La fortaleza chavista
Cuesta trabajo digerir tanta equivocación en los cálculos de la dirección opositora venezolana y de los asesores estadounidenses
Si no fuera por los muertos y la envergadura del drama social, el intento de golpe de Estado del 30 de abril en Venezuela bien pudiera calificarse como una charlotada. Cuesta trabajo digerir tanta equivocación en los cálculos de la dirección opositora y de los asesores estadounidenses. Algo debe estar fraguándose detrás de la pantomima. Unos y otros han cometido muchas equivocaciones, pero no de ese calibre. Suponiendo que la desesperación sea la culpable del desatino, habría que tener visión láser, como la de Superman, para echar un vistazo al guion de Washington y saber en qué acto de la tragedia estamos, y qué falta por venir. La escalada punitiva proseguirá, pero también la movilización defensiva del régimen. Era previsible que no iba a rendir la plaza sin presentar batalla. Como se ha visto, la toma de la fortaleza chavista no es fácil.
Las sublevaciones callejeras han sido masivas pero insuficientes durante los dos últimos decenios. El relevo en Miraflores casi se logra pacíficamente en abril de 2013: Maduro obtuvo 7.505.338 votos (50,66%) contra 7.270.403 votos de Enrique Capriles (49,07%). Apenas 300.000 sufragios de diferencia. Dos años después, la oposición ganó la mayoría en la Asamblea Nacional, pero en sus rifirrafes con el Ejecutivo cometió errores que aprovechó Maduro con la complicidad del Tribunal Supremo.
La oposición más radical, integrada por licenciados de la Universidad Católica Andrés Bello, sigue en el convencimiento de que el chavismo es tramposo y manipulará la legalidad tantas veces como necesite para ganar tiempo y seguir al mando. Al no disponer de fuerza suficiente, necesitaban un aliado más temible que Barack Obama. Llegó Donald Trump y detuvo las negociaciones de Santo Domingo asumiendo el reto de liquidar el régimen con una Europa remolcada, y las locomotoras del Grupo de Lima, Colombia y Brasil, a toda máquina.
Los países capaces de influir en Washington y Caracas deberán movilizarse con planteamientos realistas para impedir que el próximo movimiento de EE UU en Venezuela sea marcando el paso. Hay salidas. Cuadros chavistas civiles y castrenses hasta hora silentes probablemente asumirían la retirada de Maduro y elecciones con un candidato bolivariano de consenso.
También sería factible la convocatoria por un Gobierno interino que incorporara figuras de la oposición socialdemócrata, hasta ahora irrelevante. Esos sectores resucitarían la negociación de Santo Domingo para impedir que la Asamblea Nacional acabe aprobando una intervención militar norteamericana, última advertencia de Juan Guaidó. Un referéndum sobre la relegitimación de los poderes del Estado puede ser otro recurso, pero Maduro no lo convocará porque sus prioridades son debilitar al enemigo con una pétrea resistencia y escrutar el comportamiento del general Vladimir Padrino y los jefes con mando en tropa, atentos, a su vez, al comportamiento de capitanes, tenientes y sargentos. En paralelo, la avalancha de desinformación, mentiras y cuentos de la lechera causa perplejidad y desánimo.
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