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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y cuando despertaron el 22D, Sánchez seguía ahí

Lo que cuenta es que se han abierto cauces de diálogo y el Gobierno tiene más posibilidades de aprobar sus presupuestos

Milagros Pérez Oliva
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a la reunión del Consejo de Ministros en la Llotja de Mar de Barcelona.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a la reunión del Consejo de Ministros en la Llotja de Mar de Barcelona. Quique García (EFE)

La jornada era de alto voltaje y muchos temían lo peor. Los que se dedican a echar gasolina al conflicto catalán vaticinaban que el viernes 21 Barcelona sería una ciudad en llamas. Físicas o metafóricas, tanto da. Tan agresiva y tan intensa había sido la campaña de los dirigentes del PP y de Ciudadanos para que Sánchez suspendiera el Consejo de Ministros previsto en Barcelona, que provocó justo el efecto contrario.

Desde el Gobierno catalán se había calificado la reunión del Consejo de Ministros de provocación y los sectores más radicales del independentismo se disponían a demostrar que las calles catalanas eran suyas ese día. Preveían colapsar la ciudad con miles de coches a marcha lenta, manifestaciones y cortes de tráfico. Pero el catastrofismo del PP y Ciudadanos había hecho su mella. El miedo a que hubiera incidentes violentos y que pudieran ser utilizados como excusa por quienes reclaman la intervención perpetua de la Generalitat, dejó sin oxígeno las movilizaciones.

Esa mañana entraron en la ciudad la mitad de coches que en un día normal, el transporte público circulaba con una rapidez inusual y los Mossos hicieron lo que tenían que hacer en perfecta colaboración con las otras fuerzas de seguridad. Hubo contusionados e incidentes aislados en algunos puntos de la ciudad, pero muchos menos, por ejemplo, de los que hubo hace unos años por el desojo de una casa okupa en Sants y en algunos cortes de autopista había más neumáticos que manifestantes. El Gobierno celebró su reunión y quienes consideraron que debían manifestarse para protestar, también pudieron hacerlo.

De repente el guion había cambiado pero, como los malos actores, los incendiarios no estaban preparados para ello y actuaron como si se hubiera producido la catástrofe que habían anunciado. Los líderes de PP, Ciudadanos y Vox hablaron de traición, humillación y secuestro, y Albert Rivera presentó incluso una querella contra el Gobierno catalán en pleno por "provocación y proposición a la sedición". Los radicales del independentismo, desorientados, se limitaron a minimizar la importancia de los acuerdos del Consejo de Ministros.

Pero lo que cuenta es que se han abierto cauces de diálogo y el Gobierno tiene más posibilidades de aprobar sus Presupuestos.

En resumen: que cuando Casado y Rivera despertaron el 22D, Sánchez seguía ahí.

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