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Columna
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La piel del oso

Harán bien los demócratas en exigir la publicación del informe Mueller entero, pero harían mejor si cerraran filas y presentaran un candidato para vencer a Trump en las elecciones de 2020

Lluís Bassets
El fiscal general de EE UU, William Barr.
El fiscal general de EE UU, William Barr. REUTERS

No hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. Es un viejo consejo que vale para todos. Para los demócratas que daban por muerto a Trump gracias a la investigación del fiscal Robert Mueller, hasta el punto de despreocuparse de la solidez y efectividad de su oposición a las políticas antisociales y reaccionarias del presidente, y para los republicanos y el trumpismo, que se han precipitado alborozados por la carta del fiscal general, William Barr, a los congresistas, en la que se exonera a Donald Trump de la conspiración con Putin para alcanzar la presidencia de los Estados Unidos.

La investigación de Mueller no queda sellada con el resumen de cuatro páginas que ha hecho Barr. Dos años de investigación, con tantos testigos, pruebas e incluso inculpados y condenados, difícilmente pueden concentrarse en esta síntesis de parte. A fin de cuentas, Barr es un miembro del Gobierno de Trump.

El dato más relevante es que el presidente ha conseguido controlar la conclusión de la investigación. Su fiscal general, en ejercicio desde hace apenas un mes, es el que ha dado los titulares y ha marcado la agenda. Ahora el Congreso deberá pelearse por la publicación del informe. Solo con los datos que se conocen de las relaciones entre Trump y su entorno con Rusia es fácil deducir que el informe, de momento neutralizado, será una bomba de explosión retardada y de fragmentación, que terminará conociéndose entero y tendrá efectos colaterales en forma de nuevos procedimientos judiciales e investigaciones parlamentarias.

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Barr ha hecho un buen trabajo. Fue nombrado para hacerlo. A su mano de jurista pertenece un documento, anterior a su nombramiento, sobre la obstrucción a la justicia que le ha ido a Trump como anillo al dedo. La doctrina Barr dice que no puede haber obstrucción mientras no haya delito. Y si no hay colusión, como dice Mueller, no puede haber tampoco obstrucción, aunque Mueller diga en su informe que Trump “no ha quedado exonerado” de esta última sospecha. Este delito, en cambio, es el que históricamente ha servido para descabalgar presidentes. Con la colusión, jaleada desde el periodismo, el listón quedó muy alto. Podemos imaginar cómo estaría ahora la capital federal si Mueller hubiera podido probar una conspiración de Trump y su entorno con Putin para asaltar la Casa Blanca. La información contrastada permite deducir que hubo conexiones e intoxicaciones de los rusos, pero mucho más difícil, si no imposible, es encontrar la pistola humeante de esa confabulación para situar a un agente ruso en el Despacho Oval.

Gracias a la política instantánea, Trump ha podido festejar su victoria y reclamar a los demócratas que le pidan perdón. Harán bien los demócratas en exigir la publicación del informe entero, pero todavía harían mejor si fueran capaces de cerrar filas y presentar un candidato para vencer a Trump en las elecciones de 2020.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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