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Columna
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Ulises, Macron y los nuestros

La nave gala se debate entre una agitada Escila de chalecos amarillos y rojos y la Caribdis de los abismales mercados financieros

Víctor Lapuente
El presidente francés, Emmanuel Macron, durante el 'Gran debate nacional', en Córcega, el pasado 4 de abril.
El presidente francés, Emmanuel Macron, durante el 'Gran debate nacional', en Córcega, el pasado 4 de abril. LUDOVIC MARIN (AFP)

Según la mitología griega, el angosto estrecho de Mesina estaba guardado por dos monstruos marinos. En una orilla, Escila, hermosa ninfa de cintura para arriba, pero de cuya parte inferior brotaban seis cánidas cabezas de serpentinos cuellos y afilados colmillos. En la otra, Caribdis, que bebía agua con tal violencia que formaba remolinos que engullían a quienes se le acercaran. Así que, todos los barcos que pasaban por el canal se enfrentaban a un dilema inescapable: o cruzar cerca de Caribdis, y arriesgarse a ser tragado por un torbellino, o perder marineros en las fauces de Escila. En la Odisea, Ulises eligió el lado de Escila, que devoró a seis de sus mejores hombres.

Cual Homero, el economista William Baumol pronosticó hace décadas que los Estados de bienestar afrontarían una disyuntiva similar. Porque la productividad de los servicios crece menos que la de los bienes (donde la tecnología suplanta más fácilmente a la mano de obra) y, el sector público, en comparación con el privado, ofrece más servicios (educación, sanidad, etcétera). Por eso, los Estados, simplemente para mantener las mismas prestaciones, deben aumentar su peso sobre el total de la economía.

Eso no era problemático cuando, como antaño, los Estados, y por tanto los impuestos, representaban un porcentaje modesto del PIB. Entonces, todos navegábamos a mar abierto. Pero, con una presión fiscal creciente, el margen de maniobra se ha achicado. Nos acercamos a la Escila de tener que aumentar el gasto público hoy para sostener los mismos servicios que disfrutábamos ayer, o a la Caribdis de privatizar algunos servicios financiados ahora públicamente.

Algunos países, como Francia, con un gasto público del 56%, han entrado de lleno en las revueltas aguas del estrecho. La nave gala se debate entre una agitada Escila de chalecos amarillos y rojos y la Caribdis de los abismales mercados financieros.

Pero con un gasto público del 41% del PIB y, por tanto, menos prestaciones sociales, España también debe maniobrar rápido. Si queremos extender algunas políticas de bienestar (como la ayuda a la dependencia o las guarderías), o bien el Estado debe crecer mucho o bien recortar selectivamente algunos servicios. Este debate debería centrar la campaña electoral.

Pero, ni Macron ni nuestros políticos, enzarzados en continuas peleas barriobajeras, tienen la valentía de Ulises.@VictorLapuente

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