Las desconocidas andanzas de Cervantes por las calles de Lisboa
El autor del 'Quijote' se hizo escritor en Portugal, sin embargo no hay documentos que respalden sus actividades
En Lisboa todos sus moradores son agradables, son corteses, son liberales y enamorados, porque son discretos. La ciudad es la mayor de Europa y la de mayores tratos, en ella se descargan las riquezas del Oriente y desde ella se reparten por el universo. La hermosura de sus mujeres admira y enamora.
El lector discrepante que cargue sobre Cervantes, que de él son estas palabras, escritas en Los trabajos de Persiles y Segismundo (1617), novela publicada simultáneamente en Madrid y Lisboa, un año después de su muerte.
Cervantes deambuló por Lisboa entre 1581 y 1583; no de weekend, sino en busca de un cargo en la corte de Felipe II, instalada en la ciudad portuguesa. En esa espera se hizo escritor, parió La Galatea, cató la belleza de sus mujeres, pero no consiguió, afortunadamente, ningún puesto en la Corte, por lo que tuvo que seguir escribiendo.
Lo curioso de las andanzas lisboetas (y portuguesas) de Cervantes es que se conocen solo por lo que dice en las novelas y por algún otro testimonio personal. No existen documentos que respalden su estancia. “Es un gran misterio y un gran reto para los cervantistas", cuenta Javier Rioyo, director del Instituto Cervantes. "Es de presumir que se moviera por Alfama y los alrededores del Palacio, pero no hay rastros. Es seguro que el terremoto de 1755 y la consiguiente destrucción de iglesias y palacios arrasara con muchísima documentación histórica”.
Se cree que Cervantes estuvo en Lisboa entre 1581 y 1583, con viajes a Madrid y otros lugares. En aquel tiempo, Lisboa, como él describe, era una ciudad floreciente bajo el reinado del español Felipe II. Cervantes debía moverse en la siempre dinámica plaza del Comercio y la cercana plaza de las Cebollas.
Pese a su larga estancia y sus mayúsculos elogios a la ciudad, esta apenas le recuerda. Su calle, de escasos 50 metros, que no va ni llega a casi ningún lado, se sitúa en una parte nueva de la ciudad, por donde seguro que no anduvo. Fue en 1948 cuando el Ayuntamiento quiso dar algún cosmopolitismo a la ciudad —según reza el patronímico oficial— colocando nombres de inventores (Marconi) y escritores (Víctor Hugo) a algunas de sus calles y plazas, y ahí sí que hubo hueco para el autor del Quijote. Desde entonces nada más ni nada mejor.
El alcalde de la ciudad, Fernando Medina, quiere corregir esa anomalía con algún otro detalle, quizás una escultura, quizás una placa. De momento, es lo que se va a hacer con otro escritor español, José Ortega y Gasset, que tuvo su biblioteca en un piso de la calle 5 de Octubre. En la fachada pronto será colocada una placa con la frase del filósofo cuando llegó en 1941 huyendo de los horrores europeos: “Lisboa es el oasis en este mundo de locura”.
Pasan los años, incluso los siglos, y Lisboa mantiene alguna de aquellas características que ensalzaran Ortega y Cervantes.
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