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Columna
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Confrontación o tregua

Da la impresión de que PP y Ciudadanos aguantarán las humillaciones de Vox, con tal de conseguir su objetivo

Josep Ramoneda
Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Marín durante la firma del pacto de gobierno este miércoles en el Parlamento de Andalucía.
Juan Manuel Moreno Bonilla y Juan Marín durante la firma del pacto de gobierno este miércoles en el Parlamento de Andalucía.PACO PUENTES (EL PAIS)

PP y Ciudadanos han dado cuerda a Vox y ahora descubren que se les ha pegado una lapa que no dará tregua. Casado puso en evidencia su fragilidad al adaptarse al instante a las exigencias de Vox en materia de violencia de género. Y Abascal y los suyos han visto en su debilidad una autopista. Por ella están entrando. La promesa de cambio, como reemplazo de una hegemonía socialista en necrosis, se habrá convertido en el inicio de una gran regresión.

La extrema derecha tiene un alto poder contaminante. Y su irrupción en Andalucía está ya teniendo efectos devastadores. Se han puesto en duda consensos laboriosamente construidos, como el del pacto de Estado contra la violencia de género. Se ha despertado la furia contra la inmigración que nunca ha sido realmente un problema en la sociedad española. Se ha puesto sobre la mesa la recentralización del Estado, contra la Constitución por la que juran Ciudadanos y PP. Y a la polarización identitaria se suma ahora la polarización ideológica.

La política es lucha por la conquista y conservación del poder y cuando este se pone al alcance de la mano los principios flaquean. Da la impresión de que PP y Ciudadanos aguantarán las humillaciones de Vox, con tal de conseguir el objetivo. Son tiempos en que no abundan los estadistas capaces de sacrificar un éxito del presente cuando puede hipotecar el futuro. Ciudadanos, muy derechizado, pierde una oportunidad de recuperar la imagen centrista perdida. El PP, en plena radicalización conservadora, ha hecho de la confrontación su estrategia y está dispuesto comprar todo lo que le permita consolidar su figura como enemigo número uno de Pedro Sánchez. La derecha ensimismada apuesta por romper puentes.

Y, en este contexto, el presidente Sánchez ha entendido que suyo es el espacio de la distensión. Y que su suerte depende de que una mayoría de las españoles quiera la paz. Pese al ruido que viene del Sur, Sánchez sigue su camino: anuncia la presentación de los Presupuestos y advierte que el artículo 155 no es su receta para Cataluña y que “aquellos que abogan por un 155 perpetuo lo que quieren es perpetuar la crisis catalana”. De modo que el escenario se clarifica. La derecha apuesta por la reconquista del poder en blanco y negro, así en Andalucía como en el resto de España. Y Pedro Sánchez, con Podemos —que, junto con los Comunes, ha representado más que nadie la moderación en la cuestión catalana— se afirma ofreciendo una alternativa a quienes creen que los conflictos en democracia se resuelven con el reconocimiento y la negociación. Que los electores escojan. Veremos, entonces, si la amenaza de una derecha a tres, tatuada por Vox, despierta las conciencias liberales y progresistas dormidas, o si realmente el país quiere sumarse a la corriente parda que se propaga por Europa.

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