identitaria o integral asegura haber superado el eje izquierda-derecha para defender a los seres vivos, cuando lo que hace es cruzar medio ambiente y xenofobia. Defiende que hay que gestionar las sociedades como los ecosistemas. Del mismo modo que la naturaleza, las sociedades funcionan con leyes, y cuando se ven vulneradas por la entrada de agentes externos, enferman. ¿Ven la perversión? Reducen a los extranjeros a microorganismos en un cuerpo en el que no deberían estar. Y las fronteras serían los profilácticos.
La obsesión ideológica de unir naturaleza y nación no es nueva. La expresión alemana Blut und Boden, sangre y tierra, relaciona desde el siglo XIX la ascendencia de un pueblo con la tierra que habita, y fue uno de los estandartes del nazismo. Las juventudes hitlerianas en Alemania despreciaban la modernidad e idealizaban la vida agraria. Hoy el ecofascismo abandera una especie de patriotismo verde, que exige proteger la conservación del entorno, aunque en realidad no mueva un dedo por el clima. En Italia, la Liga habla de lo importante de comer sano y respetar la agricultura tradicional y de proximidad, pero en la Eurocámara ha votado en contra de todas las propuestas de políticas verdes, salvo una directiva de ahorro energético en los edificios.
La ecología integral es parte del rearme ideológico de muchas corrientes de la extrema derecha. Desde neopaganos a supremacistas, decenas de grupos quieren subirse a la ola del medio ambiente, aprovechando un momento clave de concienciación social. Si los legitimamos como ecologistas, podrán colocar su agenda. Por ejemplo, al hablar de la protección del planeta y la vida, se dirán a favor del “orden natural de la sexualidad”, en contra del aborto o la eutanasia. En la revista Limite, en Francia, dedicada a la ecología integral, algunas de las plumas jóvenes que van de contraculturales manipulan referencias filosóficas a favor de su causa. Uno de los fundadores de esa publicación consideraba que la homosexualidad era una enfermedad mental.
El peligro no solo viene de quienes, como Bolsonaro en Brasil, dicen abiertamente que la lucha contra el cambio climático es el nuevo marxismo cultural. También de los que se han puesto la careta para reverdecer la xenofobia.
@anafuentesf
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