Las luces y las sombras de una maternidad expatriada
Cuando se vive en el extranjero se sufre el duelo migratorio que conlleva la renuncia a criar a los hijos en el propio país, lejos de las personas a las que amamos
Son muchas las historias de maternidades vividas en el expatrio que hoy casi tocamos con los dedos gracias a esa amiga o familiar que se marchó, pero también a la tecnología. Internet y las redes sociales han construido un puente entre nosotras, nos han acercado y unido a las vivencias de esas mujeres con las que nos identificamos o empatizamos, estén a uno o a miles de kilómetros. Detrás de cada una de ellas, circunstancias y emociones diferentes; como lo son los compases de las razones que las han llevado a emprender ese viaje, y que bailan entre el amor, la necesidad de un cambio vital, y el trabajo –o la falta de este–. No siempre es fácil afrontar que el eje se ha desplazado en el mapa. Quizás porque pese a lo idealizado del asunto, el duelo, la soledad y las barreras de la cultura o el idioma que supone la experiencia también forman parte de ese mapa. Sin olvidar el desgaste emocional que puede suponer la crianza en sí misma y que la distancia de familiares y amigos magnifica. También porque cuando vuelven, además, se encuentran con ciudades distintas de las que dejaron. Visten otro traje, como las personas que quedaron en ellas.
El duelo migratorio
Un día, sin tiempo a pensárselo mucho, Laia se fue a vivir a 13.000 kilómetros de su casa. Cambiaba por cuestiones laborales su Barcelona natal por Santiago de Chile, y aunque su intención era irse para un año lleva ya doce al otro lado del charco. “Me fui a la aventura con mi trabajo, y me quedé por amor”. Ahora ha formado familia, tiene dos hijas chilenas y trabaja en una empresa de ciberseguridad, pero reconoce que una de las mayores dificultades que se encuentra es que aún no ha superado el duelo del expatrio. “Por muchos grupos de mamás que haya formado aquí, por mucho que las quiera y aunque lo pase bien en mi día a día, hay una parte de mí que siente un vacío. Que quiere vivir la maternidad, y la vida, en Barcelona, con los amigos de toda la vida, con la ciudad que nunca quise abandonar”, lamenta.
Según Celia Arroyo, psicóloga experta en migraciones y fundadora de Augesis, tendemos a asociar el duelo a la muerte, pero “duelo” en psicología significa “pérdida”. También en el expatrio. “Nos pasamos la vida perdiendo unas cosas y ganando otras: trabajos, amigos, parejas y hasta funciones corporales. La maternidad en sí misma conlleva un duelo, porque implica perder el estilo de vida que se tiene cuando no se es madre. No suele ser un duelo complicado, pero es un duelo. Cuando se vive en el extranjero se añade el duelo migratorio que conlleva la renuncia a criar a los hijos en el propio país, lejos de las personas a las que amamos y que nos proporcionan seguridad emocional”, explica a El País.
Entre las preocupaciones de las mujeres que se enfrentan a vivir la maternidad fuera de su país de origen, Arroyo destaca que les inquieta no poder compartir esa experiencia con los familiares y amigos que tienen en España, que sus hijos tengan una relación estrecha con sus abuelos, tíos o primos, “como probablemente la tuvieron ellas en su infancia”. Pero también la cultura es un tema que provoca cierta ambivalencia: “Que sus hijos no se identifiquen con la cultura española, que no compartan con ellas esa identidad, suele ser recurrente entre las mujeres que deciden ser madres en otro país”, añade la psicóloga
La soledad de la maternidad expatriada
Las mujeres que son madres en el extranjero también se enfrentan a barreras que no son solo emocionales, ya que hay mujeres que viven en países cuyo idioma no dominan. Quizás por esto en el caso de Marta, lo primero que hizo fue ponerse a estudiar búlgaro para eliminar la barrera del idioma. Eso le abrió las puertas a poder relacionarse. También le dio independencia para poder hacer sola gestiones diarias, trabar amistades y encontrar trabajo. Ella es filóloga y tiene dos hijos. Trabaja en Radio Nacional de Bulgaria, haciendo entrevistas y reportajes ocasionales y traduciendo las noticias del búlgaro al castellano para la web de la radio. Hace ya diez años que cambió Barcelona por Sofía, aunque todavía no se ha acostumbrado a que los termostatos sobrepasen con creces el bajo cero durante el invierno. Lo hizo por amor, con la generosidad de no dejar solos a los padres de su marido, que es hijo único.
“Con el tiempo te adaptas”, responde cuando le pregunto si ha superado el duelo. A ella le ha ayudado ver el lado positivo y centrarse en lo que ha ido ganando en lugar de en aquello que ha perdido, pero también admite que la maternidad es más complicada cuando vives en otro país. “A los retos de ser madre se unen los de ser expatriada: desarraigo, soledad, idioma, adaptación en general. Estar fuera de tu país de origen, de tu familia, en otra cultura, y tener que hacer amigos de cero, es todo un desafío, eso seguro. Pero empezar de cero puede sacar lo mejor de ti: encuentras fuerzas que no sabías que tenías, aprendes a ver las cosas con más optimismo y a dejar de lado la inútil autocompasión... Te pones las pilas”.
