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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La invasión de los osos polares

Se multiplican los indicios de que algo no va bien en la naturaleza

Vídeo en YouTube que muestra a osos en el basurero de Belushya Guba.
Guillermo Altares

El Siberian Times es uno de los diarios más entretenidos del mundo. En Siberia ocurren más cosas de lo que podría parecer, aunque se trate de una tierra remota, helada y medio vacía. No son las mejores páginas para buscar información política, pero sí una mina para mantenerse al día de temas mucho más interesantes, como el tráfico de colmillos de mamut o, desde hace unos días, la invasión por decenas de osos polares de una localidad situada más allá del círculo polar ártico.

El pueblo en cuestión se llama Belushya Guba y ha sido tomado al asalto por más de 50 de estos imponentes carnívoros, que campan a sus anchas por el basurero y se mueven sin complejos por toda la localidad. Los niños no pueden ir al colegio y los adultos no osan bajarse del coche, a no ser que estén armados hasta los dientes. Y aun así porque, como muestran los vídeos que los atemorizados habitantes cuelgan en YouTube, son muchos osos y parecen muy hambrientos. En uno de ellos, se les escucha gruñir en torno a restos de comida y realmente no parece sensato interrumpirles en sus quehaceres.

Los científicos no se ponen de acuerdo sobre los motivos de esta invasión; algunos consideran que se debe a los patrones de migración, otros creen que la causa está relacionada con el cambio climático: buscan comida cerca de los humanos porque la ausencia de hielo les impide acceder a su alimento natural, focas que cazan al acecho. La entrada en el mercado negro de muchos colmillos de mamut sí tiene que ver sin duda con el calentamiento global: la subida de las temperaturas hace que el permafrost se funda y que expulse restos de estos animales, que llevaban miles de años enterrados.

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Dersu Uzala, la bellísima película de Akira Kurosawa, relataba la vida de un cazador nómada de la tundra siberiana. Era animista y para él la naturaleza estaba llena de “gente” con la que debíamos convivir desde el respeto. El fuego, el viento o los árboles eran gente que podía enfadarse y que había que tratar con cuidado. Hemos sido tan insensatos de romper el equilibrio que sabios como Dersu mantuvieron vivo durante siglos. Los osos enfadados de Belushya Guba son un indicio más de que algo no va bien en nuestro entorno, de que ya no sabemos convivir con la gente que nos rodea.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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