Abusos en la abadía
La cúpula de Monserrat puede haber incurrido en encubrimiento y obstaculización de la justicia
Ayer se conoció el caso de otra joven víctima de abusos pederastas a cargo de un monje de Montserrat. Ocurrió en 1978. Con ello se eleva a más de dos décadas y a tres mandatos abaciales el alcance de los presuntos delitos contra menores en el monasterio benedictino.
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Tras conocerse hace una semana el primer caso, el abad Josep Maria Soler anunció la creación de una comisión de investigación independiente sobre los tráficos carnales ilegales en la montaña, sagrada para muchos catalanes de buena fe y religiosidad sincera. La idea de la comisión parecía positiva para perseguir los desmanes, mucho más que el espeso silencio mantenido. Pero su composición la relativiza. Figura en ella un antiguo conseller pujolista de la Generalitat, Xavier Pomés. Su jefe de filas —el corrupto Jordi Pujol— prologó el libro-homenaje al primer monje identificado como pederasta, Andreu Soler. Ese texto laudatorio lo publicó la editorial de la abadía en 2007, siete años después de que el actual abad conociese, reconociese —privadamente— y empezase a ocultar el delito cometido. Otro miembro es su secretario, Bernat Juliol, el portavoz de la abadía. Juliol ha reconocido públicamente los abusos sexuales en el primer caso denunciado. Pero ha defendido a su jefe, el abad Soler, asegurando que “en ningún caso se ha querido ocultar ni esconder nada”.
Es exactamente lo contrario de lo sucedido. El actual abad conoció en persona la denuncia de la víctima, en 2000, y reconoció por escrito tener “consciencia de la gravedad” de los hechos, prometiendo una investigación que nunca llegó. Eso sucedió justo después de que este periódico informase sobre los trasiegos sexuales y las luchas de poder en el monasterio, información que Soler vinculó en un periódico local a que “también los nazis se burlaban del celibato para desprestigiar a la Iglesia”. El abad volvió a despachar sobre el asunto en 2003, en 2011 y en 2015 con el afectado, al que trató de sobornar: su portavoz lo justifica como “ayudarle en lo que nos ha pedido, con dinero y recibiéndole”.
Así que durante todo este tiempo la cúpula abacial puede haber encubierto sistemáticamente y con presión psicológica los presuntos delitos cometidos por parte de sus bases. En vez de denunciarlos a la fiscalía, como procedía. Incurría así presuntamente en otros tipos penales, como el encubrimiento y la obstaculización de la justicia. Ni siquiera abrió un proceso canónico. Aunque el escándalo denunciado entonces por este periódico desembocó en pesquisas del nuncio y de la cúpula europea de la orden benedictina, cuyos “visitadores provinciales” escudriñaron Montserrat. Sus papeles y testimonios, si no se han quemado, son los primeros que deberían brindarse a cualquier comisión investigadora y a la justicia.
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