¿Tienen las madres expatriadas un desgaste emocional añadido? Responde Arroyo que si bien tanto el embarazo como la maternidad son etapas muy bonitas, también son muy duras física y emocionalmente, y que en algunas ocasiones pueden ser muy solitarias, incluso viviendo en el propio país. “La maternidad y el irse a vivir al extranjero tienen en común que han sido dos temas muy idealizados hasta hace poco tiempo. Pero son temas muy complejos, con sus luces y sus sombras. La maternidad en el extranjero suele ser más solitaria, se cuenta con menos ayuda de familiares y amigos. Incluso en el caso de los países en los que las condiciones de baja por maternidad son mejores que en España, como los países escandinavos, las madres se sienten solas porque no pueden compartir en el nivel emocional sus inquietudes con respecto a la maternidad como lo harían si estuviesen en España”, explica.
Cuenta Laia que la llegada a la maternidad la vivió muy sola. “Era la primera de mis amigas en tener hijos, y me enfrenté a un choque de culturas. Aquí todo era más tradicional, rígido y había muchos tabúes. Me costó mucho superar esa barrera. El cambio lo hice con mi segunda hija, pero todo ese tiempo me sentí muy sola. Quería tomarme un café con mis amigas y desahogarme, compartir la maternidad con esas personas que me conocían de toda la vida”.
La importancia de tejer redes de apoyo
Mantener el contacto con la familia y amigos y relacionarse con otras expatriadas, especialmente si también son madres, puede ser de gran ayuda. Gracias a Internet y a las redes sociales es muy fácil encontrar a otras mujeres en el país que se reside, pero también sentirse comprendida y acompañada. Para Laia la red fue su salvación. “Gracias a Internet pude conocer blogs y entender que en el mundo había personas que se sentían como yo. Además, WhatsApp me permitió hablar con mis amigos”, cuenta. También Marta considera que facilita la vivencia de la maternidad en el expatrio “porque permite estar en contacto con la gente que dejas atrás, estar al día de lo que pasa en tu país, conocer a otras madres en situación similar, hablar y desahogarte”.
Cristina y Marina viven en Suiza. La primera es malagueña y la segunda gallega, y fue precisamente la blogosfera maternal la que hizo que se cruzaran en el camino. “Vivimos un poco lejos y yo trabajo fuera de casa así que no es tan fácil quedar. La mayor dificultad aquí también es, para sorpresa seguro de muchos, conciliar”, explica Marina. Ella era programadora en España y decidió junto a su pareja marcharse a conocer Europa y ver qué les deparaba la aventura. Se quedaron en Suiza y allí han tenido dos hijos. “No sé como sería mi maternidad en España pero creo que las redes de apoyo son fundamentales, sobre todo si no tienes una tribu familiar a mano. Lo del país es menos determinante que la situación familiar”, añade.
Cristina es psicóloga, pero trabajaba como comercial en España. Cuando se quedó embarazada la despidieron, y aquello fue la excusa perfecta para que su pareja, también en paro, y ella se marcharan a Suiza. “Ahora tengo el trabajo más importante del mundo: cuidar y educar a mis tres hijos. Aquí también he aprendido a coser y tengo un proyecto de tienda online que debido a la edad de mis hijos está en pausa. Además, voy a empezar los trámites para hacerme Tagesmutter (madre de día), puesto que es un trabajo que podría compatibilizar perfectamente con la crianza”, cuenta. Insiste Cristina en que las redes de apoyo, presenciales o virtuales, son fundamentales en un país y un idioma que no es el tuyo, con la familia lejos. “En torno a la maternidad hay hoy toda una comunidad online que te hace sentir en tribu, esa tribu que te apoya y que hace el camino mucho más fácil y divertido”.
A lo largo de su vida, Mónica se ha trasladado hasta en 22 ocasiones. Primero con sus padres, después sola, y por último con su propia familia. Traductora e intérprete de profesión, y madre de tres hijos, decidió comenzar un blog en 2015 con el objetivo de acompañar a otras mujeres expatriadas. Al blog le siguieron talleres, charlas y cafés virtuales, e incluso ha creado una comunidad: el #movimientoexpat. “Parece ambicioso, e incluso irreal, pensar que una se pueda sentir arropada con un grupo de Facebook, pero la comunidad es la familia expatriada online. Mujeres que están en una situación parecida, desde casos de cáncer en países subdesarrollados hasta charlas simples o contactos para tener nombres de colegios o agencias inmobiliarias. Lo que cada una necesite y también lo que cada una quiera compartir. Es un grupo fantástico que te hace sentir apoyo real”.
Ahora, desde Málaga, se plantea un alto en el camino después de toda una vida nómada que sabe que inevitablemente conlleva un desgaste emocional. “Mucha gente se queda en lo superficial, en “amigos” para pasar ratos, y así protegerse del “duelo”. Si tomas el riesgo de entregarte de verdad a las personas que conoces, perderás muchas veces, pero cuando ganes, estarás ganando personas que estarán contigo el resto de tu vida, que te quieren a miles de kilómetros”, concluye.
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