Todos podemos ser migrantes
No nos quitan nada, sólo los vemos en las colas de los hospitales, en los trabajos que no queremos y en los beneficios sociales que casi todos tenemos a nuestra disposición
Preguntados sobre el tema de la migración, la gran mayoría respondería hablando de las cigüeñas, grullas, golondrinas y demás aves en su recorrido de miles de kilómetros buscando espacios más cálidos.
Pocas personas, ante semejante interpelación, se animarían a hablar de todas esas personas que también recorren miles de kilómetros, en este caso, huyendo de penurias extremas o simplemente para evitar la muerte, aunque para lograrlo tengan que jugar con ella. A pesar de que éstas se producen todos los días y aquellas una vez al año.
Con las aves nos ponemos el traje de los domingos en cuanto a protección, cuidamos sus charcas incluso mejor que las nuestras y las recibimos cual hijas pródigas. A esas personas que son como nosotros, que tienen las mismas necesidades y derechos, pero nada de lo que tenemos la suerte de disfrutar —en muchos casos por ley—, la mayoría de las veces no nos molestamos ni si quiera en contemplarlos, a no ser que nos los muestren en una pantalla, sentados cómodamente con un refresco y palomitas. Ahí nos ponemos estupendos, sensibles y hasta nos dignamos a comentar el problema mientras llegamos a casa.
Después, que no nos hablen de socorrer a personas que huyen de guerras, de dictaduras salvajes, de religiones mal interpretadas, del terrorismo institucionalizado, en definitiva, de personas que solo quieren para ellos y sus familias la décima parte de lo que nos sobra a nosotros y, aún así, la mayoría, se deja convencer de que vienen a quitarnos todo.
No nos quitan nada, solo los vemos en las colas de los hospitales, en los trabajos que no queremos y en los beneficios sociales que casi todos tenemos a nuestra disposición. Pero nos molesta que lo hagan ellos.
¿Migrante? Algo que nadie puede asegurar que nunca será y que nadie quiere ser.
Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.
Los textos no deben tener más de 380 palabras (2.000 caracteres sin espacios). Deben constar nombre y apellidos, ciudad, teléfono y DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicarlos y editarlos. ytuquepiensas@elpais.es
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