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Columna
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La pregunta

Cada convocatoria se enmarca con una gran cuestión y, en la volátil situación actual, la pelea por definirla puede ser decisiva

Pablo Simón
Una mujer elige papeletas en un colegio electoral de Barcelona.
Una mujer elige papeletas en un colegio electoral de Barcelona.Massimiliano Minocri

Las elecciones son una pregunta. Es cierto, los ciudadanos hacemos muchas cosas con nuestro voto; controlamos al Gobierno, elegimos a los que mejor nos representan o expresamos nuestras ideas. Ahora bien, cada convocatoria se enmarca con una gran cuestión y, en la volátil situación actual, la pelea por definirla puede ser decisiva.

Si el tema central de la competición es la cuestión territorial, los partidos de la oposición tienen ventaja. No sólo porque sea un asunto que movilice más a sus votantes, sino también porque el eje territorial segmenta más a la izquierda que a la derecha. Según el CIS, los votantes del PP tienen dos picos de preferencia por el modelo de estado, el statu quo y la recentralización, algo menos pronunciado en el caso de Ciudadanos, mientras que los de VOX insisten sólo en esto último. Son más congruentes internamente.

Sin embargo, los votantes del PSOE apoyan fuertemente el modelo autonómico, pero con segmentos tanto hacia menos como hacia más autogobierno, preferencia donde están mayoritariamente los votantes de Podemos. Por tanto, si las próximas elecciones van sobre el modelo territorial, el votante socialista tiene más contradicciones y una parte, la menos autonomista, puede saltar de orilla.

El interés electoral del PP y Ciudadanos, la batalla por el poder que sigue abierta entre PDeCAT y ERC o el implacable ritmo del calendario judicial conspiran para que este asunto marque agenda de manera continua.

Por el contrario, si el eje central de la competición son temas de izquierda y de derecha, los temas sociales, entonces el escenario puede favorecer al Gobierno. La polarización sobre estos asuntos sirve para que los partidos intenten empujar a su rival a los extremos y reduzcan al máximo las transferencias entre los bloques. Por ejemplo, la idea de marcar a “las derechas” por parte del Gobierno de Pedro Sánchez lo que quiere es alejar a Ciudadanos para que no muerda en su electorado y le deje el centro político libre.

En este supuesto se mantendrían los flujos importantes de Podemos hacia el PSOE, mientras que el PP perdería votos entre Ciudadanos y Vox. Algo que podría hacer a los socialistas la fuerza más votada, además de servir para movilizar a los votantes de izquierdas. Ahora bien, para que este tema se imponga el Gobierno necesita controlar muy bien los tiempos y las medidas que impulsa ya que, a diferencia de la cuestión territorial, tiene que nadar contra corriente.

Hasta ahora el debate ha girado mucho sobre cuándo se dará la palabra a la ciudadanía, pero la batalla de fondo está en ver en qué grado se impone una u otra cuestión porque, según eso, la respuesta que den los españoles en las urnas puede ser muy diferente. Ahí está todo.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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