El gran duque Juan de Luxemburgo muere a los 98 años
El antaño jefe del Estado estaba hospitalizado desde hace once días por una infección pulmonar
El gran duque Juan de Luxemburgo ha muerto este martes a los 98 años de edad tras once días hospitalizado por una infección pulmonar, según ha informado su hijo Enrique en un comunicado. "Con enorme tristeza os informo del fallecimiento de mi querido padre, su Alteza Real el Gran Duque Juan, que se ha ido en paz rodeado del cariño de su familia", ha señalado su primogénito, el actual jefe del Estado.
Héroe de guerra y máxima autoridad del país durante 36 años —entre 1964 y 2000—, la pérdida de uno de los hombres clave para Luxemburgo durante la segunda mitad del siglo XX no ha sido una sorpresa dada su avanzada edad, pero su adiós ha generado conmoción en un pequeño Estado de apenas 600.000 habitantes encajonado entre Bélgica, Alemania y Francia sin demasiados símbolos nacionales a los que aferrarse. Su muerte se ha precipitado en menos de dos semanas: tras unos primeros informes médicos favorables al poco de ser ingresado, su salud se deterioró rápidamente desde la noche del sábado, y la familia real le acompañaba a la espera del fatal desenlace, que se produjo poco después de la medianoche.
Hijo mayor de la gran duquesa Carlota y del príncipe Félix de Borbón-Parma, el gran duque Juan nació en el castillo de Berg el 5 de enero de 1921. Su infancia transcurrió sin alejarse demasiado de los muros de la fortaleza hasta los 13 años, cuando se marchó a terminar sus estudios a Yorkshire (Inglaterra). La siguiente vez que abandonaría el país durante tanto tiempo sería por una causa muy distinta: la Segunda Guerra Mundial. En 1940, cuando aún era príncipe heredero del Gran Ducado, huye al exilio con sus padres ante la ocupación nazi de Luxemburgo. Tras un periplo por Europa, se traslada a Canadá, donde cursa Derecho y Ciencias Políticas durante algunos meses en Quebec hasta que a los 21 años se une como voluntario al ejército británico. En sus filas toma parte en el Desembarco de Normandía el 11 de junio de 1944, cinco días después de su inicio y participa en la liberación de Bruselas. Su momento más emotivo llega cuando entra con las tropas aliadas en su Luxemburgo natal, aunque su implicación en la contienda continuaría hasta la derrota definitiva de Hitler.
Recompensado con múltiples condecoraciones por su papel en el conflicto armado, en tiempo de paz asume diversos roles institucionales al mando de la organización de boyscouts, del Comité Olímpico luxemburgués y de la asociación de antiguos combatientes. Y se casa, a los 32 años, con la princesa belga Josefina Carlota, hermana de los reyes Balduino y Alberto II de Bélgica. Juntos tienen cinco hijos: Marie-Astrid, Enrique, Juan, Margarita y Guillermo.
Su salto a la jefatura del Estado llega en 1964, a los 43 años de edad, con la abdicación de su madre, la gran duquesa Carlota, muy querida en su país por haber rechazado colaborar con los nazis. Durante el mandato del Gran Duque, que se prolongó hasta el año 2000, Luxemburgo transitó de un modelo industrial a otro enfocado en los servicios financieros, y se convirtió en el país con mayor renta per cápita de la UE con la ayuda de un discutido modelo fiscal que propició el desembarco de centenares de bancos y grandes empresas.
Tras retirarse a los 79 años al castillo de Fischbach con su esposa, cedió el testigo a Enrique, el segundo de sus hijos. La mayor, Marie-Astrid, no podía sucederle dado que en Luxemburgo todavía regía la ley que otorgaba preferencia al primer hijo varón para ocupar ese puesto, norma que fue suprimida en 2011.
El gran duque Enrique está casado con la cubana María Teresa Mestre, parte de una de las familias más poderosas del país caribeño. Ambos son padres de cinco hijos, y el mayor, el príncipe Guillermo, de 37 años, es el actual heredero. El matrimonio no fue bien visto por la madre de Enrique, Josefina Carlota, que receló de la elección de su hijo hasta su muerte en 2005 por un cáncer de pulmón. Rompiendo con la habitual discreción de la familia real, Mestre incluso llegó a convocar a los medios para quejarse amargamente de la actitud de su suegra. El último revés real ha sido más reciente. Luis de Luxemburgo, tercer hijo del gran duque Enrique, de 32 años, culminó hace poco más de dos semanas su divorcio de Tessy, una soldado a la que conoció en Kosovo.
La monarquía constitucional luxemburguesa, como sus homólogas europeas, suele centrar su actividad en las relaciones diplomáticas, sin embargo, entre sus facultades estaba hasta hace no tanto ratificar las leyes salidas del Parlamento. Esa prerrogativa terminó en 2008 después de que Enrique se negara a firmar la ley de eutanasia por razones de "conciencia", lo que degeneró en una polémica que llevó al Gobierno a reducir su poder.
Pese a ese choque institucional, las posiciones republicanas son muy minoritarias en Luxemburgo, donde no existe debate sobre la supresión de la Corona. El gran duque Juan tuvo parte de culpa de la comunión entre ciudadanía y realeza: su figura generaba un amplio consenso en la sociedad luxemburguesa. Este martes, el presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, ha lamentado su muerte. "Como todo el pueblo luxemburgués, tenía una gran estima hacia este hombre de compromiso, bondad y coraje que durante su reinado ha dado lo mejor de sí mismo al país que tanto le debe".
El primer ministro, Xavier Bettel, informó de que el funeral se celebrará el próximo 4 de mayo en la catedral, y calificó al fallecido como un héroe, leal a su país y hombre de familia. Su última fotografía había sido tomada hace solo tres meses y medio, cuando festejó su 98 cumpleaños rodeado de sus hijos, nietos y bisnietos.
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