Quítate un café y construye un hospital
SOS Himalaya, la fundación del desaparecido alpinista Iñaki Ochoa de Olza, busca fondos para terminar un centro médico en Nepal
Iñaki Ochoa de Olza estaba apenas a unas horas de alcanzar el campamento base del Nanga Parbat, una de las 14 montañas de más de 8.000 metros del planeta, en Pakistán. Sentado en el camino, los niños de la vecina y diminuta aldea se acercaron curiosos. Deseaban ver y tocar las ropas de los occidentales, quizá llevarse algún regalo. Era un juego y un momento mágico para los chiquillos.
Uno de ellos, rubio y de ojos claros, no hablaba ni oía, pero se dejaba notar y llamaba la atención. Tendría 10 años y se tocaba la cara con ambas manos, señalaba en dirección al Nanga Parbat y negaba con el dedo índice y con la cabeza. Una y otra vez. En sus gestos había una alerta. Iñaki comprendió que aquel niño era el huérfano del porteador de altura fallecido un año antes en el K2 (la segunda montaña más alga del planeta). Iñaki y otros alpinistas recuperaron su cuerpo y viajaron horas con él a la espalda hasta un lugar donde pudiese llegar el helicóptero. La familia, como suele ser tradicional en las montañas, ayuna hasta no ver el cuerpo del fallecido. Y todos sabían que uno de los hijos de Sher Ajman era sordomudo. Puede que fuese entonces cuando Iñaki decidió devolver al Himalaya, y en especial a los niños de Nepal, todo lo que sus montañas y gentes le habían dado. No llegó a ver nacer su proyecto: falleció en 2008 en la arista este del Annapurna, a 7.400 metros.
Su familia tomó el relevo y creó la fundación SOS Himalaya, con sede en Pamplona y Nepal. El patronato, compuesto por la familia Ochoa de Olza gracias a sus socios, trabaja desde 2009. Inicialmente, las aportaciones sufragaron la gestión de un orfanato y la rehabilitación de escuelas durante cinco años. Pero fue tras el devastador terremoto de 2015 cuando la fundación (apoyada por cientos de personas) dio un salto de calidad: se reconstruyeron 291 hogares y 13 escuelas, primero en solitario y después, en colaboración con las fundaciones de Edurne Pasaban y Kilian Jornet. También se levantaron cuatro campamentos médicos supervisados por el médico y alpinista Jorge Egocheaga.
Legalmente establecida en Nepal y dirigida allí por Mingma Dorji Sherpa (gran amigo de Iñaki, y su cocinero en muchas de sus expediciones), todo el dinero recaudado en España llega a Nepal sin mermas ni desvíos, aseguran en la organización. Desde el año 2016, todos los esfuerzos de la fundación pasan por terminar el Hospital de Seduwa, en el distrito del Makalu. Inicialmente presupuestado en tres millones de dólares por el Gobierno de Nepal, la construcción del mismo cayó en el olvido. No había de dónde sacar ese dinero.
Mingma Dorji supo del errático proyecto, presupuestó de forma realista el mismo y convenció a los habitantes de la zona y a sus pequeños comerciantes para reunir 30.000 euros. A euro por habitante, más o menos. SOS Himalaya aportó 50.000 euros, que el Gobierno de Nepal devolverá cuando se alcancen los objetivos dibujados. “El trabajo de Mingma no puede calificarse… no conozco persona más pura”, se sincera Pablo Ochoa de Olza.
El centro atiende ya las necesidades médicas de más de 20.000 personas y está habilitado para partos, enfermedades comunes y accidentes leves
De momento, el hospital atiende ya las necesidades médicas de más de 20.000 personas que hasta la fecha debían caminar cinco jornadas hasta dar con un médico. Está habilitado para partos, enfermedades comunes y accidentes leves. El objetivo declarado de la fundación es dotar al hospital de un quirófano, un aparato de rayos X, un laboratorio básico y un médico permanente (que dispondrá de casa para él y su familia, así como de un sueldo). Ahora mismo, la fundación ha lanzado una campaña de crowfunding donde pueden hacerse donaciones hasta alcanzar los 100.000 necesarios para cubrir las necesidades citadas. También está a la venta el libro SOS Himalaya (ediciones SUA), 30 capítulos a manos de 30 alpinistas.
Después, se precisarán 50.000 euros anuales para sostener el proyecto. “Necesitamos que se done al menos lo que vale un café, una caña… ¿quién no puede permitírselo?”, se pregunta Pablo Ochoa de Olza. La fundación ha alcanzado un acuerdo con el Gobierno de Nepal por el cual la fundación sufragará durante 10 años los gastos hasta que pase a manos públicas.
Pablo y su madre, Pilar Seguín, llevan una década enfrascados en un proyecto que, en cierta forma, ha cambiado su vida. La pasada primavera viajaron juntos hasta Nepal, un viaje que ella pospuso durante casi una década. “Yo, como empresario, pongo la mala leche y mi madre el sentido común. Pero los artífices de todo esto son realmente las personas que creen en el proyecto, gente sin cara que no falla. Yo, ahora que está de moda, me tatuaré lo que hemos hecho y estoy seguro de que me acordaré de este hospital cuando me esté muriendo”, sonríe Pablo.
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