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Columna
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Discurso sin método

¿Cuál es el hecho diferenciador del PP? ¿Por qué habría que votarles a ellos y no a otro de sus compañeros de esa entidad teológico-política de los tres en uno?

Fernando Vallespín
El presidente del PP, Pablo Casado, durante la presentación de los cabeza de lista a las elecciones generales.
El presidente del PP, Pablo Casado, durante la presentación de los cabeza de lista a las elecciones generales.Víctor Lerena (EFE)

El problema de Pablo Casado no son las fake news, son las no news. No es que los medios se inventen cosas que no dice, es que no dice cosas. Fuera del tema de la unidad de España, santo y seña del famoso tridente, no se sabe muy bien dónde se ubica ante una multiplicidad de asuntos. A mí, se lo confieso con humildad, me tiene desconcertado. Por ejemplo, no sabemos qué opina el nuevo PP en realidad del aborto, o de la lucha por la emancipación de la mujer. Todo es un sí-pero-no o un no-pero-sí.

Lo único cierto es que hay una clara estrategia de fondo por diferenciarse de sus mayores, por matar al padre, a Mariano Rajoy. Si este cobró fama de pragmático y tecnócrata, de lo que se trataría ahora es de reconectar con la derecha más doctrinaria a lo Aznar. O sea, re-ideologización.

El problema es que en eso Vox le lleva ventaja porque no necesita ponerle sordina a los clásicos exabruptos de la derechona española de toda la vida. Pero si se identifica en exceso a los ultras, perderían los votos más centrados hacia Ciudadanos. Los de los más radicales ya se están yendo en masa a su representante “auténtico”, son inmunes a todos los guiños de Casado. No lo tiene fácil, no. Se halla en un ejemplo de libro de eso que en la teoría comunicativa se llama “doble vínculo” o catch-22: el intentar cumplir con una demanda anula la posibilidad de cumplir con la otra.

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Quizá sea por eso mismo por lo que está cometiendo errores infantiles. El más grande de todos es su propuesta de que Vox renuncie a presentarse en las provincias con pocos escaños. Esto equivale a decir que son intercambiables. Y si hay un pecado en la política partidista es el no saber diferenciarse de sus competidores. Es como si la Coca-Cola dijera que allí donde no se encuentre su marca hay que comprar Pepsi-Cola. Un dislate. Esto ilustra en qué consiste en realidad el discurso del nuevo PP: si no nos votáis a nosotros gana el adversario y nos seguirá imponiendo su programa, el de la anti-España. Es decir, votadnos para evitar el mal mayor, no para acceder a un bien. Porque, como decimos, no sabemos en realidad en qué vaya a consistir tal “bien” salvo en lo relativo a Cataluña, algo en lo que, por otra parte, coincide la tricefalia de la derecha. Volvemos a lo de antes, ¿cuál es el hecho diferenciador del PP? ¿Por qué habría que votarles a ellos y no a otro de sus compañeros de esa entidad teológico-política de los tres en uno?

El viejo PP, ignorando la corrupción, hubiera dicho que ellos son al menos los portadores de la experiencia de un gobierno responsable y pragmático, algo que siempre ha atraído al votante conservador. Pero esta es precisamente la imagen con la que ha roto Casado. Curioso, matan al padre y aun así no pueden evitar ofrecer una turbadora sensación de orfandad.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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