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El valenciano que se hizo un seguro contra el hambre

En la localidad valenciana de Alzira, más de 400 árboles frutales, un pequeño huerto, arbustos y plantas aromáticas conviven en perfecta simbiosis

Cada día Juan Antón Mora recoge la fruta y las verduras que ya están maduras.
Cada día Juan Antón Mora recoge la fruta y las verduras que ya están maduras.Ana Valiño
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Juan Antón Mora (82 años) empieza el día con su rutina de ejercicios. Se agacha y se levanta mientras estira y encoge los brazos una y otra vez al unísono. Después de unos 10 minutos repitiendo el ejercicio, a esto le siguen cinco kilómetros en los que alterna correr con andar. En los días de verano, prosigue su ritual con un baño en la pequeña balsa contigua a su casa de campo. Después continúa sombrero y rastrillo en mano y la compañía de sus inseparables perros, con sus labores diarias. Empieza a quitar algunas hierbas y a amontonarlas alrededor de los árboles. Da de comer a sus gallinas con cascaras de melón y otras sobras del día anterior y recoge unos cuantos plátanos y manzanas que ya están maduros. “La parra hace tanta uva que salta hasta la casa del vecino. La recojo para hacer mosto o para comer directamente. Con el resto de frutas hago mermeladas y con las verduras preparo botes de conserva. En el campo, no echo ningún tipo de abono ni fertilizante y todo funciona perfectamente”, comenta Mora recogiendo un racimo de uva que añadirá a su menú del desayuno.

Más de 821 millones de personas en el mundo acaban su día sin haber ingerido las calorías mínimas necesarias, la desnutrición infantil aguda afecta a casi 52 millones de niños provocándoles retrasos en el crecimiento y en África subsahariana la subalimentación afecta al 22,7% de la población. Estas cifras resonaban en la cabeza de Mora una y otra vez y, reconoce, muchos días le han impedido conciliar el sueño. Por eso, hace más de 20 años cuando dejó la imprenta donde trabajó como técnico de artes gráficas durante toda la vida y se jubiló, decidió centrar su vida en poner en práctica su idea, crear lo que él denomina su "bosque contra el hambre".

“He reflexionado mucho sobre el problema del hambre, es algo que me preocupa muchísimo. Un día pensé que tenía que hacer algo en este trozo de tierra que tengo para contribuir a acabar con esta lacra”, afirma. Con esta idea acabó convirtiendo su pequeña parcela de la localidad valenciana de Alzira en un bosque de alimentos o bosque comestible. En él, 400 árboles frutales conviven en perfecta simbiosis junto a un pequeño huerto, arbustos y plantas aromáticas, que son una fuente de alimentación variada, rica y saludable. “Tengo unas 36 variedades de árboles y arbustos con los que obtengo caquis, ciruelos, peras, plátanos, naranjas, olivas, zapote, granadas, uva, almendras, melocotones, aguacates, membrillo, guayabas, papayas…”, comenta perdiendo la cuenta. Se le olvida nombrar toda la verdura que cultiva en su huerto y que, dependiendo de la época del año, llena su cocina de tomates, pimientos, berenjenas, lechugas o habas.

Un bosque de alimentos consiste en copiar los procesos de la naturaleza en un entorno controlado por el hombre para crear un espacio que produce alimentos sin apenas mantenimiento ni gasto energético

La variedad y el colorido del bosque de Mora contrastan con los campos de naranjos de monocultivo que le rodean. Además, en su parcela no utiliza estiércol, ni fertilizantes, no se mueve la tierra ni se utilizan herbicidas. De vez en cuando siega la hierba y la deposita debajo de los árboles para que mantengan más tiempo la humedad y para que los microorganismos actúen sobre la materia orgánica y al descomponerse le den al árbol el alimento que necesita.

“Un bosque de alimentos consiste en copiar los procesos de la naturaleza en un entorno controlado por el hombre para crear un espacio que produce alimentos sin apenas mantenimiento ni gasto energético. Es la demostración práctica de que, siguiendo el ejemplo de la naturaleza sin alterar nada, todo funciona correctamente. Ya lleva más de 20 años así, sin abonos ni cuidados específicos. Saber cultivar tu propia comida es hacerte un seguro contra el hambre”, explica. Un lugar como el que Mora ha creado puede alimentar a generaciones y generaciones de seres humanos, sin apenas mantenimiento, gasto energético ni agua y con cero emisión de gases contaminantes.

Juan Antón Mora acude a su pequeño huerto para recoger unas cuantas patatas y zanahorias.
Juan Antón Mora acude a su pequeño huerto para recoger unas cuantas patatas y zanahorias.Ana Valiño

La Red Ibérica de Bosques Comestibles y Semillas Libres cuenta ya con más de 30 proyectos iniciados en varios puntos de la geografía española y otros cuantos en fase de estudio. “Somos un colectivo en el cual diseñamos proyectos de reforestación tanto públicos como privados de manera gratuita. Ingenieros agrícolas, diseñadores gráficos, paisajistas o arquitectos componemos un equipo de personas que hace ya un par de años nos dimos cuenta de la necesidad de hacer algo por todas las personas que querían crear un bosque de alimentos y no sabían cómo hacerlo”, comenta Diego Luis López Pérez, cofundador de la red. El próximo paso de la iniciativa es consolidar otros 20 bosques y crear una relación de colaboración entre ellos para organizar sus producciones e intercambiar excedentes.

Mora no se ha limitado a crear su propio modelo de autoalimentación, sino también a divulgarlo. Su casa siempre está abierta para compartir su experiencia con otras personas interesadas en crear su propio sistema de autoalimentación y ha recibido visitas desde Suiza, Holanda o Francia.

La Red Ibérica de Bosques Comestibles y Semillas Libres cuenta ya con más de 30 proyectos iniciados en varios puntos de la geografía española y otros cuantos en fase de estudio

“Cuando viajé a Honduras, le pregunté a un chico que trabajaba lavando coches cuánto ganaba. Me dijo la misma cifra que yo me gastaba en tabaco todos los meses. Me dio mucha vergüenza y supe que tenía que seguir haciendo algo”. Desde ese momento con ese dinero ha implementado varios proyectos en Tegucigalpa como plantar 1.500 arboles frutales en una de sus barriadas. También ha visitado los campamentos de refugiados saharauis en Argelia y sueña con poder crear allí un modelo de autoalimentación sostenible.

En España, cada vez más gente está apostando por producir sus propios alimentos y hacerlo de manera sostenible. Según Luis Martínez-Zaporta, biólogo especializado en agricultura ecológica y consultor de biodiversidad, entre 2000 y 2015, las parcelas dedicadas a huertos urbanos en España pasaron de apenas 1.000 a más de 20.000, y de ocupar una superficie menor de 15 hectáreas a más de 200.

“Está claro que buscamos alternativas a cosas que no nos gusta cómo se hacen. Los que pueden tienen un huerto, otros cultivan en pequeñas macetas en los huertos verticales que construyen en sus terrazas y otros compran en grupos de consumo a un agricultor que les garantiza comer sano”. Juan Antón Mora lo tiene claro: quiere con su ejemplo animar a otras personas a ponerse en marcha y contribuir a crear un mundo más sostenible y menos desigual.

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