Repetición
Nadie quiere tener hijos y muy pocos pueden tenerlos gracias a que ningún Gobierno se ha ocupado de este asunto
De modo que estaban los ánimos inquietos y nadie sabía qué podía pasar. ¿Vencería el bloque culpabilizador? ¿O el bloque inculpado? Para templar los nervios me fui al Teatro Real a ver el excelente Falstaff de Verdi. Se inspira en la comedia de Shakespeare Las alegres comadres de Windsor, quizás la única comedia del inglés realmente prescindible. Sin embargo, Verdi le añadió una fuerza musical insólita, como si se hubiera identificado con aquel personaje viejo, sin atractivo sexual, borracho y bastante estúpido. Desde luego Verdi era viejo (esta fue su última ópera), pero también incapaz de ser estúpido. El patetismo del gordo Falstaff, junto a la humillación que sufre, es un asunto que llega al corazón de los viejos. La exclusión, la nadería, la invisibilidad, les hace objeto de todas las burlas. Sobre todo si tratan de escapar a su vejez, como en los anuncios de cruceros.
El nuestro, pensaba yo, es un reino viejo y aún lo será más. Nadie quiere tener hijos y muy pocos pueden tenerlos gracias a que ningún Gobierno se ha ocupado de este asunto, quizás el más grave del país. Y en consecuencia tenemos una muy mediocre educación porque los jóvenes carecen de relevancia política. Para no aparecer en las estadísticas europeas como lo que somos, unos iletrados, los gobiernos rebajan la exigencia de los exámenes hasta regalar notas y aprobados, cursos enteros y carreras. Lógicamente, los personajes de la política han falsificado, copiado, plagiado o pagado sus trabajos y títulos universitarios. País viejo, bastante gordo, con un alto grado de ignorancia y humillado. España me parecía, ayer, un Falstaff europeo.
Al salir de la ópera ya se conocían los resultados. Eran los de siempre, lo esperable. Yo repito curso.
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