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Alice Wonder interpreta ‘Bajo la piel’ de su disco ‘Firekid’

POR QUÉ estás llorando?” Hacía mucho tiempo que nadie te planteaba esa pregunta. Ahora una hermosa voz, hecha a la medida de los cristales rotos, la canta. Lo hace en un espacio íntimo que se crea y se destruye una y otra vez. Solo dura 4 minutos y 41 segundos por reproducción. Suficiente para parar el reloj interno, dar las horas antiguas, desdibujar las luces de la ciudad perdida de tu mente, llegar a las profundidades de todos los seres que existen en ti.

¿Dónde está ella? Preguntas al vacío antes de entrar de puntillas en un lugar recóndito ideado por los arquitectos de los sueños. Aquellos que renunciaron a las normas establecidas por crear estancias infinitas, pasillos laberínticos y muebles que colgarán del techo hasta el final del sueño.

Quieres encontrarla, vivirla. La voz de Alice Wonder resulta como el canto de sirena que lleva al incauto marinero al fondo del océano, la deseada fuente de inspiración del joven poeta, la motivación extrema de los deportistas de élite, el instinto incontrolable de los amantes. El moribundo sería capaz de resistir un poco más a este lado de la orilla si ella canta a los pies de la cama. Brilla como una vela al final del camino.

Entre sombras y tempestades, llena de oro la estancia. “Si yo fuese Dios y tuviste el secreto, haría un ser exacto a ti”, diría Ángel González.

En esta ocasión, no existes en su mundo porque parece escribir una carta musical a la persona más importante del universo. En lugar de pluma, utiliza las teclas del piano. Sus manos construyen paso a paso los pilares de la historia. Tampoco abrirá los ojos en ningún momento pero los imaginas, gracias a la fuerza de sus cuerdas vocales, encendidos como faros, como bolas de fuego. Se hundiría el barco, ardería el pajar, y ella seguiría tocando porque cantar es respirar.

No cuelgan espejos de las paredes. Sin embargo, su imagen se proyecta imponente sobre la coraza del piano e intuyes el reflejo en cada rincón. Te acercas y te alejas de ella para comprobar que existe. Las notas, las palabras, se clavan como puñales en el estómago. Arañan sentimientos, llegan a tu escondite.

“¿Dónde hemos llegado?” Hacía mucho tiempo que nadie te formulaba esa pregunta. ¿Y si su carta fuera también tuya? Hace tanto que no escribes que tu lengua ha olvidado el sabor a sobre. Más aún que no protagonizas un remite.

“Nada de llorar bajo la piel”, es el verso que seguramente retumbará entre las paredes, se pegará a la suela de tu zapato e imaginarás pintado en los pasos de peatones al cruzar las avenidas.

Las canciones tienen consecuencias, no vienen con prospecto ni manual de instrucciones. Tal vez esta noche, después de escuchar y ver esta canción interpretada para Malditos Domingos, se sucedan preguntas, penumbras, heridas o silencios.

Puede que hagan la maleta, una llamada, cierren una puerta o besen a un desconocido. No obstante, como escribió Jorge Luis Borges, “no basta ser valiente para aprender el arte del olvido”. Por si sirve de algo, antes de dormir, abran todas las ventanas y que entre la música hasta la cocina.

Alice Wonder presentará su disco "Firekid" el 15 de febrero en la mítica sala madrileña Joy Eslava.

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