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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los intentos de encerrar el feminismo en un relato falso

Estamos viendo cómo se organiza una reacción que ataca las bases que han convertido al feminismo en un movimiento transversal

Milagros Pérez Oliva
Manifestacion feminista por el dia de la mujer trabajadora en Santiago de Compostela. Vista de la plaza del Obradoiro durante la lectura del manifiesto del 8M
Manifestacion feminista por el dia de la mujer trabajadora en Santiago de Compostela. Vista de la plaza del Obradoiro durante la lectura del manifiesto del 8MOSCAR CORRAL (EL PAÍS)

La movilización de este 8 de marzo ha sido un gran éxito repetido y aumentado. La eclosión reivindicativa del año pasado no ha perdido ni un ápice de su vitalidad. Al revés. Si algo era notorio en cualquiera de las manifestaciones del viernes era la presencia masiva de chicas jóvenes, incluso muy jóvenes. Savia nueva para un movimiento que siempre ha sido plural y que ahora asusta mucho más por su radical determinación —en el sentido etimológico de la palabra radical— de ir a la raíz, a las causas de la desigualdad.

Por eso esta vez estamos viendo cómo se organiza una reacción que tiene distintos colores y voces, pero una misma estrategia: erosionar al feminismo atacando las bases que lo han convertido en un movimiento transversal capaz de abrazar toda la diversidad social y cultural. La operación consiste en tratar de desnaturalizar el feminismo, despojándolo de su realidad, para volverlo a naturalizar, mediante un relato falso, como aquello que no es.

Vox es quien ha ido más lejos en esa estrategia que tiene una dimensión global y se ha expresado el discurso beligerante y desacomplejado de políticos como Donald Trump o Jair Bolsonaro. El paradigma de esa estrategia es el autobús de Hazte Oír con la imagen feminizada de Hitler junto al concepto feminazis. Semejante caracterización no es solo falsa, sino burda. Pero hay otras formas más sutiles de atacar el feminismo. De entrada, presentándolo como una mera ideología. Una más. No se trata de discutir sobre realidades, que con los datos en la mano son incontrovertibles, sino sobre ideas, un terreno en el que todo puede ser cuestionado. Y después, caracterizándolo como una ideología totalitaria y excluyente.

En la construcción de este relato ya no está solo Vox. Ahí está también el PP de Pablo Casado cuando dice que las feministas enfrentan a las mujeres con los hombres y a las mujeres entre sí. Y Ciudadanos, cuando se reclama feminista, pero le añade la etiqueta de liberal en contraposición a un supuesto feminismo autoritario y excluyente. Hasta ahora, la reacción al feminismo había sido pasiva: demostrad que hay desigualdad, decían. Cientos, miles de estudios después, el feminismo se ha cansado de demostrar. Está ya todo demostrado. Ahora hay que cambiar estructuras. Ante este desafío, la reacción ya no esconde su agenda: defender el orden patriarcal.

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