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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inmunidad de grupo

La salud pública debe prevalecer sobre la voluntad de los padres de no vacunar a sus hijos

Un sanitario inyecta una vacuna en un hospital de Barcelona.
Un sanitario inyecta una vacuna en un hospital de Barcelona.Carles Ribas

La vacunación ha sido un avance decisivo para reducir la mortalidad infantil. Cada año evita entre dos y tres millones de muertes y ha permitido erradicar enfermedades como la viruela o reducir a la mínima expresión otras como la poliomielitis, la difteria o el sarampión. La gran paradoja es que mientras hay regiones pobres que no se benefician de ellas, crece en los países ricos una corriente antivacunas que pone en riesgo los logros. Las teorías antivacuna, surgidas a raíz de un estudio erróneo y fraudulento que las relacionaba con el autismo, han encontrado en las redes sociales un potente aliado. Lo que hasta hace poco era un fenómeno exiguo, crece de forma preocupante. La Asociación Americana de Médicos ha pedido a las empresas tecnológicas que impidan la difusión de teorías erróneas. Facebook y YouTube se han comprometido a no insertar publicidad antivacunas.

Evitar la desinformación es crucial. La difteria se consideraba desaparecida en España desde 1987 pero en 2015 reapareció con un brote en Olot que causó la muerte de un niño no vacunado. También el sarampión resurge. Su incidencia creció en Europa un 400% en 2017: se pasó de 5.273 casos a 21.315. Esta alarmante situación, relacionada con el aumento de padres que no vacunan a sus hijos, ha llevado a países como Italia o Australia o parte de Estados Unidos a no admitir a niños no vacunados en las escuelas. En España, tres comunidades han decidido exigir el cumplimiento de las vacunaciones en guarderías y centros infantiles.

El problema de las teorías antivacuna es que cuando unos padres deciden no vacunar, no solo dejan desprotegidos a sus hijos sino que ponen en riesgo a los demás niños, pues destruyen el principal efecto colectivo de las vacunas: la inmunidad de grupo. En España, el nivel de cumplimiento es aún muy alto: el 97% de los niños están vacunados. Pero si se reduce ese porcentaje, estará justificado reconsiderar el actual carácter voluntario de la vacunación. La salud pública debe prevalecer sobre la libertad ideológica de los padres.

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