¿Mata el frío?
La autora cuenta desde Líbano los riesgos de los desplazados sirios ante las temperaturas gélidas del invierno
Resulta que, andando por el siglo XXI, hay niñas y niños que mueren por cualquier razón absolutamente evitable. Partos en condiciones insalubres, enfermedades que se curan teniendo acceso a servicios de salud apropiados y a medicinas, enfermedades mortales que se previenen con vacunas, cualquier tipo de violencia, nutrición inadecuada, o el frío, ¡el frío!
“Estábamos congelados, no había más ropa que ponernos”, nos cuenta Mahesen. Tiene 10 años y vive en un asentamiento de refugiados en el valle de Bekaa desde que huyó de la guerra con su familia. Ella es una de las más de 12.000 niñas y niños que sufrieron el impacto de las tormentas Norma y Miriam en Líbano.
Lluvias torrenciales, vientos fuertes, granizo, nieve y frío, mutaron en inundaciones y destrucción de infraestructuras precarias que habitan los desplazados sirios. Mahesen y su familia escaparon junto a otros niños y familias de la riada que invadía sus tiendas en medio de la noche. Llegaron a Líbano años atrás para refugiarse de los horrores del conflicto bélico y hace unos días tuvieron que escapar de las inundaciones. “Podríamos haber muerto, había mucha agua, pero nos ayudó mucha gente”, nos dice Shashed desde sus nerviosos ojos de 13 años.
Mahesen y Shashed están sanas y salvas, pero unos días antes de que ellas nos contaran su experiencia, supimos de la muerte de dos niñas y un niño. Ellas, engullidas por aguas torrenciales cuando caminaban por zonas asediadas por el temporal, y él, cuando una roca desprendida por las intensas lluvias y la nieve cayeron sobre el tejado de su casa. Los tres, por vivir en entornos de infraestructura precaria y falta de acceso a información útil.
“Estábamos congelados, no había más ropa que ponernos”, cuenta Mahesen, una de las más de 12.000 niñas y niños que sufrieron el impacto de las tormentas Norma y Miriam en Líbano
Es lo que tiene pertenecer a grupos vulnerables. No mata el frío, matan la vulnerabilidad y el desconocimiento de los riesgos. En Medio Oriente, la guerra de Siria alimenta una sobredosis de vulnerabilidad: 5,6 millones de niños dependen de la asistencia humanitaria. Casi la mitad de ellos viven en países vecinos, donde la demanda sobrevenida en áreas como la sanidad o la educación superó la capacidad de las infraestructuras y las instituciones. Otro medio millón de estos niños viven en zonas de difícil acceso.
Rukban, en Siria, es una de esas zonas, donde el acceso humanitario se permite a cuentagotas (dos convoyes en todo el año pasado) y las condiciones de vida son muy precarias debido a los sinsentidos de las guerras. Allí sucumbieron ocho bebés, niños y niñas de los 15 que perdieron la vida durante los temporales en Siria. Así que el frío no tiene toda la culpa, pero mata. En este caso, su fórmula letal tuvo efecto al juntarse con la falta de asistencia médica para los bebés y para las madres antes y durante el parto, agravando las ya duras condiciones de vida. Hemos vuelto a pedir acceso para convoyes humanitarios a Rukban, intentando contener una de las hemorragias de muertes evitables que sufren los niños del siglo XXI.
Raquel Fernández es jefa de Comunicación de Unicef en Líbano
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