Aviso desde Italia
La recesión italiana es síntoma de la desaceleración económica de la eurozona
La economía europea está frenando y Bruselas no ha ofrecido hasta ahora una proyección razonable de la intensidad de la desaceleración en curso. La entrada en recesión técnica de Italia (-0,2% de variación del PIB en el último trimestre) ratifica que la eurozona está ante un problema de desaceleración económica largamente anunciada, pero quizá más rápida y más profunda de lo esperado. Aunque España y Francia mantienen tasas de crecimiento por encima de la media, lo cierto es que el enfriamiento económico ha caído sobre el euro; y acabará por trasladarse a Madrid y a París probablemente en el curso de 2019. Las últimas esperanzas están puestas en que Alemania remonte los dos malos trimestres anteriores y consiga al menos mantener una tasa de crecimiento del 1% en 2019.
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Las explicaciones dadas ayer por el Gobierno italiano brillan por su confusión. No aclara nada el echar la culpa a “administraciones anteriores” o remitirse a excusas como “la guerra comercial”, un argumento que tiene sentido como factor de desaceleración en el conjunto del área euro, pero que no justifica una recesión en un país concreto. Giuseppe Conte, presto a informar sobre la recesión, debería prestar más atención a decisiones políticas internas, como el retrasado programa de inversión en infraestructuras o el enfrentamiento con Europa a cuenta de los Presupuestos para explicar los males propios. El Gobierno italiano se ha especializado durante el último año en introducir factores de inquietud sobre su propia economía.
El hecho de que haya atravesado por tres recesiones desde 2008 debería ser indicador suficiente de que Italia no se enfrenta solo a dificultades coyunturales. Hace tiempo que los Gobiernos italianos tienen pendiente un examen a fondo de su economía, desde el sistema financiero a la estructura fiscal. Pero el Ejecutivo del Movimiento 5 Estrellas y la Liga tampoco parece interesado en introducir cambios estructurales.
Este es el momento en el que la política monetaria del euro, la única herramienta económica europea en la práctica, tiene que decidir sobre la conveniencia de volver a la senda de subida de tipos a partir de septiembre o si, en atención a la ralentización evidente de la economía del área, sería más conveniente aplazarla en espera de tiempos mejores. Este es el momento también de que Alemania y los países afines a la ortodoxia fiscal reflexionen sobre las consecuencias de las políticas de ajuste a ultranza, la inexistente convergencia real entre las economías de la eurozona y la carencia de instrumentos de política económica comunitaria, como un Presupuesto común, para hacer frente a las amenazas de recesión.
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